Hace casi treinta y cinco años que vi en directo por primera vez a una banda internacional de Heavy Metal. Me estrené con Anthrax en ese lejano concierto en la Casa de Campo de Madrid en 1988. Desde entonces, he visto a cientos de grupos en concierto, y sus salidas al escenario suelen estar cortadas por el mismo patrón. Se apagan las luces, suena un tema pregrabado que va subiendo la tensión en el público, se encienden las luces de golpe y el grupo sale corriendo al escenario mientras atacan la primera canción del repertorio. Hasta que vi a Motörhead.
La primera vez que vi en vivo a Lemmy Kilmister y los suyos me quedé con la boca abierta. No se apagaron las luces. No hubo fanfarria de ningún tipo. Nadie corrió. Salieron andando tranquilamente, Lemmy se acercó al micrófono y dijo «We are Motörhead and we play rock and roll» y nos tiraron a la cara Iron Fist como una apisonadora sonora. Actitud, ruido y rock and roll. Eso era Motörhead.
Quizás Motörhead no haya sido la banda más ruidosa de la historia -para eso están los grupos de metal extremo escandinavos-, ni los más virtuosos -posiblemente el prog esté en el otro lado de la escala de donde está este trío- ni los más rápidos -aunque el thrash y el speed le deben mucho-. Pero es imposible entender la historia del Metal sin tener en cuenta los aportes de Lemmy y compañía. Hace ya casi cincuenta años de la fundación de uno de los grupos más importantes del género, y Redbook ha publicado una merecida novela (bio)gráfica cubriendo los primeros años de la banda.
La historia de la banda más ruidosa del mundo es un biopic que nos lleva desde la juventud de Lemmy hasta su primer (y único) disco que consiguió el número 1 en las listas británicas, el directo No Sleep ‘til Hammersmith de 1981. No es una historia que glorifique la figura del personaje, pero tampoco la tira por tierra. Es ante todo, honesta, y si tiene que decir que la motivación de Kilmister para entrar en el rock no fue la pasión musical sino las ganas de tener sexo a todas horas, lo dice. Y si hace falta dejar claro que Lemmy estaba enganchado a las anfetas… bueno, motorhead es una palabra que en slang estadounidense se refiere a los adictos a las anfetas. Lo dicho, honestidad.
Dejando de lado la pasión por la banda, hay que decir que el cómic está realmente bien hecho. No es como otros productos similares, en los que el grupo en cuestión ya es suficiente reclamo comercial y está hecho sin ganas por autores de tercera fila, resultando finalmente una lectura plomiza. La historia de la banda más ruidosa del mundo es un tomo de 144 páginas al que te acercas para leer un rato y ya lo seguirás mañana y cuando te quieres dar cuenta te lo has bebido de una sentada. La historia avanza de forma fluida, y el arte cumple tanto a nivel narrativo como dando espectaculares pin ups de un tipo que tenía un carisma arrollador siendo más feo que pegar a un padre.
Redbook Ediciones, editorial que ya ha traído otras biografías de grupos musicales como la de Led Zeppelin, nos trae un libro al no se le puede poner casi ninguna pega. Formato cuadrado recordando un disco de vinilo, tapa dura con sobrecubierta, papel de buena calidad, encuadernación sólida… Si acaso, el único pero que se le puede poner es que la fuente elegida para la rotulación, distinta a la del original americano, da una cierta sensación amateur, pero lo cierto es que no dificulta la lectura en ningún momento.
Hablando claro: todo fan de Motörhead DEBE tener este libro. Los que no conozcan las andanzas de Lemmy pueden quedarse un poco escandalizados ante la biografía del tipo que hizo del lema sexo, drogas y rock and roll una forma de vida, o incluso pensar que es una exageración. Si hay alguna duda, el documental Lemmy, 49% motherfucker, 51% son of a bitch las puede despejar.
Y para despedirnos, qué mejor que Ace of Spades, posiblemente el tema más conocido de la (difunta) formación original de la banda. That’s the way I like it, baby, I don’t wanna live forever.