No es mi intención denostar a Mark Waid, Tom Taylor, Ram V y tantos otros escritores que derrochan talento y éxito a partes iguales, pero no creo que haya demasiado desacuerdo si digo que Tom King es el niño bonito de DC actualmente. Premios, ventas y el clamor popular le han valido que la editorial le dé vía libre con cualquiera que sea su próxima idea y, por lo general, se encuentra más cómodo en series limitadas. donde puede explotar de manera mucho más minuciosa su obsesión por la estructura. Por eso sorprende verlo al frente de un título como Pingüino, que se vendía como serie abierta.
No sería la primera vez, no obstante, que el otrora agente de la CIA se embarcara en una colección regular. En su haber se cuenta una prolongada etapa en Batman y parece ser que su Wonder Woman va para largo. Pero… ¿el Pingüino? ¿De verdad?
Poco después de la salida de este tomo de ECC, se confirma que, en los USA, esto ha sido una serie de un total de 12 números que ha concluido el pasado julio. Ahora todo parece encajar mejor y además, con otro tomito que nos brinde ECC, habremos completado la historia.
Al final, por estructura y planteamiento, Pingüino se parece mucho más a lo que hace en Rorschach o Blanco Humano que a lo que hizo en Batman. Casi por encima de la idea de la propia historia que nos quiere contar, hay una idea de cómo quiere hacerlo y bajo esta propuesta se articula todo lo que veremos en esta serie.
Si acaso, puede separarnos de sus series autocontenidas el hecho de que, por continuidad, Pingüino es heredera, tanto de los hechos acaecidos en los primeros números del Batman de Chip Zdarsky y Jorge Jiménez, como de la miniserie Batman: Tiempo muerto, que el propio King nos diera junto con David Márquez. No obstante, Pingüino nos da por sí sola las claves básicas para poder ser leída de forma autónoma sin perdernos gran cosa.
En cualquier caso y tras los hechos de la serie regular de Batman, nos encontramos un Oswald Cobblepot que, tras su aparente muerte, vive una nueva y pacífica vida en el anonimato, alejado del crimen y presumiblemente feliz como gerente de una pequeña floristería. Sin embargo, el gobierno federal, representado por esa versión femenina, rechoncha y afroamericana de Maquiavelo llamada Amanda Waller, tiene otros planes para él. Así, bajo el ojo vigilante de la deslenguada agente Espinoza, el Pingüino tendrá que trazar un plan para recuperar su imperio, ahora dominado por sus crueles hijos.
Con todo esto, la historia girará en torno al plan que se va cociendo a fuego lento, pero, como ya mencionábamos, King está más interesado en cómo quiere contárnoslo. Siendo Tom King, uno ya podrá adivinar que el método elegido no estará exento de su buen chorrazo de texto. Sin embargo, el enfoque elegido esta vez bien puede excusarlo. En Pingüino, leeremos/escucharemos la voz del pensamiento de todos y cada uno de los personajes agentes de esta historia — que no son pocos — salvo de uno: el propio Oswald Cobblepot.
Se trata — y en esto la labor de los dibujantes es fundamental — de que nunca sepamos muy bien qué hay dentro de su taimada y maquinadora cabeza, de que la sospecha nos acompañe durante toda la lectura y la intriga nos mueva a seguir leyendo.
Quien conozca la obra de King ya se puede hacer una idea con esto porque, por lo demás, todos los tics y señas de identidad del guionista están aquí. Y si bien, al menos hasta el final, está algo más comedido en su truco de los saltos entre líneas temporales/argumentales, no faltará un flashforward-gancho al inicio y además con Batman de reclamo y que, por cierto, no se llega a solventar en este tomo. No faltarán enigmas y preguntas que nos asalten durante la lectura y que, como habitualmente, no se va a dar prisa en responder. Sin embargo y tal como también viene siendo costumbre, cada grapa es una unidad argumental y narrativa autónoma. King trabaja para que cada capítulo tenga su propia idea central, planteamiento y estructura sobre los que articularse y eso, en cierto modo, suple todo aquello de la línea argumental general que no termina de cerrar y deja en en el aire.
Con todo este juego, la verdad es que saber que todo esto se solucionará con dos tomos resulta tranquilizador, ya que esta manera de mantener el suspense no es especialmente sostenible a largo plazo. Sea como fuere, King sabe darnos pequeños bocados con los que ir calmando nuestros estómagos mientras nos sigue aún dejando con un poco hambre y tiene también verdaderos momentazos de personajes y algunos giros bastante abracadabrantes, en el buen sentido, con lo que el interés se mantiene intacto a lo largo de las 144 páginas.
Y es que, pese a todos estos momentos del golpe de efecto, Pingüino hace lo que puede por aparentar ser un cómic sobrio, lo cual es un tanto difícil cuando despliegas tantas voces distintas con la habitual falta de mesura en la prosa de King, pero para eso tenemos a Rafael de Latorre. Quien haya visto a este dibujante brasileño en Viuda Negra o Daredevil, se va a encontrar un de Latorre mucho más comedido y también mucho más oscuro y realista del que veríamos en Animosity, con diagramaciones que incluso en los contados momentos en los que trata de hacer algún tipo de ruptura, tratan de ser contenido y que estas pasen desapercibidas. De Latorre parece más preocupado en este cómic de dirigir a los distintos actores, las distintas voces que dan forma a esta historia y de darnos un Oswald Cobblepot que siempre parece ocultar algo bajo lo que vemos.
Por eso sorprende cuando, en el capítulo final de este tomo, nos vamos a un episodio flashback a cargo de Stevan Subic. Este dibujante serbio es todo un camaleón y no tiene dos cómics iguales. Poco tiene que ver su trabajo en Pingüino con el que despliega en Tarzán, Moriarty o Dragonero. Ni siquiera utiliza el mismo registro que despliega en Acertijo: Año Uno, también en DC y la familia Batman. Opta así por una propuesta mucho más expresionista y alejada del realismo que propone de Latorre y, sin embargo, mantiene a ese Cobblepot opaco y enigmático que siempre parece tener una agenda oculta.
Habrá que esperar a la segunda y última parte de esta serie para ver si hacían falta tantas alforjas para este viaje y es que, cuando una historia se centra en la gestación a fuego lento de un misterio, las expectativas pueden jugar malas pasadas. Al final y en definitiva, este primer tomo de Pingüino completa más que exitosamente su cometido de gancho, de captar nuestra atención, mantener nuestra intriga y hasta en ciertos momentos ponernos un poco los pelos de punta, así que misión cumplida.