Por más que en la portada ponga Black Label, Matanza Americana es una serie de Vertigo, una de las últimas. A finales de 2018 salió esta serie de Bryan Hill y Leandro Fernández y para cuando terminó con su noveno número ya había saltado la noticia de que en enero de 2020 Vertigo cerraría sus puertas tras casi treinta años de historia, más si contamos todos aquellos primeros títulos como La Cosa del Pantano, Hellblazer o Sandman anteriores al nacimiento del sello.
Parece que hace una eternidad desde que perdimos la marca Vertigo, pero solo hace tres años. Sin embargo, en los últimos tiempos ya estaba lejos de ser lo que fue. Aún había títulos interesantes como El Sheriff de Babilonia, El club de los supervivientes o Deathbed, pero mientras DC había dejado de poner la carne que hacía falta en el asador de Vertigo, la pujanza de Image y otras independientes terminaron por matarlo. Es quizá esa sensación de abandono la que provocó que muchas de las obras de la última época permanezcan inéditas en España y aún estamos por ver series como Art Ops, Clean Room, Coffin Hill, Jacked o Motherlands, pero parece que ECC está rescatando algunos títulos de esta última hornada y recientemente hemos podido ver en nuestras librerías obras como Demonios Imaginarios o este Matanza Americana.
Esa última Vertigo ya no contaba con estrellas, pero eso no quiere decir que no tuvieran autores de experiencia y calidad. Tal vez no nos estimule en exceso leer que Bryan Hill se curtió en Top Cow en títulos como Aphrodite V o Cyber Force o que es el artífice de Ángeles Caídos, probablemente la peor serie de todo el Dawn of X. Sin embargo, tal vez sea mejor valorarlo por su trabajo en Batman y los Outsiders o Wildstorm: Michael Cray, el spin-off de The Wildstorm, o por su serie Postal para Image, aún inédita en España.
Por su parte el argentino Leandro Fernández viene de la escuela de Marcelo Frusin o Eduardo Risso, pero ya es un viejo conocido de la industria norteamericana, sobre todo por sus trabajos con Greg Rucka, como Queen & Country, Lobezno o The Old Guard, o por Punisher Max con Garth Ennis. Le teníamos una tanto perdida la pista pero en breve llegará a España su western argentino — que tal vez deberíamos llamar southern — Far South.
Ambos se unen en Matanza Americana para darnos una historia de agente infiltrado. En este caso, tendrá que introducirse en la organización de un supuesto filántropo con vínculos en organizaciones de extrema derecha. Como toda historia de infiltrados que se precie su tapadera estará pendiente de un hilo, a la vez que por momentos se va perdiendo en la identidad que ha fabricado para esta misión.
La mayor carga de Matanza Americana se apoya en dos pilares. Por un lado, tenemos la tensión y los giros tradicionales de este tipo de historias. Bryan Hill consigue hilar una trama intrincada y sólida, que logra captar el interés y meternos en un crescendo lleno de plot twists. La otra pata es el subtexto, que en este caso es prácticamente texto, sobre el racismo enraizado en la sociedad y la política americana y sus diferentes formas.
Por su parte, Leandro Fernández destaca sobre todo por una labor fabulosa de diseño y caracterización. Hill dota a cada personaje de sus propios demonios, pero es Leandro Fernández quien consigue dotarlos de personalidad propia. Deudor de sus maestros como es, su estilo nos mete en un mundo noir donde Eduardo Risso está muy presente, aunque a veces puede recordar en cierto modo a Tim Sale, por sus diseños un tanto caricaturescos y sus sombreados no naturalistas. Sin embargo, probablemente se debe más a influencias comunes de Hugo Pratt, Alberto Breccia o José Muñoz que por una influencia directa.
Matanza Americana es una serie escrita y dibujada con mimo y oficio, pero lamentablemente no termina de despuntar. Tal vez quizá nos falte un cierto enganche con sus personajes o la serie no termine de encontrar eso que la distingue de las demás. Es como si por momentos quisiera ser Scalped, con su rollo de infiltrado desarraigado; otras veces esa 100 Balas de personajes crípticos y conspiradores o incluso a veces DMZ o Y el último hombre con su discurso social y político. En cualquier caso, se queda un tanto falta de identidad y pese a la profesionalidad con la que está ejecutada la obra, no llega a alcanzar ese algo particular.
En cualquier caso, la lectura de Matanza Americana mantiene el interés y tiene sus momentos de brillo, pero a veces buen guion y un buen dibujo no son suficientes para que una historia te marque y ese pudo ser el problema de esa última Vértigo. Por más que tuvieran autores de calidad y experiencia contrastada, aquello que hacía especiales a Sandman, Predicador, Los Invisibles y tantas otras se había perdido… probablemente para siempre.
