Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

No lo abras jamás, de Ken Niimura

No lo abras jamás, de Ken Niimura
Guion
Ken Niimura
Dibujo
Ken Niimura
Formato
Rústica con solapas. 408 páginas. Bitono
Precio
20€
Editorial
Astiberri (Sillón Orejero) . 2021

En occidente, tal vez el mito de Orfeo es el que mejor ejemplifica lo que Ken Niimura nos trae como nexo de unión de las tres historias de No lo abras jamás, pero obviamente esta inevitable lucha entre la fe y la curiosidad es universal y así lo demuestran los Mukashi Banashi, relatos enraizados en la tradición japonesa de los cuales Niimura se vale para confeccionar este tomo.

No lo abras jamás

Ken Niimura es otro de esos autores surgidos con el siglo, que en su par de décadas de trabajo, tal vez sin el ruido que le correspondería, ha cosechado una serie de éxitos al alcance de muy pocos autores. I Kill Giants, su debut en los USA con Joe Kelly, sería llevada al cine; ha trabajado en USA, Europa y Japón y en 2019 se llevaría el Premio Eisner al mejor cómic digital por Umami. Con este currículum regresa a Astiberri, donde ya había publicado Otras jaulas o ese curioso experimento en forma de libro ilustrado que es En el camino de la madeja, y recopila Never Open it, que ya editaría antes como webcomic más otras dos historias.

En No lo abras jamás escoge tres historias de entre estos Mukashi Banashi, para dejarnos un libro de más de 400 páginas que aunque se lean en un suspiro, no nos van a dejar el estómago vacío. Urashima Taro, Ikkyu-san y La gratitud de la grulla serán los tres cuentos que libremente adapta, aunque sin perder nunca ese tono de fábula de la que siempre podemos aprender algo.

No lo abras jamás

No lo abras jamás es el título de la primera historia, que además da título al tomo. Urashima Taro es la más conocida de las tres historias y ha sido adaptada en multitud de ocasiones, llegando a verse en Doraemon, Dr. Slump o incluso en USA a cargo de David Mazzucchelli en la antología Little Lit. No lo abras jamás nos presenta a Taro, un muchacho de buen corazón que vive con su madre y cada día va a pescar sin faltar ni uno. Un día salvará a una tortuga de unos matones y ésta le llevará a un mundo mágico en el fondo del mar, al que podrá volver siempre que quiera gracias a una caja mágica, aunque con la condición de que nunca la abra. Sin embargo, cuando Taro por fin vuelva, las cosas no serán como él espera y hasta aquí puedo leer porque es casualmente en los finales donde la adaptación de Niimura es más libre.

La segunda historia es la más cortita y casi actúa como un intermedio ligero para coger aire entre las dos historias principales. De hecho el tono en el que bajo el título de Nada adapta Ikkyu-san es mucho más humorístico y liviano. Un monje deja en su templo un jarrón que no llegamos a saber bien si contiene miel o un veneno mortal. El problema será cuando el monje tenga que ausentarse y dejar solo el jarrón con sus dos jóvenes discípulos. A partir de entonces pasarán a ser una especie de discípulos de Schrödinger, que no sabemos si están vivos o muertos y Ken Niimura se ocupará de alimentar aún más las dudas con un juego de flashbacks, que maneja como un trilero.

No lo abras jamás

Culmina el tomo en La promesa, que adapta La gratitud de la grulla. Yohio es un joven leñador que un día salva una grulla herida. Será poco después cuando aparezca Tsuu, una joven con la que terminará casándose y que resulta ser capaz de tejer unas telas de enorme calidad. Sin embargo, pide a cambio que nunca entre en la sala mientras ella está tejiendo.

Todas estas historias nos hablan de esa tentación por lo prohibido, pero también nos enseñan, gratitud, generosidad, a aprovechar el presente, amar los nuestros y montones de cosas más y es que no olvidemos que, adaptadas libremente o no, siguen siendo fábulas.

No lo abras jamás

Y ya sabemos que lo bueno de los cuentos no reside muchas veces tanto en lo que cuentan, sino en quién y cómo lo cuenta y es aquí donde Niimura saca la artillería. Ken Niimura es un maestro de mínimos. Pocos autores son capaces de tanto con tan poco. Comentábamos un poco más arriba lo rápido que se leen estas 408 y ya no es solo por esas acciones más descomprimidas y esas páginas escuetas en viñetas que solemos ver en los modos habituales del manga, es que todo está compuesto para que toda la información esencial quede visualizada en apenas un vistazo y la lectura continúa mientras los detalles de fondo van siendo masticados casi de modo subconsciente. Cuando hablamos de la composición de las páginas y las viñetas de Niimura, no es solo esa enorme síntesis a la hora de colocar elementos y relacionarlos con otros, es que el propio trazo que conforma esos elementos parece formar parte de la narrativa. El gesto, la curva, dirección y velocidad son casi tan importantes como las formas que representan. Podríamos emparentar en cierto modo el estilo de Niimura con el shodō, el arte de la caligrafía japonesa y no solo por la importancia del gesto y la forma, sino porque de algún modo Niimura parece buscar en nosotros que aprendamos a leerle. No lo abras jamás, la primera Parece como si quisiera que asimilemos que el uso del color rojo sobre el blanco y negro es para los momentos climáticos, que un fondo y gutter negro nos sitúa en un flashback, cómo jugar con el drama con los grises o eliminar expresiones faciales para curiosamente expresar. La primera historia es un catálogo de recursos que serán reutilizados o incluso llevados un paso más allá en las dos siguientes historias. Solo una guía previa consigue que cuando estos se retuercen a los niveles que llega en la gratitud de la grulla, funcionen con la eficacia que lo hacen. Y es que cuando eres capaz de sintetizar al nivel de Niimura, cualquier pequeño añadido aporta toneladas de significado y emoción.

No lo abras jamás deja meridianamente claro que las viejas historias sobreviven al tiempo por la universalidad e intemporalidad de su mensaje y valores, pero también porque han tenido la suerte de ir cayendo en manos de narradores tan hábiles y exquisitos como Ken Niimura.