Ya queda muy poco para poder volver a Getxo a disfrutar de su salón del cómic. Uno de los últimos reductos patrios donde poder respirar el aroma del tebeo y hablar con autores del noveno arte de una forma cercana y sosegada, al margen de otros tipos de entretenimiento. Un evento en el que hace un año tuvimos el placer de conocer y charlar un buen rato con Chris Claremont. Una persona amable y entrañable por igual, pero a la que por desgracia hice cambiar el rictus cuando le dije feliz y contento que me había encantado Thor: Ragnarok. En ese momento me echó una mirada entre desconcertada y fulminante, acompañada de un: «Why?!».
La acogida de aquella película no fue del todo buena —y con «del todo buena» con Claremont me quedo muy corto, creedme—. Y hablando de malas acogidas, la de la serie de Netflix Iron Fist ha sido aún peor. Otra liga en cuanto a crítica se refiere diría yo. Antes de verla, había leído por ahí que «no aportaba nada», que «ofendía a la comunidad asiática», que «no contaba con un villano digno»… incluso en la HCC Madrid de este año, en el encuentro con Julián M. Clemente y Alejandro Martínez Viturtia (de lo poco que disfruté más allá de los encuentros con amigos de este y otros medios, y que podéis ver aquí), Alejandro se ajustaba el traje de Defensor para comentarnos que a él le había gustado, aunque en un tono y con unos matices que dejaban claro que era de los pocos, y nadie más se pronunció al respecto. Y es que pese a sus defectos, que son obvios, yo también veo Iron Fist y me entretiene un montón. Será que me acuerdo de la época en la que las series no habían explotado y el producto audiovisual superheroico (animación a un lado) parecía que ni se le esperaba, y me conformo con menos.
Menos mal que Claremont no anda cerca mientras escribo esto.
No tiene un actor que domine las artes marciales (vale, esta es gorda), emplea un minutaje excesivo con los conflictos empresariales en el edificio Rand, las peleas están a varios Reed Richards estirados al máximo de distancia respecto a las escenas de acción de Daredevil (su «hermano mayor»)… pero aun con todo, me gusta. Lo admito. Eso sí, leer El Inmortal Puño de Hierro de Brubaker, Fraction y Aja, no ayuda demasiado a la hora de suavizar la crítica de los más duros con la serie. Y es que el tebeo del que hablaremos hoy es una buena muestra de que personaje, tramas (el plural igual está de más) y épica, se quedan muy muy muy cortos en el producto de Netflix.
Perdonad si doy mucho la turra con la serie, pero teniendo un producto tan relacionado y en boga, no lo puedo evitar.
En agosto, Panini Comics ha empezado a reeditar el Puño de Hierro de Brubaker, Fraction y Aja, esta vez dentro de su colección Marvel Saga. La última historia de Puño de Hierro es el nombre del primer arco de tres de los que se compone esta etapa del personaje, que en noviembre cumple doce años desde que se comenzó a publicar en EEUU (¡más de una maldita década ya!).
Este primer arco comienza con un prólogo en el que vemos a Danny Rand dejando a un lado la piel de Daredevil que había portado durante la Civil War, para volver a enfundarse su colorida vestimenta de Iron Fist. Así, el actual Iron Fist dejaba de ser una ñapa temporal para volver a protagonizar su propio título. Y digo actual porque, después de unos años en el olvido, esta etapa recupera al personaje de una forma muy inteligente por parte de Brubaker y Fraction, centrando esfuerzos no tanto en Danny Rand, sino en el concepto de Iron Fist y de legado. Y para ello, nos brindan pequeñas pinceladas de dos o tres páginas en cada número sobre diferentes personas que han ostentado el título de Iron Fist a lo largo de la historia, ofreciendo un gran peso dentro de estos primeros seis números a Orson Randall, otro «puño de hierro inmortal» de principios de siglo XX.
Gracias al personaje de Orson Randall, un tipo mucho más recio que el bueno de Danny, conoceremos más detalles sobre la historia del Iron Fist, de Lei-Kung el Tronador y de K’un-Lun. Asimismo aporta un trasfondo sci-fi muy pulp y con trazas steampunk con toda la historia sobre la accidental llegada del padre de Randall a K’un-Lun, y sirve de llave a los guionistas para introducir lo que veremos en Las siete ciudades celestiales, el segundo arco de la serie.
