Llegamos al final de la Doom Patrol de Gerard Way. Con El peso de los mundos, el escritor/cantante pone final a una etapa de cuatro años al frente de los héroes más extraños del mundo, tras doce números de un primer volumen que nos trajo constantes recuerdos de la legendaria época de Grant Morrison y un muy marciano crossover entre el Universo DC y el YoungAnimalVerso, Las Guerras Lácteas. Este tomo, editado en castellano por ECC casi un año después de la finalización de la serie original, recopila los siete números de una serie que inicialmente iban a ser doce y estuvo marcada por notables retrasos, tardando un año entero en publicarse.
Por si había alguna duda del orden de lectura y de la continuidad de las historias que nos ha estado contando Way, El peso de los mundos arranca justo después de los sucesos de Las guerras lácteas y nos encontramos en el primer número con la principal consecuencia del microevento: Cliff Steele ha recuperado su cuerpo humano. Pero la felicidad no es algo que esté hecho para Robotman, así que su gran ilusión, poder sentir como el humano que fue tiempo atrás, es algo que no le dará la felicidad que esperaba y le durará poco. Y como Cliff, todos los personajes de esta extraña encarnación de la Patrulla tendrán que enfrentarse a sus personales frustraciones y, de algún modo, superarlas. Cada uno lleva sobre sus hombros el peso del mundo de una forma distinta, y cada uno superará sus problemas a su manera.
El peso de los mundos es un más que correcto cierre a la etapa de Way. Quizás no resulte tan rompedora como los números pre-Guerras Lácteas, en buena parte debido a la falta de Nick Derington al dibujo -que aquí sólo firma el último número-, pero también a una línea argumental un tanto dispersa, aunque se pueda apreciar en toda la serie un cierto trasfondo sobre la salud mental con metáforas cuasirreligiosas sobre la muerte y resurrección.
La alineación de la Patrulla Condenada en estos últimos números deja claro su enfoque. Tenemos un núcleo central formado por personajes de la era Morrison, como son Crazy Jane, Flex Mentallo, Danny y el Hombre Negativo con el look Rebis. De la encarnación original del grupo tenemos a Rita Farr, y uniendo las dos etapas, a Robotman. Y, por supuesto, tenemos a los personajes que ha creado Way y a los que hemos llegado a coger cariño: Casey Brinke, su mascota Fugg, el gato hombre Loción y el mago adolescente Lucius. Del mismo modo, en temática y tono tenemos un mix entre la psicodelia Morrisoniana, la feliz inocencia de la Silver Age y los aportes personales de Way, algo menos inspirado aquí que en el primer volumen y ayudado en los guiones por varios autores.
Hay que destacar también un fill in escrito y dibujado por Becky Cloonan centrado en el personaje que más echa de menos el corazoncito de todo fan de la Patrulla: Dorothy Spinner, haciendo referencia a su triste final en la época de John Arcudi y Tan Eng Huat a principios de siglo, que sigue inédita en castellano.
La sensación final que deja El peso de los mundos es que mantiene un pie en los números de Grant Morrison mientras intenta innovar con reescrituras de conceptos y personajes del escritor escocés y con ideas nuevas, a las que quizás les falte un punto de fuerza, pero que tienen un cierto encanto con un toque camp. Aún así, aunque esté muy lejos de alcanzar las cumbres de excelencia de los números de Grant Morrison y su sucesora, Rachel Pollack, es bastante superior a prácticamente cualquier cosa que se ha hecho con el grupo desde el cierre de la serie de Vertigo en 1995.
