En 1987 se estrenó una película que marcaría la infancia de muchos que hoy día peinamos canas, o directamente no nos peinamos. Su título era Predator y en España la tradujeron como Depredador. Estaba dirigida por John McTiernan, un director principiante que había dirigido un thriller discutible, protagonizado por Pierce Brosnam y la protagonizaba ese actor austríaco cuyas carencias interpretativas quedaban compensadas por su carisma y físico. Y qué demonios, porque era el maldito Conan. La película fue un éxito de público, acabaría catapultando a su director que posteriormente repetiría con numerosos blockbusters, y despertó el interés de la, por entonces, pequeña editorial Dark Horse para continuar las aventuras del cazador extraterrestre en cómic. La idea no solo funcionó bien, sino que acabaría siendo uno de los grandes motores, junto a Aliens, que impulsaron a la editorial en sus inicios. El resultado de todos esos cómics lo recoge Panini en Marvel Omnibus. Predator: La Etapa Original 1, un primer tomo de más de 1000 páginas que recoge todas las historias publicadas entre 1989 y 1997.
Con tres secuelas posteriores y dos crossovers con la saga Alien creo que, si habéis llegado hasta aquí, es porque tenéis una mínima familiaridad con el personaje y su lore, pero si habéis vivido en una burbuja aislados del cine palomitero de los últimos treinta años, os cuento. Los Depredadores son una raza alienígena avanzada con gran afición por la caza, hasta el punto de haber perfeccionado sus habilidades y equipamiento convirtiéndolos en los asesinos más peligrosos del Universo conocido. Tienen la capacidad de volverse invisible y cuentan con visión térmica y un arsenal de armas entre las que se encuentran unas redes lacerantes, cañón láser en el hombro, cuchillas en sus muñequeras a lo Lobezno o unos discos que se disparan y cortan todo lo que encuentran a su paso. Viajan por el Universo buscando desafíos en forma de presas y la Tierra es uno de sus destinos predilectos.
Con dicha premisa, uno puede esperar todo tipo de historias en las que los humanos plantan cara y suponen un hueso duro de roer para estos cazadores pero, a la hora de escribir historias, hay que tener en cuenta algo: si bien como personajes son muy interesantes, son los «malos de la película», nunca mejor dicho. Si a eso le sumas que tienen su propio idioma, y que no son un personaje, sino una raza, no podemos explorar demasiado su psique o desarrollar al personaje, sino que es lo más próximo a tener una serie protagonizada por un robot sin pensamiento. ¿Por qué digo esto? Pues porque llega un momento en que las historias no son más que «humano se enfrenta a Depredador», por lo que a priori uno puede pensar que la fórmula es finita y agotable.
Pero tengo que decir que las más de 1000 páginas de este tomo me han resultado muy entretenidas de leer, y estaré encantado de hacer lo propio con el siguiente tomo. En un libro de estas características tenemos de todo: historias que buscan el cambio en la época o localización en la que se desarrolla, o personajes con cierto carisma que por sus características puedan suponer un desafío para el cazador. Pero son historias que ganan mucho cuando creas un lore y un universo continuado, como sucede con las historias escritas por Mark Verheiden o las dos protagonizadas por el soldado indio Nakai. Voy a detenerme un poco más en Verheiden, porque es un caso peculiar. El guionista destacó en estos cómics hasta el punto de usar algunos conceptos suyos para la primera secuela de la saga, y acabaría dando el salto también en los cómics de la saga hermana, Aliens. Sus historias efectivas y entretenidas le valdrían para probar incluso en cine, donde terminaría escribiendo algunos blockbusters notables como Timecop y La máscara, o Smallville y Galáctica en televisión. Sus guiones son, probablemente, los peores del tomo si nos ceñimos a un aspecto técnico… pero sin duda son los más divertidos y los que funcionan mejor.
