Como comentábamos hace algo más de un mes, Guerreros Secretos fue una colección basada en ideas y personajes que había ido soltando Brian Michael Bendis a lo largo de los años. Los seis primeros números, que forman el arco argumental Nick Furia: Agente de Nada, estuvieron coescritos por el creador de los Guerreros y un joven talento que acababa de desembarcar en Marvel, Jonathan Hickman. Antes del primer número de Guerreros, Hickman sólo había escrito tres historias cortas. A partir del segundo arco argumental, Dios del Miedo, Dios de la Guerra, cuyo primer número ve la luz el día 26 de agosto de 2009, se queda al frente de la nave en solitario. Ese mismo día sale a la venta su primer número como escritor regular de Los Cuatro Fantásticos, marcando el inicio de la era Hickman de Marvel.

Teniendo en cuenta que Guerreros Secretos es una serie que surge de las cenizas de S.H.I.E.L.D. durante el Reinado Oscuro de Norman Osborn, era cuestión de tiempo que se vieran las caras con H.A.M.M.E.R. en alguna de sus ramas. Y exactamente eso es lo que nos encontramos en este volumen: el enfrentamiento entre los jóvenes de Nick Furia y los Thunderbolts de Osborn. Con ello, llega también un encuentro que era cuestión de tiempo que viéramos, el del joven Alex, la identidad humana de Fobos, el dios del miedo, y su padre Ares, el dios de la guerra, que cumple en el esquema de Osborn el papel que tenía Thor en los Vengadores de toda la vida.

Lo que parte de la serie más o menos lineal que presentó Bendis en Agente de nada, empieza a tener ramificaciones una vez tenemos desatado a Hickman. Al margen de ir avanzando en la definición de los personajes nuevos, que, en honor a la verdad, tenían la profundidad de un standie de cartón en su primer tomo, empezamos a ver más cosas. La relación entre Osborn e Hydra, aunque nadie se creía que el Duende Verde original pudiera ser un héroe de verdad por mucha Emperatriz Skrull que hubiera matado. Una nueva organización secreta llamada Leviatán de la que sabremos más en futuros números, pero, visto con perspectiva, era obvio que una serie de Hickman no íbamos a tener sólo dos organizaciones secretas. Ya vamos por tres, y veremos a dónde nos lleva la trama del Zodiaco del que estamos viendo pinceladas desde el primer tomo. Y ya que estamos metidos en agencias de espionaje, es de agradecer el guiño al pasado del Universo Marvel con la recuperación de John Garrett, el cyborg creado por Frank Miller y Bill Sienkiewicz para Elektra Asesina y que sólo había sido reutilizado por Dan Chichester en su controvertida etapa en Daredevil, más de quince años antes.

En el plano artístico, cambiamos -temporalmente- a Stefano Caselli por Alessandro Vitti, que hace un trabajo tan bueno que acabará sustituyendo al artista original. Vitti resulta mucho más dinámico, más expresivo, mucho más apropiado para una serie como ésta. Caselli acabaría dejando Guerreros Secretos para irse al Spiderman de Dan Slott, pero no se desvincularía por completo de Jonathan Hickman: años después, sería uno de los artistas con los que el guionista contaría en su legendaria etapa en Vengadores.

Y hablando también de dibujo, en el plano negativo, tenemos un especial dibujado por Ed McGuinness en el que intenta mezclar las ideas de Jim Steranko o Jack Kirby con su característico estilo de muñequitos cartoon y el resultado es el esperable. Me consta que hay gente a la que le gusta este artista, pero desde luego que no es mi caso.

Como comentábamos el mes pasado hablando del primer tomo de esta serie, aquí ya tenemos a Jonathan Hickman puro y sin cortar. Y la historia se convierte en algo mucho más ambicioso de lo que se veía en sus primeros números, y también plantea una complejidad creciente que nos deja con ganas de más. Ya iba siendo hora de que esta serie fuera reeditada.