Es una pena no poder transmitir con palabras la musiquilla de la intro de la serie animada de los X-Men y darle a toda esta palabrería un poco de épica, así que os dejo una imagen que resuma el cambio de paradigma mutante propuesto por estos New X-Men para… abrir boca.
En los dos anteriores tomos de un total de siete que componen la nueva edición de los New X-Men publicada por Panini Comics, ya pudimos comprobar que la reinvención de los mutantes por parte de Morrison pasaba por unas ideas potentes desarrolladas con tiento, acompañadas de diálogos frescos con los que hacer sentir de forma diferente a los personajes de siempre y así soportar el abordaje de conflictos y flaquezas tradicionales desde un prisma diferente. Hablamos de la involución en la mutación de Bestia, la incorporación de la taimada Emma Frost al grupo, la insatisfactoria relación entre Scott y Jean… y Logan, o la frustración de jóvenes mutantes cuyo aspecto dista mucho de ser el de un Homo sapiens. Bien es cierto que aderezado con mamporros y tollinas (aunque tampoco tantas), razas alienígenas y humanos muy malos, pero todo ello supeditado a los conflictos internos, al culebroneo, al «no traiciones el amor de Jean» y al «cuantísimo sufre ese pobre muchacho gelatinoso al que nadie quiere».
Y con las conclusiones sacadas de las dos primeras entregas comenzamos con grandes expectativas la lectura del tercer tomo de la serie: Nuevos mundos.
Esta entrega arranca con un episodio dibujado por John Paul Leon y dedicado a Xorn, el mutante de origen asiático con la energía del sol encerrada en su casco de metal. Nos explican un poquito más del pasado del personaje y, de paso, el escocés ahonda de nuevo en aquellas mutaciones que son un suplicio y una condena para los que las sufren. Un capítulo que de primeras puede sentirse de transición, pero que veremos es importante de cara a comprender la actitud paciente y atenta que tiene Xorn más adelante como mentor de los jóvenes mutantes con desorientación aguda. Y del resto del tomo destacaría un bonito episodio con el fantasma de Magneto como protagonista titulado Campos magnéticos ambientales, que nos deja el que es posiblemente el momento más emotivo en lo que llevamos de colección (al menos para los más avezados lectores de los mutantes).
Durante este puñado de números vemos que el guion aprovecha para desarrollar un poquito más a estudiantes como Pico y Angel, sube un punto de calor en el todavía amago de affaire entre Emma y Scott, y la guinda del pastel: viajecito mutante por Europa y presentación de Fantomex, ese mutante francés con un nombre que bien podría ser el título de una película protagonizada por Chiquito de la Calzada.
Chorradas aparte, Fantomex es un ladrón cuya mutación le proporciona un aguante infinito al dolor, ducho en el manejo de armas de fuego —va con dos pistolones— y que se desplaza en una nave que ha surgido de su propio sistema nervioso. Si a eso le añades que tiene un aire a prota de una película de espías y que viste entero de blanco con una chichonera en la cabeza para evitar que le lean la mente, no es muy difícil adivinar que esto huele a bizarrada de Grant Morrison.
Un personaje con el que tocar el tema de las Armas X, 11, 12… 13, en medio de unos números con mucha acción y menos frescura. Siento que esta parte empasta regular con el resto y a mi parecer es lo más flojo de las cuatro primeras entregas de los New X-Men. No digo que esté mal y que no esté plantando semillitas para más adelante, pero entre las prisas notorias con el dibujo (no voy a volver a hablar de los problemas del baile de dibujantes, lo prometo) y que se aleja bastante del tono general de la serie, no me terminan de cautivar los tres números que engloba este arco. Tengo la impresión de que pueden ser más trascendentes a nivel de expansión del universo mutante con este nuevo personaje y los derivados del programa Arma X, que a nivel de encaje con el resto de la colección.
Todo lo contrario que sucede con la cuarta entrega: Revuelta en la escuela, que para mí es el punto más alto de lo que va de serie por varias razones. Lo primero y más importante de todo es que volvemos a tener homogeneidad en el equipo creativo: Grant y Frank; lo segundo, que regresamos al marco de la escuela y las clases (lo que no le priva de épica), en el que Morrison ubica a un —por entonces— nuevo personaje: «qué te» Quentin Quire, un chiquillo hecho para molar que mola (el poochismo es poderoso en él), y que no deja de ser un Magneto de bolsillo en cuanto a proclamas, aunque más adolescente, más efervescente y más confuso; y en tercer lugar, me gusta especialmente este arco porque se dejan caer pequeños detalles que hacen más rico el concepto de sociedad mutante: la «coz», una droga para el Homo superior, o que un mutante sea un reconocido diseñador de moda.
Cuatro números en los que Quentin Quire y su grupete de malotes hacen que los New X-Men me recuerden por momentos a Deadly Class. Muy recomendable. Diría que si alguien quiere picar antes de engullir, el primer y cuarto tomos serían mis elecciones.
Ah, y por supuesto, terminamos con cliffhanger; uno de risita nerviosa. Sólo os adelanto que esta vez no estoy seguro de que Scott pueda hacer… mutis por el forro. Muchas ganas de continuar con la lectura y ver hasta dónde llega todo este asunto.
Hasta la próxima entrega, «mutantes de la pradera».