Y es que Verheiden es el único que se preocupa por crear un universo de personajes… y los mantiene en sus siguientes series. Igual que sucedería en las primeras series de Aliens, por impedimento legal no podía usar a los personajes principales de las películas. Ni corto ni perezoso, lo que hace es crear a Schaef, el hermano de un tal Dutch que desapareció en una selva en Sudamérica y acaba cruzándolo con el General Phillips. En su primera historia y la primera del tomo, comienza llevando al Depredador a meterse por medio en una guerra de bandas en los barrios bajos de Nueva York (¿os suena de algo?) para posteriormente llevar al propio Detective Schaefer a Colombia, al sitio donde desapareció su hermano. Tanto esta como sus posteriores series son un catálogo de tópicos de películas de la Cannon, con el detective mazado que obvia cualquier tipo de autoridad y se toma la justicia por su mano como si fuera un Terminator, pero si uno aparca ese espíritu crítico y firma a ciegas el contrato de suspensión de la incredulidad… resultan un divertimento de primera. Especialmente si tenemos en cuenta que en su siguiente miniserie lleva a Schaef a Rusia, donde tendrá que colaborar con un ejército ruso poco predispuesto y en su última miniserie secuestrará a un narcotraficante (al que saca de la cárcel a las bravas) porque hay indicios de que tiene datos sobre el paradero de su hermano. Son historias que, como digo, si uno las compara con, por ejemplo, Las arenas sangrientas del tiempo, ambientada en la I Guerra Mundial, se ve muy claro que el trabajo de guión y el cuidado que pone Dan Barry en desarrollar la acción, es como si comparas El Renacido con Cocodrilo Dundee. Pero… ¿a que muchos os lo pasasteis mejor con la segunda?
Las series que se incluyen tienen formatos diferentes, que van desde trozos publicados en revistas como Dark Horse Comics o Dark Horse Presents, en las que cada revista incluía unas 10 páginas y se completaba en 1-3 números; especiales como el fabuloso Invasores de la Cuarta Dimensión (mi favorita de todo el tomo), de 50 páginas; o miniseries de 4 números como las realizadas por Verheiden. En estas historias se intentaba llevar la acción a épocas o países exóticos y así vemos al Depredador enfrentarse a guerreros japoneses, ejércitos de la I Guerra Mundial, piratas o tribus africanas, entre muchos otros. El tono de todas es más cercano a la película original, muy serio y con personajes algo estereotipados, a excepción de la citada Invasores de la Cuarta Dimensión, que tiene un espíritu más cercano a la cinta de Shane Black, con mucho sentido del humor y en la que el Depredador viaja al Hollywood de los años sesenta en un momento en que los productores coquetearon con técnicas pioneras como las 3D, para recuperar al público que se había dejado cautivar por la televisión. Lo divertido de esta historia es que el antagonista de nuestro peligroso cazador extraterrestre no es otro que… un niño. Divertidísima.
El tono general del dibujo de la gran mayoría de series es el propio de su época. Son cómics hijos de los noventa, con sus dientes apretados, armas hiperbólicas y una inclinación hacia la acción y el dinamismo por encima de todo. Son raras las excepciones que buscan un estilo diferente. Diría que solo Igor Kordey y su estilo pictórico en la genial historia 1718 (con guiño final a los fans de Depredador 2) y Alexander Gregory en La cacería urbana, con un estilo muy a lo Eduardo Risso, aportan algo diferente al estilo predominante para el resto de historias.
En definitiva, Marvel Omnibus. Predator: La Etapa Original 1 es un tomo que hará las delicias de los seguidores del Universo Depredador. Repleto de historias con un corte similar pero que resultan enormemente divertidas a pesar de ser «siempre lo mismo», y que saben dar al lector una dosis de entretenimiento y aportar pequeños cambios en la ambientación o personajes que hagan que no decaiga el interés en ningún momento, a pesar de ser un enorme tomo de 1000 páginas. El tomo se completa con portadas alternativas y artículos a cargo de Mark Verheiden, Chris Warner o Paul Chadwick, con los que aprenderemos muchos entresijos de la creación de las películas y de los cómics. La única pega que le pongo es el peso de más de 3 kg, que convierten una lectura tan larga en algo incómoda.
Lo mejor: Cómo consiguen entretener a pesar de las limitaciones para el tipo de historias. El lore que crea Verheiden en sus series, que aporta mucho, a pesar de ser historias más flojas en cuanto a trama. La cantidad de material inédito que incluye.
Lo peor: El peso y el tamaño del tomo dificultan una lectura tan larga.