Si tuviera que elegir mi tebeo preferido de toda la historia del medio, lo tendría complicado. Dependería de el estado de ánimo, de los intereses que tenga en el momento de la elección, de si hablamos de valores técnicos o de la historia que nos cuente el cómic en cuestión… Pero si tuviera que decir cuál es el cómic más importante en mi vida como lector, ahí no tengo absolutamente ninguna duda. Es Mortadelo y Filemón.

La obra de Francisco Ibáñez siempre ha estado ahí. Ver a familiares mayores riéndose leyendo las historias de los agentes de la T.I.A. fue lo que me hizo querer aprender a leer a una edad anormalmente temprana. De mi época como lector infantil, Mortadelo fue el único personaje que seguí leyendo como adolescente. Y ahora, a los cuarenta y tantos, sigo periódicamente leyendo algún tebeo suyo. Y siguen consiguendo arrancarme risas.

Más de sesenta años después de su primera aparición, aún sigue en activo la gran creación de la Silver Age española. Mortadelo y Filemón debutan en 1958, un año antes que el Green Lantern Hal Jordan, dos años antes que la Liga de la Justicia, tres años antes que los Cuatro Fantásticos, cuatro años antes que Spiderman. Y durante la mayor parte de esta larga temporada, con su creador al frente. Y aunque es cierto que, como he comentado, son unos personajes muy importantes en mi vida como lector, llevaba una temporada sin leer álbumes nuevos de estos personajes. Hasta ahora, que ha caído en mis manos el último, número 201 de la colección Magos del Humor y titulado ¡Felices fiestaaas!, centrado en las cercanas festividades navideñas.

La sensación que me ha dejado ¡Felices fiestaaas! es… a ver cómo lo explico. ¿Sabes esas veces que te reencuentras con un viejo amigo al que hace una larga temporada que no ves pero cuando llevas un rato hablando es como si hubiérais estado juntos el día antes? Pues exactamente igual. Tenía mis recelos de cómo podía haber evolucionado este título, más aún teniendo en cuenta que podía hacer más de una década que no me acercaba a sus historias nuevas. Y lo que me he encotrado podría perfectamente haber sido publicado en mis años de instituto o primeros cursos en la universidad. ¡Felices fiestaaas! mantiene la misma estructura que sus historias más clásicas: es una serie de historias cortas que forman parte de una trama más larga, pero que se pueden leer perfectamente tanto del tirón como por separado, herencia de su publicación por entregas en revistas varias.

Seguimos teniendo aquí el mismo tipo de humor que teníamos décadas atrás. La obra de Ibáñez se basa en el gag más físico, en el trompazo, en el error avergonzante y en temas que hoy en día no son precisamente correctos, pero que, siendo conscientes de qué tipo de humor busca -y de qué época proviene- funcionan a la perfección. En este caso, tenemos una colección de sketches ambientados en las celebraciones de final de año. Así, tenemos las comilonas de empresa, las inocentadas del 28 de diciembre, los regalos de Navidad y tantos otros tópicos, filtrados por el característico tipo de humor con un puntillo surrealista made in Ibáñez. Y todo ello con el tradicional recital de disfraces de Mortadelo que no puede faltar.

¿Es ¡Felices fiestaaas! un cómic que vaya a pasar a la historia, o que venga a cambiar la forma de hacer humor? No, por supuesto que no. Pero sería un error buscar una trascendencia así en una obra que no tiene ese tipo de pretensiones. Es un cómic cuyo único objetivo es hacerte pasar un buen rato y sacarte alguna que otra carcajada. Y he de decir que, conmigo al menos, lo ha conseguido. Así que, viejo amigo, a ver si quedamos a tomarnos otra un día de estos. Y a ver si no pasa tanto tiempo hasta la próxima.