Si piensas en los grandes equipos creativos de Marvel Comics, el primero que vendrá a la cabeza, sin duda, es el formado por los Padres Fundadores Stan Lee y Jack Kirby. También Stan Lee y Steve Ditko, por supuesto. Y, dejando atrás la Silver Age y entrando ya en la Bronze, el primer equipo en el que pensaría casi todo el mundo es el formado por los ingleses Chris Claremont y John Byrne, responsables de una de las mejores etapas de la historia de la Patrulla X, de la época que convirtió a Power Man y Puño de Hierro en una pareja inseparable… y de un buen puñado de números de Marvel Team-Up, una de las series secundarias de Spiderman, que Panini recopila en el tomo del que hoy hablamos.
Marvel Team-Up es una serie que nace con la intención de aprovechar la popularidad de Spiderman y ponerle junto a otros personajes menos conocidos del Universo Marvel, sirviendo de puerta de entrada para lectores nuevos a otras colecciones de la editorial. La estructura de este título, en el que el trepamuros comparte aventuras con prácticamente cualquier personaje que se le ocurriera al guionista de turno pero en el que el segundo héroe nunca permanece más de dos o tres números, hace que ésta fuera una serie sin posibilidades de desarrollo de trama a largo plazo y más orientada a la acción que otra cosa. En prácticamente cada número se tenía que presentar el personaje invitado, explicar cómo había llegado allí y dejar sitio para la pelea de turno. Sí, es cierto que a estas alturas de la serie el villano al que se enfrentan los héroes solía durar un par de números, pero aún así, el ciclo habitual era que cada dos números se presentara un villano, dos invitados y se sembraran las semillas para la siguiente amenaza. Con este planteamiento, queda claro que las historias que nos vamos a encontrar son recitales de mamporros y con una profundidad tirando a escasa.
A lo largo de las doscientas y pico páginas de este tomo, pasarán como invitados Chaqueta Amarilla, la Avispa, la Antorcha Humana (repitiendo el dueto con el que arrancó la serie años antes), Ms. Marvel, Puño de Hierro, las Hijas del Dragón, el Capitán Britania, Tigra, el Hombre Cosa, Kaos, Thor, Power Man y Red Sonja, enfrentándose al Super Skrull, Serpiente de Acero, Arcade (siendo esta la primera aparición del personaje) o el Monolito Viviente entre otros. ¿Que no tienen nada que ver unos con otros? Cierto, y ese es el mayor problema que tiene Marvel Team-Up… a la vez que su mayor virtud. Es una serie impredecible, en la que prácticamente todo vale, con equipos imposibles y enfrentamientos sin demasiado sentido. Pero el caso es que la serie, leída en las dosis adecuadas, que ya hemos comentado que es básicamente una colección de one shots, funciona.
¿Y cómo es eso posible? Ni más ni menos que por la pericia de sus autores. John Byrne es uno de los ilustradores más capaces de la Bronze Age en Marvel, además de lo más parecido que había en la editorial durante los años 70 a una superestrella. Puede que en estas páginas no tenga mucho más que narrar que peleas, pero el dinamismo que ya tiene a estas alturas y la elegancia de su trazo hace que sean páginas en las que recrearse. Y, por otro lado, Chris Claremont, aún con su legendaria verborrea, hace un trabajo razonablemente eficaz, intentando dar con esta serie la sensación de que Marvel es un universo unificado. Así, se trae de Marvel UK al Capitán Britania, personaje del que escribió sus primeras historias, cierra aquí las tramas que habían quedado abiertas tras la cancelación de la serie de Puño de Hierro y plantea historias que se desarrollarían más adelante en la serie de Ms. Marvel, que también escribía él. Sí, es cierto, toda relación con otras parcelas de la editorial se daba con otros trabajos del propio Claremont, pero ya es de agradecer que intentara hacer algo más profundo que el tradicional héroes se encuentran/amenaza aparece/héroes zurran a la amenaza.
Quizás no sea la mejor colección de material de la historia de Spiderman, ni tampoco lo mejor que produjo Marvel durante los años 70, pero sólo por tener a Chris Claremont y a John Byrne como autores implicados y como muestra de una época en la que todo era más sencillo, todo lector de cómic pijamero sin complejos debería darle una oportunidad a estas historias.