Ay, la retrocontinuidad, qué disgustos nos da a los lectores de cómic superheroico. Cuando un autor quiere dejar su nombre grabado a fuego en la historia de un personaje o grupo, lo normal es echarse a temblar. A veces la cosa sale bien, como lo que hizo Ed Brubaker trayendo a Bucky de vuelta a la vida como Soldado de Invierno. Pero más a menudo nos encontramos con cosas como lo que hizo Brian Michael Bendis en Superman, diciendo que la destrucción de Krypton no fue una inevitable y fatal catástrofe natural sino un atentado terrorista. ¿Y qué tiene que ver todo esto con Los Cuatro Fantásticos de Dan Slott? Pues básicamente que en Punto de origen el guionista ha cambiado un pequeño pero importante detalle del origen del grupo.
El segundo personaje más inteligente del Universo Marvel a veces tiene unas ideas que son para echarle de comer aparte. Punto de origen comienza con que le está dando vueltas a repetir el viaje que le llevó a las estrellas en los mismísimos comienzos del Universo Marvel. Sí, ese viaje que acabó con su mejor amigo convertido en una Cosa de piedra por culpa de los rayos cósmicos. Aunque la tecnología ha avanzado mucho, decide construir una réplica del cohete original pero con unos escudos más potentes por si acaso. En esta segunda ocasión el viaje llega a su destino originalmente previsto, el planeta Chapytel. Allí se encontrarán con que el planeta en cuestión ya está habitado, y que la sociedad de los nativos recuerda poderosamente a la de los Inhumanos.
En este momento no nos queda más remedio que torcer un poco el gesto. La motivación de Reed Richards para emprender este viaje está bastante traída por los pelos, además de que resulta más impulsiva de la cuenta para un tipo tan racional y cuadriculado que bordea la neurodivergencia, si no entra dentro de ella. Pero es que además, en una historia cuya idea de partida es salir a explorar lo desconocido, como es la esencia de los Imaginautas, terminamos con la sensación de que todo es demasiado familiar.
Como ya hemos dicho, la sociedad de Chapytel recuerda poderosamente en su estructura y sus rituales a la de los Inhumanos. Pero es que además, la estructura de la historia también nos despierta ecos conocidos, en este caso de la etapa de Alan Moore en los WildC.A.T.S. de Jim Lee. Y, por si fuera poco, nos encontramos con la revelación de que la tormenta de rayos cósmicos que cambió por siempre las vidas de los cuatro tripulantes fue provocada. A priori puede parecer un cambio no demasiado importante, pero es que sí lo es. El rencor que alberga en su interior Ben Grimm hacia sus amigos deja de tener sentido, puesto que no fueron ellos los culpables del desafortunado accidente que le convirtió en un monstruo. Y el constante sentimiento de culpa de Reed Richards por haber destrozado la vida de su amigo también deja de ser lógico a partir de este momento, puesto que no fue él el responsable, habiendo sido un ataque dirigido. Es de esperar -y desear- que autores posteriores ignoren este tema, pero sienta unas bases que podrían llevar al traste con las dinámicas familiares que han definido a este grupo durante los úlitmos sesenta años.
En el plano artístico, el mal endémico de los últimos tiempos de Marvel. Tenemos en este tomo siete números americanos y seis dibujantes. Cuatro de ellos (bueno, tres y medio) los dibuja Paco Medina, que hace un trabajo más que correcto, pero el número 17 se reparte entre cuatro dibujantes, y el 18 entre tres. De estos seis artistas, sólo dos estaban entre los siete que dibujaron el volumen anterior. Así no hay forma de tener la más mínima estabilidad ni personalidad visual.
Los lectores con más paciencia, que se mantuvieron fieles a la serie cuando salió en grapa mensual, coinciden en que aunque la primera mitad de la etapa de Dan Slott no es satisfactoria, en la segunda parte le da coherencia y sentido a todo lo visto anteriormente. Esperemos que sea así, porque la verdad es que Punto de origen no pasa de simplemente correcto y es el punto más bajo hasta ahora de una serie que no empezó muy allá y ha ido cuesta abajo desde entonces. Es sorprendente que un guionista como el que nos dio lo mejor que se ha hecho con Estela Plateada desde su creación hace más de cincuenta años esté produciendo unos tebeos tan ramplones.