En 2016, con Los Picapiedra, comenzarían las nominaciones a los Eisner y los Harvey y, con ellas, virarían los focos hacia el nombre de Mark Russell. Huyamos por la izquierda: Las crónicas del León Melquíades fue su consolidación el año siguiente y le supuso otra tanda de nominaciones. Sin embargo, desde entonces nos ha dado un buen puñado de obras, algunas tan en el clavo como Red Sonja o Not all robots, pero nada a la altura de los dos títulos que lo pusieron en el candelero… hasta que ha llegado One-Star Squadron.
One-Star Squadron es un juego de palabras en alusión a All-Star Squadron, la vieja cabecera de los ochenta, que reunía a miembros de la JSA, los Freedom Fighters, los Siete Soldados de la Victoria y alguno que otro más. Sin embargo lo que nos traen Mark Russell y Steve Lieber tiene poco que ver. La mayoría del reparto de One-Star Squadron son héroes de segunda o tercera (con suerte) que trabajan para una empresa llamada Heroz4u, la cual ofrece los servicios de estos héroes para bodas, bautizos y comuniones, trabajos de seguridad sencillos, eventos varios o telemarketing. Heroz4u funciona con una aplicación donde los usuarios puntúan el servicio recibido y de ahí el «Escuadrón de una estrella».
Los que ya conocemos a Russell nos podemos temer que aprovechará para meter el dedo en la llaga de algún tipo de cuestión social con su acidez característica. Con un envoltorio de humor, le atiza al actual mercado laboral, precario, que fomenta la competitividad feroz y abandona aquellos que ya no le sirven. Hay quien objeta sobre One-Star Squadron que su crítica se queda en superficie y de acuerdo que una crítica debe partir de un estudio profundo, un desglose de antecedentes, causas, consecuencias y otros factores e incluso plantear caminos alternativos. Sin embargo, tal vez lo que Russell nos ofrece en One-Star Squadron no sea tanto una crítica como una sátira. No se trata tanto de analizar o extraer esencias como de exagerar (no mucho) la realidad para dejarla en evidencia (en más de un sentido). Russell es lo suficientemente inteligente como para dejar la crítica del lado del lector y que seamos nosotros los que rumiemos todo esto al terminar el tebeo. Su truco es, mediante el humor y el drama en el momento justo, lograr que todo esto nos importe.
One-Star Squadron está repleto de diálogos ingeniosos y momentos hilarantes, pero también de otros que, con la guardia baja por las risas, pueden atenazarnos el corazón. Además, esta vez cuenta con un dibujante a la altura de la difícil labor. Pese a que ha contado con algunos nombres de cierto peso, la suerte de Russell con los dibujantes no ha sido del todo buena. Cierto que Steve Pugh es un gran dibujante, pero tal vez su estilo no era el más adecuado para comedias como Los Picapiedra o Billionaire Island. Otros como Richard Pace (Second Coming), Mike Feehan (Huyamos por la izquierda: Las crónicas del León Melquíades) o Stephen Byrne (Wonder Twins) no pasan de cumplidores y cuando tiene una estrella, como es el caso de Mike Deodato en Not All Robots, está a medio fuelle en modo calcarrenders.
Por fortuna y por más que a primera vista el estilo de Steve Lieber no sea excesivamente llamativo, ha demostrado en sobradas ocasiones que es uno de los artistas mejor dotados del panorama actual para la comedia, tal como hemos podido comprobar en Enemigos Superiores de Spiderman, The Fix o Jimmy Olsen. Pero, a la vez, es perfectamente capaz de adaptarse a historias más dramáticas, como es el caso de Whiteout con Greg Rucka o la segunda parte de Camino a la perdición, con lo que estamos ante un todo terreno. El resultado son personajes que comunican, actores que te crees y acción que transmite toda la carga emocional que hay tras las ideas de Russell y quizá sea esta la primera vez que le sucede al guionista de Springfield, Oregon.
One-Star Squadron nos devuelve al mejor Mark Russell con un dibujante que por fin sabe entenderle y hacernos llegar lo que propone con toda la emoción e intensidad que merece. Probablemente estamos ante un tebeo que volveremos a ver en las estanterías de la librería cada cierto número de años.
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