Jason Aaron llegó a la serie de los héroes más poderosos de la Tierra en el lejano año 2018. En un escenario pre-pandémico, el anuncio de que el escritor de una de las mejores etapas modernas de “Thor” o de algunas joyas como “Scalped” o “Los Malditos” se hiciera cargo de mis queridos Vengadores fue recibido con relativa alegría. Más si tenemos en cuenta cómo había languidecido el título durante toda la etapa de Mark Waid.
Claro, que Aaron también es el escritor de algunos chuscos tremendos como “Conan el Bárbaro” o “Star Wars”. Series en las que podría haber triunfado y, sin embargo, no lo hizo. No pasa nada, todo el mundo tiene buenas y malas obras en su trayectoria. Ahora bien, la duda sobre qué versión del escritor nos íbamos a encontrar en estas páginas siempre estuvo presente.
Una vez que nos acercamos al final, y con la perspectiva de haber leído los cinco primeros años de historias, creo que puedo afirmar, sin demasiado miedo a equivocarme, que los Vengadores de Jason Aaron han sido capaces de lo mejor y de lo peor. No estamos ante una mala serie, pero sí que se pueden apreciar todos los dejes y clichés de los que hace gala el autor: Historias algo reiterativas, reescritura de los orígenes de algún personaje, aventuras narradas en varios momentos temporales o la confrontación de un enemigo que es la antítesis del grupo. Si en su etapa con el Dios del Trueno teníamos a Gorr, el asesino de Dioses; en estas páginas seremos testigos de la irrupción de los Amos del Mal multiversales.
Consciente de que en sus manos descansaba la responsabilidad de devolver a la grandeza al principal supergrupo de la Casa de las Ideas, Aaron se lo ha jugado todo a la carta del molonismo, a la espectacularidad, al más difícil todavía. Ninguna idea es lo suficiente loca, cualquier concepto puede ser aprovechado. De ahí que el hecho de ver a Ka-Zar como heraldo de Galactus no nos parezca algo extraño. Lo mismo podríamos decir de su versión de los Vengadores formada exclusivamente por variantes del Hombre Cosa o el hecho de que haya un Tiranosaurio poseedor de la Marca Estelar.
Jason Aaron ha afrontado la escritura de la serie abrazado a su adolescente interior puesto de anfetaminas. Esta efervescencia creativa da como resultado una serie de aventuras cuyo hiperbólico ritmo no deja indiferente a nadie. También os digo, no creo que Aaron tenga mayor pretensión que la de ofrecer el mayor tebeo de superhéroes que sea capaz de escribir. Ya depende de nosotros, como lectores, si queremos comprar su propuesta y entrar en su juego. Pues os digo lo siguiente: servidor entra con gusto.
Es cierto que hubo varios arcos como “La Era de Konshu” o la lucha por el Fénix (que no dejó de ser un refrito de lo visto en el crossover “AVX”) que casi me hacen tirar la toalla. No obstante, una vez superado esto, me acerco a cada entrega de estos vitaminados Vengadores con un bol de palomitas dispuesto a disfrutar del equivalente a un gigantesco blockbuster cinematográfico.
Resumiendo, los episodios recopilados en la entrega número trece de esta serie de Marvel Premiere son tan divertidos como tramposos. Cuando ya tendríamos que estar a las puertas de la traca final, el bueno de Jason se autoregala un balón de oxígeno para coger aire, presentando nuevos miembros del grupo extraídos de algunos universos nunca vistos con anterioridad. Desde el Sargento Szardos y sus Invasores Secretos (un número delicioso), pasando por un Samurái poseído por el espíritu de la venganza o un nuevo poseedor de la Marca Estelar. Tampoco se olvida de los dramas que ha ido cultivando meses atrás con la problemática de Thor y su verdadera madre o las rencillas entre Eco y Namor (con unos diálogos muy divertidos). Unos episodios firmados artísticamente por un Javier Garrón que ha ido a más con cada entrega.
Antes de terminar, destacar que el volumen también incluye un tie-in con el evento del momento que fue “El día del juicio”. Para la ocasión, es Mark Russell el encargado de escribir un número protagonizado por Ojo de Halcón (algo curioso teniendo en cuenta que no formaba parte del equipo en ese momento). En veinticuatro páginas, Russell hace lo que mejor se le da con una aventura netamente conversacional en la que reflexiona sobre la futilidad de la humanidad y su derecho inherente a equivocarse para después enmendar sus errores.
Sea como fuere, apenas deben quedar dos o tres tomos para acabar esta etapa. ¿Voy a seguir leyendo? Por supuesto ¿Me importa lo que va a pasar? Ni lo más mínimo, pero de vez en cuando uno gusta de disfrutar de un menú del Burguer King en detrimento de una comida más sana y elaborada.
