Desde que en 2019 Mark Russell escarmentara con DC al cancelar la que era la inminente salida de Second Coming, parece que se arrima la vieja expresión de no poner todos los huevos en la misma cesta y podemos verlo en Ahoy, la editorial que lo acogió tras dicho affaire con títulos como Second Coming o Billionaire Island; Dynamite, con Red Sonja; la propia Marvel, con Los 4 Fantásticos. Toda una vida, o AWA, en el caso que nos ocupa con Not all robots.
Y vamos así con un tebeo con un planteamiento de inicio que huele a Russell por todos los lados. En un futuro tal vez no tan lejano, los robots trabajan, producen y mantienen la economía, lo que deja a los humanos en una especie de papel de mascotas obsoletas y casi molestas y parasitarias. Este escenario presentado sin demasiada sutileza y en clara referencia a aquel #NotAllMen que diera la vuelta a internet hace algunos años, es el que construyen Russell y Mike Deodato para a partir de ahí provocar un suceso que altera el status quo, enfrenta a robots y humanos y nos permite ir viendo las diversas implicaciones del mundo que nos ofrecen.
Quizá con la brocha un poco más gorda al principio, Russell construye esta nueva sociedad y como sucedía con sus Picapiedra, con cada número se añade un nuevo nivel de profundidad poco a poco e incluso nos dejan entender ciertos planteamientos iniciales un tanto groseros casi como una especie de testigo de la era Trump y postTrump donde la parodia irónica y la realidad son a veces tan indistinguibles que hay que explicitarlo.
Hay sin embargo dos grandes problemas en Not all robots que le impiden ser el tebeo de primer nivel que sin duda tiene mimbres de ser. Por un lado y de solución afortunadamente sencilla, está el que se queda algo escaso. Cuando realmente hemos llegado al punto más interesante, cuando los personajes ya tienen la complejidad y entidad requerida para que la historia abarque nuevos niveles, se nos termina Not all robots. Lo bueno es que acaba con un «fin del primer tomo», con lo cual suponemos que habrá oportunidad para un segundo tan necesario.
El segundo problema está de parte de Mike Deodato Jr. Suponemos la mejor de las intenciones cuando Axel Alonso ofreció a Russell a Deodato como dibujante de Not all robots. Al fin y al cabo tal vez sea el dibujante emblema de AWA y podría considerarse que asignártelo es extenderte la alfombra roja. Sin embargo, si bien Deodato es un artista increíblemente dotado para los blockbusters y las grandes escenas de acción, la sofisticación del acting que requiere un tebeo como Not all robots se le escapa por completo. Obviamente hacer actuar a tus personajes no es ponerles caras de actores, sino hacerles transmitir las emociones que puedan hacer verosímil un planteamiento que va ganando peso con el paso de las páginas. Las iluminaciones de alto contraste a partir de modelo fotográfico, tan de su gusto, tienen la peculiaridad no sólo de quedarse estáticas, sino que en muchísimas ocasiones llenan de sombras partes de los ojos o la boca, que son las dos principales fuentes de transmisión de emociones y se cargan cualquier atisbo de resultar funcionales. Se puede entender que sabotee la expresividad de los robots para alejarlos de expresiones humanas precisamente por distanciarlos, pero anular así el acting de sus personajes humanos es sin duda lo peor de este tebeo.
Pero es que incluso los robots podrían ser más expresivos. Obviamente, no van a lucir sonrisa, pero lo mínimo debería ser que podamos distinguir a unos de otros por algo más que el color de Lee Loghridge. Los diseños de los robots son también excesivamente homogéneos en proporciones y dinámicas corporales, con lo que tenemos un montón de personajes, que deberían tirar de la trama y el subtexto, que apenas colaboran con el lector para entender la historia.
En definitiva, tal vez Deodato con sus divisiones de página ornamentales y arbitrarias y sus caras de actores pueda darnos una estética atractiva con la que entrar, pero en lo que sin duda fracasa es en hacernos profundizar en esas capas a las que debemos acceder a través de los personajes, dejando que tenga que ser el lector quien proyecta su propia emotividad por lo que lee en esos diálogos ácidos que caracterizan a Russell y que abundan en Not all robots.
Con todo, Not all robots sigue siendo una ingeniosa fábula de la era que vivimos del relativismo del todo vale y es respetable, con un buen puñado de buenas ideas y alguna que otra pregunta que se queda revoloteando en tu cabeza al terminar. La lástima es que con un dibujante más adecuado — ni siquiera más dotado — sin duda podría haber sido mucho mejor tebeo de lo que ya es.
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