Siempre que se escriben guiones a varias manos se corre el riesgo de que los tics de cada autor salgan a relucir y no terminen de encajar. En El Inmortal Puño de Hierro, Brubaker y Fraction (que también coincidirían más tarde en Uncanny X-Men) no pueden evitar que se note su sello y El Inmortal Puño de Hierro tiene de todo, desde elementos de género negro hasta de sci-fi aparatosa, pasando por las artes marciales —faltaría más— y las pinceladas de costumbrismo y esas viñetas con conversaciones de impás que no van a ningún lado. Sí, a veces es fácil saber dónde acaba Bru y empieza Fraction, otras no tanto. Lo importante es que consiguen empastar todo.
Sobre el arte de David Aja solo tengo buenas palabras. Es un artista que me encanta y con una de las mejores narrativas de acción y lucha que recuerdo. Es el dibujante perfecto para personajes como Daredevil o Iron Fist. Las composiciones de página en que vemos al personaje fluyendo de una viñeta a otra es una de sus potentes señas de identidad, así como los paneles donde el luchador parece un bailarín apareciendo varias veces en diferentes escorzos. O esas viñetas en las que un elemento de contraste indica el punto exacto de impacto para que sintamos el dolor de un golpe certero en los tendones del codo.
También comentar que me encanta el diseño de personaje. Muy en la línea del dibujante, sin gran cantidad de adornos pero elegante.
Si bien en Hawkeye se nota que ya tiene un estilo propio depurado y esa característica línea gruesa perfilando los elementos de la viñeta, en El Inmortal Puño de Hierro aún se le nota más la importante influencia de David Mazzucchelli, con ese estilo lleno de sombras y aparentemente más sucio. Mucho tiene que ver con el color, que en Hawkeye es más plano. Es más, La última historia de Puño de Hierro tiene páginas donde se aprecia claramente al David Aja que veríamos posteriormente en Hawkeye, y que contrastan un montón con el resto del tebeo. Páginas en las que te dan ganas de entonar un «hola Matt Fraction». Esas páginas me gustan, que contrasten no tanto.
Además, apuntar que para los pequeños momentos de otros Iron Fist a lo largo del tiempo, el tebeo cuenta con los pinceles de diversos artistas, seleccionados de manera que su estilo encaje bien con el momento histórico que se quiere retratar en cada caso. Entre estos dibujantes adicionales tenemos a Travel Foreman, John Severin, Russ Heath y Sal Buscema. Ahí es nada.
El Inmortal Puño de Hierro de Brubaker, Fraction y Aja es un tebeo muy recomendable. Digna historia (tienes que tener cierta empatía con el pulp y las excentricidades eso sí) y un dibujo impecable. Es la lectura perfecta para aquellos que estén interesados en comenzar con el personaje. Si no os gusta la serie (comprensible) pero os mola el personaje, probad con este tebeo.
Incluye algo de material extra con el guion de un par de páginas, así como bocetos de David Aja y un hilo de correos electrónicos de los que se intercambiaban los autores hablando sobre los avances del tebeo.
Y bueno, ya que me he puesto antes a hablar de Hawkeye con la excusa de David Aja, os diré que he planteado hacer un versus dentro del podcast entre este Iron Fist y «Hawkguy». Os adelanto que me quedo con el primero. Hawkeye me embelesaba gracias al arte de David Aja, pero este Iron Fist, además de tener un gran dibujo (y donde vimos por primera vez eso que tanto nos molaba de Aja en su Ojo de Halcón), cuenta con una historia bastante más entretenida a mi parecer. Sé que la influencia de Hawkeye fue tremenda dentro de la ola indie que arrasó en Marvel, pero el exceso de contemplación de sus historias me terminó saturando.
Los que no compartáis mi apreciación, no necesito recordaros que a mí me entretiene la serie, ¿verdad? Podéis hacer equipo con Claremont.