En el año 2018 sucedió lo impensable. Dan Slott abandonaba el puesto de guionista de Spider-Man. Y ello después de diez años consecutivos, en los que evolucionó al personaje hasta límites insospechados, haciéndolo crecer a nivel profesional y personal. Pero en los cómics de superhéroes nada es para siempre, todo es cíclico, y ese cambio llegó con nombre y apellidos. Los de Nick Spencer y Ryan Ottley.
Bien es cierto que Slott dejó barrida la casa antes de salir y se encargó de devolvernos a un Peter Parker más modesto a nivel económico. Situación que fue aprovechada y elevada al once por Spencer… Pero ya hablaremos después de esto. Nick Spencer llegaba al título tras haber ido ganando puestos en Marvel gracias a su polémica etapa en Capitán América, que fue saldada con el evento Imperio Secreto (la peor saga de Marvel desde Miedo Encarnado). Ya había tenido contacto con el trepamuros gracias a la excelente maxiserie Los enemigos superiores de Spider-Man y en sus trabajos más independientes como The Fix había demostrado tener un gran sentido del humor. Por su parte, Ryan Ottley había terminado su larga estancia en Invencible junto a Robert Kirkman y su estilo fresco y dinámico le sentaría como un guante a la serie, pese a que sus caras “civiles” son todas prácticamente iguales y no sabe dibujar más que cuatro o cinco expresiones faciales.
Pues bien, siendo francos este primer arco de nuestro amistoso vecino Spider-Man guionizado por Nick Spencer me ha dejado con la cara un poco torcida. El arco se titula “De vuelta a los orígenes” y desde luego que eso es lo que pasa. De un plumazo y casi sin darnos cuenta el escritor se encarga de hacer de Peter un tipo más pobre que las ratas, le despoja de su título universitario y de manera forzada, le vuelve a emparejar con Mary Jane, todo ello en unas pocas páginas.
Se podría decir que Roger Stern ha sido su principal referente a la hora de ponerse a escribir esta etapa. Ok, ningún problema con eso, salvo quizás los cuarenta años de historia del personaje que han pasado entre medias. Lo que hay que reconocerle a Spencer es que para descongestionar la vida de Peter no le ha hecho falta recurrir a un Mefistazo. No quiero decir con esto que haya que respetar todos y cada uno de los cambios que ha tenido el personaje, para nada. Lo que pasa es que devolver así a un personaje a un status que ha sido idealizado en la mente de muchos lectores que leyeron esos cómics de pequeños no creo que sea la mejor solución para contentarles hoy en día (si es que queda alguno) o a los potencialmente nuevos.
En estos número tendremos de nuevo al Spider-Man cuasi indigente, a Robbie Robertson compartiendo piso y a Bumerang (que ya había sido usado por Spencer en la mencionada Los enemigos Superiores de Spider-Man). La historia tiene muchos puntos de humor bastante buenos, se lee de manera ágil y desde luego no aburre, pero me la sensación de que el escritor todavía no tiene muy claro el target de la serie, ya que trata de agradar a lectores clásicos tirando de fondo de armario y rescatando a los villanos más olvidados que podáis imaginar (ríete tú de Kurt Busiek en Thunderbolts), y también mete hasta con calzador referencias a la cultura pop actuales.
Y con todo, hay algo que no me termina de conectar. Quizás sea la disparatada trama que aborda en este primer episodio, cuya ejecución es del todo chapucera pese a que el mensaje de fondo sea una interesante reflexión acerca de que Peter ya no puede dejar de ser Spider-Man debido al compromiso adquirido de “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Ser el trepamuros lo completa, le hace ser mejor persona y sobre todo el héroe que Nueva York necesita.
Ya veremos por dónde van los tiros. Por el momento tenemos una amenaza nueva en la sombra y más villanos clásicos pendientes de regresar.
Esta saga supone el debut del personaje en la línea Marvel Premiere con la que Panini está ofreciendo algunos core titles de La Casa de las Ideas a precios económicos. Aunque curiosamente este tomo uno tiene el mismo precio que el número 150 en el que se editó por primera vez.
