Bienvenidos una vez más a Palomar, la ciudad donde uno puede perder sus sueños y encontrarlos. La ciudad que no tiene un centro comercial pero sí un montón de habitantes con historias que contar. La ciudad donde una mujer autoproclamada sheriff se encarga de administrar justicia. Un lugar donde una misma persona puede regentar un viejo cine y una casa de baño. Palomar, ese pedazo de tierra donde los niños solo necesitan un espacio libre en el que jugar para ser felices.
Ediciones La Cúpula nos trae el segundo integral de “Palomar” pocos meses después de presentar la nueva edición de la obra por excelencia de Beto Hernández. Un autor que lleva contando la historia de un puñado de personas muy especiales desde hace años en la revista “Love & Rockets”.
En el anterior volumen, Beto nos presentó al núcleo principal de vecinos de su querida Palomar. A saber, Luba y sus cuatro hijas, Chelo, Pipo, Tonantzín y un largo etc. Pudimos conocerlos gracias a un conjunto de historias sin un hilo conductor al uso. Relatos de sus vivencias, hasta cierto punto inconexos, que lejos de conferir un carácter caótico a la experiencia de la lectura, lo que buscaba era plantear un juego de complicidad al lector del tipo: conoce a mis personajes, explora sus vidas, sus inquietudes y haz tu propia composición de lugar.
Esa forma en la que se nos ofrecen las muchas piezas de un puzzle, pero ninguna imagen de referencia con el resultado final, creo que es uno de los muchos alicientes de la obra. De este modo, cualquier cosa puede pasar al haber un crisol de personalidades tan ricas y variadas.
Ahora bien, en el segundo volumen de “Palomar” se aprecia una tenue evolución con un pequeño hilo conductor de fondo en muchos de los relatos. No comentaremos más porque es mejor que lo descubráis vosotros mismos. De todas formas, si queréis saber de qué se trata, La Cúpula lo ha incluido en el texto de la contraportada y aparece en todas las sinopsis oficiales. Por mi parte, sabéis que prefiero contar lo menos posible sobre el argumento. Por lo tanto, como decían aquellos libros, elegid vuestra propia aventura.
Sin duda estamos ante un tebeo muy especial. Uno de esos en los que el autor abre su corazón y se deja el alma en cada página. Palomar es un tebeo bonito, pero se aleja de los sentimentalismos baratos pese a que está repleto de sentimientos: drama, supervivencia, amistad y amor. Este culebrón costumbrista no se priva de nada.
Otro detalle que me fascina de “Palomar” es el arte de Beto Hernández. El artista hace uso de una composición muy clásica en cuadrícula con un número de viñetas por página que oscila entre las cuatro y nueve. Luego está la expresividad de sus personajes y cómo las caras de Luba muestran la soledad, el cansancio o la determinación. Por no mencionar su anatomía sumamente realista. Se nota que para la mayoría de los habitantes del pueblo el culto al cuerpo y la belleza no es una prioridad. Por supuesto, hay quien goza de una belleza natural y salvaje, motivo de envidia para muchos. Lo dicho, realista.
Este segundo volumen incluye un apéndice de seis páginas a modo de índice de personajes que viene muy bien dado el elenco global de personajes de “Palomar”. No tengo problema en reconocer que lo he tenido que consultar en más de una ocasión.
Si os gusta la literatura de Gabriel García Márquez (Palomar tiene bastantes puntos en común con su Macondo) o la película “Roma” de Alfonso Cuarón, estoy convencido de que disfrutaréis de lo lindo dando un paseo y dejándoos contagiar por la magia que impregna este fantástico pueblo.
Ganas de leer más. Muchas. Y también de echarle el guante a la confirmada nueva edición de “Locas”, del otro Hernández, el no menos genial Jaime.