Apenas era un anuncio y un par de imágenes en Twitter cuando hace un año os dijimos que la adaptación de Matadero Cinco a cargo de Ryan North (Chica Ardilla) y Albert Monteys (Universo) iba a ser una lectura obligatoria. Hoy, una vez leída la edición que nos trae Astiberri, podemos asegurar que nuestro olfato no se equivocaba y que muy probablemente, estamos ante el tebeo del año.
La obra original de Kurt Vonnegut de 1969 es ya un clásico de la ciencia ficción y, si me apuras, de la literatura en general y este tomo no es la primera adaptación a otro medio de Matadero Cinco. Tal vez la más conocida es la película de George Roy Hill de 1979, pero ha tenido varias adaptaciones a teatro, radio e incluso estuvo a punto de hacerse una nueva película con Guillermo del Toro. No tengo el placer de haber visto u oído todas, pero me cuesta creer que sean mejores que el trabajazo que se han marcado Albert Monteys y Ryan North.
Matadero Cinco nos cuenta la historia de Billy Pilgrim, un soldado testigo del bombardeo de Dresde, un optometrista aburrido y también un sujeto de abducción alienígena, aunque no precisamente en ese orden… o tal vez sí. Pilgrim tiene la… llamémosle habilidad de desprenderse en el tiempo. Durante su abducción conoció a los tralfamadorianos, una especie alienígena que experimenta la vida en cuatro dimensiones. Desde entonces Pilgrim experimenta la suya de modo similar. Toda su vida transcurre simultáneamente, pero en lugar de una omnisciencia al estilo del Dr. Manhattan, lo que experimenta se parece más a intentar ver la tele con alguien cambiando los canales por ti. Con todo esto tenemos una obra donde la ciencia ficción es la excusa para una comedia negra donde la guerra no es lo único que recibe lo suyo de manos de Vonnegut.
Hasta aquí todo lo que hemos hablado de Matadero Cinco está en la novela, pero hay varios motivos por los que considero que (y esto tal vez me cree algún enemigo) la adaptación de Ryan North y Monteys mejora el original. Ya desde el principio hay un prólogo que hace algo que nos sitúa algo así como un nivel de realidad por encima. Al comenzar contando el contexto de la obra, el autor y los personajes antes de arrancar propiamente la historia, ya casi nos otorga una especie de visión tralfamadoriana de la obra (a la vez que nos pone todo mucho más cristalino). Esto no solo aclara las cosas sino que legitima el uso de cuantos recursos se le antojen a Monteys por poco naturalistas que sean: rótulos con flechas, recortables, tiras cómicas en medio de una historia, bocadillos sobre bocadillos, cómics dentro de comics, storyboards, malabares de color, todo tipo de onomatopeyas, transiciones de escena que son ingenio puro… bajo esta premisa todo vale, pero no se queda en un derroche de virtuosismo narrativo, sino que enriquecen el significado y ayudan a orientarnos en una obra que tiene un planteamiento ya de por sí un tanto enrevesado.
Creo que es inevitable sentirse un tanto perdido cuando se lee la novela de Vonnegut. Tal vez en gran medida es buscado para sentir un poco en tus carnes lectoras la experiencia de Pilgrim. Sin embargo, North y Monteys se las apañan para que todo quede mucho más claro e inteligible sin perder por ello la sensación de desubicación, que se percibe aunque no se experimente.
Otra de las pegas habituales en adaptaciones de prosa suele ser la profusión de texto en off de narrador omnisciente. Hay cartuchos de texto, sí, y la verdad es que bastantes, pero por un lado, el juego del prólogo nos legitima la existencia de un narrador y por otro, Albert Monteys se las apaña para que nunca resulte cargante y fluya con la imagen. El dibujo no acompaña al texto sino que en cada momento aporta justo la solución gráfica que necesita ese texto. La verdad no podemos restar mérito a Ryan North, que aborda la adaptación de un modo sumamente inteligente y nos deja algunos diálogos deliciosos, pero el que se sale por los cuatro costados es Monteys.
En cualquier caso, lo que consiguen juntos en este Matadero Cinco traslada todo ese absurdo de la guerra y la humanidad en general con una ironía y mordacidad que no tiene nada que envidiar al original. De algún modo también nos sitúa un nivel por encima de nuestra propia realidad en un vistazo total no excesivamente halagüeño. Los soldados de Matadero Cinco son niños, fantoches o directamente despojos humanos… pero humanos, no menos humanos e imperfectos que el resto de las personas que Pilgrim se encontrará durante su vida o que nosotros mismos.
Está claro que sin la genialidad de Vonnegut, nunca habríamos podido llegar a esta joyita de North y Monteys, pero con la distancia y el cambio de medio, se permiten llevarlo a una vuelta de tuerca a la que (os saludo de nuevo, enemigos) no llega la novela.