La verdad es que cuesta seguirle la pista a Joann Sfar, un autor tan increíblemente prolífico y con tantas sagas abiertas, que es fácil perderse. Afortunadamente, Fulgencio Pimentel está recuperando parte de su obra y pudimos ver, ya hace algún tiempo, un tomo de Sócrates y, a finales del año pasado, sacaron la fascinante Aspirina, una suerte de spin off de la saga de Vampir, que hoy nos ocupa con Pequeño Vampir y Miguel.
Pequeño Vampir y Miguel es el último capítulo hasta la fecha de la saga para niños de Petit Vampire, que arrancaría en 1999 y nos daría 7 álbumes de la mano de Delcourt y Fulgencio Pimentel ya recopiló en un tomo (después de un intento a medias años antes de la editorial Sins entido). También sacarían sendos tomos de Vampir, la versión adulta, de la que también surgiría la mencionada Aspirina. Es entonces en 2017 y ya bajo el abrigo de Rue de sevres, cuando saca un segundo volumen de Petit Vampire con tres álbumes que suponen una especie de reboot y componen una única historia, que sería llevada al cine en 2020 y recopilada en este tomo.
Conocemos en Pequeño Vampir y Miguel el origen de Vampir, un niño salvado de la muerte junto con su madre por el fantasma de un viejo pirata. Sin embargo, la única manera de no perderlos será convertir a madre e hijo en vampiros para siempre. Ahora Vampir lleva tres siglos teniendo diez años y se aburre. Será entonces cuando entre en juego Miguel, un niño huérfano con el que entablará amistad, pero no todo es tan bonito como parece ya que el malvado Giboso acecha Vampir y a su madre, Pandora.
No es muy habitual esto de los reboots en el mercado europeo (al menos no tanto como en el americano) y si bien este nuevo volumen guarda muchas similitudes con el anterior, también hay montones de diferencias. Volveremos a encontrarnos con Pandora, Fantomate, Margarito y todos los demás, hay muchas partes de la historia que coinciden con respecto al volumen anterior y se mantiene cierto tono infantil. Sin embargo, la fantasía es mucho más desbordante, ambiciosa y en ocasiones surrealista y la manera de abordar ciertos temas como la muerte, el amor o incluso Dios confían en la inteligencia de los niños algo más allá de lo que estamos acostumbrados.
De algún modo, pese a que se encarga de que todo quede bien mascado, Pequeño Vampir y Miguel es más complejo, más oscuro y menos inocente que su primer volumen. No hay más que ver lo abigarrado del dibujo de Sfar, la carga de textos o los osados juegos de complementarios de la colorista Brigitte Findakly para ver que estamos ante una atmósfera más recargada y tétrica, pero también más vibrante, con respecto al volumen anterior. Tenemos a un Sfar 20 años más experimentado y mucho más suelto, con ese aire de improvisación, casi como si la veteranía le permitiera prescindir de cálculos previos confiando en que todo estará donde debe.
Incluso el humor es más ácido y por más que se permita caer de vez en cuando en esa escatología que no hay niño a quien no le encante, el Sfar de hoy día se ha alejado mucho más de la blancura de sus primeros tiempos e incluso haciendo humor para niños podemos ver retazos de mala leche y humor negro.
Aun con todo, Pequeño Vampir y Miguel sigue siendo un gran tebeo para niños que también nos habla de la amistad, la tolerancia o el hecho de sentirse diferente, sólo que si bien tanto la película que adapta estos cómics como el primer volumen de Pequeño Vampir están orientados para unos 7 u 8 años, tal vez Pequeño Vampir y Miguel nos suba el listón uno o dos años, ante un Sfar que confía en la madurez y la inteligencia de su pequeño público y, permitidme un secreto, a mis cuarenta y tantos yo también lo he disfrutado mucho .
