Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Oleg, de Frederik Peeters

Oleg, de Frederik Peeters
Guion
Frederik Peeters.
Dibujo
Frederik Peeters.
Formato
Cartoné, 184 págs, B/N. 17x24 cm.
Precio
18€.
Editorial
Astiberri. 2021.
Edición original
Oleg (Atrabile).

Tenía una asignatura pendiente con Frederik Peeters. Soy de esos raros lectores a los que Píldoras azules  no le gustó, a pesar de que tanto por temática como por tipo de obra tenía todos los componentes para haberme convertido en uno más de sus fans. Tal vez fuera el momento de lectura o que, sencillamente, no conseguí conectar con ella, pero no me gustó. Ahora me acerco a Oleg , la última obra del autor suizo publicada por Astiberri en nuestro país, con algo de recelo y dandole una segunda oportunidad al autor, o mejor dicho, dándome una segunda oportunidad con él.


Oleg  cuenta la historia de un dibujante famoso de cómics que vive con su mujer e hija y sigue viviendo a costa de su obra, pero sobre todo de una de sus primeras obras que le proporcionó gran éxito de crítica y público. Oleg es un tipo tradicional, que observa con cinismo la evolución de la sociedad a una dependencia de lo digital y a un rechazo por «lo antiguo». Con una personalidad difícil, tendrá que afrontar, además, una enfermedad de su esposa e intentar sacar adelante su próxima obra y superar un pequeño bloqueo, el primero en veinte años de carrera.

Evidentemente, con esta sinopsis, es muy reconocible la propia biografía de Peeters en este Oleg. Pero no es un cómic autobiográfico, el autor se identifica con él pero usa la obra como un interesante ejercicio de metalenguaje en el que va pasando de la realidad a la ficción, según vaya necesitando. De este modo, consigue hacer la que, para mí, es la principal intencionalidad de esta obra, que es confeccionar una preciosa declaración de amor a su familia, sin dejar de reflexionar sobre cómo ha evolucionado la sociedad, y cómo funciona la industria del cómic en la actualidad.


Y lo hace con esas tintas prodigiosas con la que igual retrata el paso del día a través de los rayos de sol que entran en un habitación, como el peso de la lluvia cuando cae con fuerza. Qué bien refleja la lluvia Peeters. Me llega a recordar, con perdón del maestro Eisner, esa maravillosa escena de Contrato con Dios  con Frimme Hersh subiendo las escaleras absolutamente calado. Aunque lo más me ha gustado de esta obra es la elección de esas viñetas detalle, cómo nos pone en la mirada de Oleg y pone el objetivo en unas gotas de sudor en el cuello de su esposa, en un ventilador de techo o un plano de la ropa interior de su mujer, mínimamente caída. Del mismo modo, la narrativa de las emociones es deliciosa: la obra tiene dos abrazos que te atraviesan el alma, y la relación de Oleg con su hija es cercana y sincera, muy fácil de identificar.

La enfermedad, a diferencia de la archiconocida Píldoras azules , es algo secundario, no es el motor principal de esta historia, y me gusta especialmente su tratamiento porque pone la vista en aspectos que son inherentes de la sociedad actual pero no es algo en lo que habitualmente se repare, como la nacionalidad del neurólogo y el choque cultural a la hora de comunicarse con ellos. El punto de vista del debut de la enfermedad, mostrado desde el lado de ella y de él también resulta muy interesante y llamativo.


En definitiva, Oleg  es una obra que habla de muchas cosas: reflexiona sobre la sociedad actual, su tecnologización, el racismo, el salto generacional, la enfermedad, la industria del cómic, la ficción… pero por encima de todo eso es una obra sobre el amor, sobre el respeto entre los miembros de la familia como epítome del querer a alguien. Peeters lo cuenta con una narrativa ágil, y unos recursos muy potentes visualmente y que invitan a recrearse en sus viñetas. ¿Me he reconciliado con el autor? Bueno, si os sirve como pista, nada más terminar la lectura he comprado su Lupus  y, en un intento de salir de dudas sobre si el problema fue el momento de lectura o la obra, Píldoras azules .

Lo mejor: Algunas viñetas con una capacidad increíble de evocar sensaciones. Una historia sin un hilo conductor claro narrado con una agilidad prodigiosa.

Lo peor: Si las historias costumbristas no son lo tuyo, tal vez no te guste, aunque solo por ver algunas ilustraciones, creo que sigue mereciendo la pena.