Sherlock Holmes es uno de los personajes de la historia de la literatura que más veces ha sido utilizado por otros autores además de su creador. Además de la obra de Arthur Conan Doyle, tenemos una enorme cantidad de novelas escritas por otros autores. tenemos múltiples películas, series de televisión y, por supuesto, cómics, publicados a ambos lados del Atlántico. El más reciente que nos hemos encontrado es Moriarty: Imperio mecánico, un álbum que ha editado Norma en el que se recoge la serie completa de Delcourt, publicada originalmente entre 2018 y 2019.
En Imperio mecánico nos encontramos con el detective de Baker Street en un Londres steampunk, en una mezcla de géneros que no le sienta nada mal al personaje. Aqui, Sherlock, tiempo después de su reaparición tras su caída en las cataratas de Reichenback junto a su némesis, el Profesor James Moriarty, se encuentra con una extraña situación, en la que un personaje en la sombra está utilizando engendros mecánicos para cometer crímenes. Todo el mundo piensa que Moriarty, el Napoleón del crimen, ha vuelto, pero Holmes insiste en que es imposible. Que él le vio caer de la catarata y golpearse contra una roca con inevitable resultado fatal. ¿O quizás no es tan imposible? Además de el elenco habitual del entorno holmesiano, aparecen por aquí personajes reales y de ficción como Alfred Nobel, Henry Jekyll y Edward Hyde o los Hermanos Wright.
La historia que nos cuentan en este tomo Fred Duval y Jean-Pierre Pécau, habituales colaboradores que han firmado juntos obras como La Revolución Rusa o ¡Tiembla, Roma!, es un pastiche bastante simpático. Hay una colección de personajes y conceptos que nos suenan sin duda conocidos: la mezcla de James Moriarty con Mycroft Holmes, Jekyll y Hyde y la ambientación steampunk con el Peligro amarillo como amenaza de fondo nos traen a la mente sin duda la archiconocida Liga de los Caballeros Extraordinarios, de Alan Moore y Kevin O’Neill. Pero no sólo eso, la sustancia que convierte a Jekyll en Hyde se presenta como un suero del supersoldado con potencial militar, con lo que metemos al Capitán América en la mezcla también. Tenemos, en resumen, un batiburrillo de ideas procedente de un buen puñado de orígenes diferentes que, curiosamente, engarzan bastante bien. Argumentalmente, Moriarty: Imperio mecánico no hace nada nuevo, pero lo que hace no lo hace mal.
El gran problema que tiene esta obra es su dibujante. Aunque a primera vista el trabajo de Stevan Subic es visualmente impactante, hay que decir que su narrativa no es nada clara. A ello se une que tiene un estilo tremendamente sucio, que aunque le da un extra de fuerza a sus lápices, hace que en ocasiones, más en la segunda mitad que en la primera, cueste distinguir a unos personajes de otros y haga complicado saber incluso qué está pasando en según que escenas, requiriendo un esfuerzo adicional por parte del lector que no debería ser necesario en una obra de entretenimiento ligero como la que tenemos entre manos. Lo que podría haber sido una lectura tremendamente divertida acaba resultado farragosa, lastrada por un dibujo poco apropiado para lo que necesita la obra.
Moriarty: Imperio mecánico es una obra muy entretenida que podría haber sido mejor de no haber quedado empañada por un dibujo que acaba resultando fallido aunque a primera vista resulte impactante. Aún así, el mundo creado por Duval y Pécau es suficientemente interesante como para que haya aparecido una nueva serie de este título, llamada El hombre de las cien caras, pero con un nuevo dibujante. Le daremos una oportunidad cuando llegue la edición en castellano.