En los últimos tiempos, hay un par de tradiciones en el mundo del cómic que se cumplen año tras año. La primera es la publicación, a finales de primavera o principios del verano, del tomo anual en castellano de Monstress, la serie de fantasía/terror de Marjorie Liu y Sana Takeda. La segunda, a finales del mes de julio, es la celebración de la San Diego Comic Con y los premios Eisner, y la inevitable nominación de Sana Takeda como mejor artista pictórica/multimedia. Este año, además, se lo ha llevado por tercer año consecutivo, y por cuarto desde que se está publicando Monstress. Un buen momento para darle un repaso a Infierno, el octavo tomo de la serie, que aún teníamos en la pila de lectura desde su publicación a principios de mayo.
Como ya hemos comentado en ocasiones anteriores, Monstress es una serie ambientada en un complejísimo e irreal mundo que parte de una versión fantástica de Asia en la época medieval del que el lector no tiene nada de información en su primera aproximación. El conocimiento del entorno va llegando poco a poco, en pinceladas de información aquí, en las lecciones del gatuno Profesor Tam Tam al final de cada número americano… y, por qué no, acostumbrándonos a la extrañeza. Uno pensaría que a estas alturas, más de cuarenta grapas después del inicio de la colección, mil y pico páginas después de que nos lanzáramos a este mundo como a una piscina, ya tendríamos el mundo razonablemente bien conocido… pero Liu y Takeda no paran de sorprendernos. En Infierno, octavo volumen de la serie, siguen dándonos información.
En esta entrega, vemos la relación entre Maika Mediolobo y Zinn, el monstruo que habita en su interior, desde el otro punto de vista. En Infierno, la parte de esta simbiótica pareja que más tiempo de página recibe es Zinn, y en un viaje al planeta prisión donde fueron confinadas las deidades antiguas, iremos conociendo el pasado de Zinn y más detalles de su especie. El problema, el de siempre. El mundo y la política de Monstress es tan vasto y tan complejo que tras la lectura nos deja la sensación de que nos hemos olvidado de cosas y de que nos faltaba información. Que habríamos necesitado una lectura de todos los tomos previos. Pero es que a estas alturas estamos hablando ya de casi 1500 páginas.
Un problema adicional nos encontramos en la edición en castellano de este tomo. Las entidades que vemos en este arco argumental tienen género neutro, lo que implica que en el original en inglés, un idioma que no tiene prácticamente ningún marcado de género, nos encontraremos algún que otro they singular aquí y allá en el uso de pronombres. Pero el castellano tiene constantes marcados de género en artículos, sustantivos, adjetivos y pronombres, y además no tiene un neutro diferenciado del masculino. Eso quiere decir que, para adaptar la intención de las autoras al castellano, se usa el lenguaje inclusivo. Y el lector que, por edad, educación o entorno social no esté muy acostumbrado al uso de esta forma de expresión, tendrá que hacer un esfuerzo adicional ante frases como «le forjadore-cantore hace mucho desea a ese mistificadore». Es una obra difícil de leer por lo previamente expuesto, en la que el lenguaje usado en su traducción lo dificulta un punto extra y hace que ciertos perfiles de lectores lo tengan un poco más complicado para sumergirse en un mundo ya poco amable de por sí.
La lectura de Monstress 8 ha sido una experiencia dura, la verdad. Sigue siendo un mundo fascinante, con una estética que nos deja con la boca abierta gracias al arte de Sana Takeda -no tanto por su narrativa-, pero nos hemos quedado con la sensación de que nos estábamos perdiendo más de la cuenta, por fondo de la historia y por el uso del lenguaje. Quizás el año que viene, antes del lanzamiento del noveno volumen, hagamos la lectura completa que esta serie nos lleva tiempo pidiendo. Y según la sensación que nos deje, ya veremos si nos decidimos a seguir con el noveno tomo.