Los últimos años del siglo XX no fueron precisamente positivos para los mutantes. Entre la salida de Chris Claremont en 1991 y la entrada de Grant Morrison en 2001 pasaron diez años en los que los aciertos fueron escasos y muy puntuales, pero tras la revitalización que el escritor escocés hizo de una franquicia que había dejado atrás sus mejores tiempos, los Hijos del Átomo volvieron a molar. Con altibajos, sí, con algunos de los bajos firmados por autores de primera fila, pero tras Morrison pasaron unos cuantos años en los que se invertía la tendencia y los momentos buenos serían casi la norma. En particular, la larga etapa firmada por Mike Carey en X-Men ha pasado a la historia como uno de los tebeos de Marvel que mejor sabor de boca nos han dejado en lo que llevamos del XXI. Tras un muy inspirado debut en Supernovas, nos llega el segundo tomo, Cegado por la luz.
Tras Supernovas, estaba por llegar uno de los puntos álgidos de esta etapa, Complejo de Mesías, una historia que se desarrollaría secuencialmente a lo largo de las cuatro series X principales. Al igual que ocurrió en Uncanny de Ed Brubaker, ambos autores arrancaron sus etapas con un extenso arco argumental (Supernovas en el caso de Carey, Ascensión y caída del Imperio Shi’Ar en el de Brubaker), seguido por uno más breve en el que se tratan temas proféticos. Hace unos días hablábamos de Los extremistas, que giraba alrededor de los escritos de Qwerty, y hoy le toca el turno a Cegado por la luz y los Diarios de Destino. Parece que la entrada de Nick Lowe como editor en las series trajo una planificación muy clara. Quizás el problema en los tomos previos no era tanto de talento como de dirección.
La trama de este tomo nos recuerda a esos días en los que si algo puede salir mal, saldrá mal. Por un lado, la líder del equipo, Pícara, está al borde del colapso mental. Demasiadas mentes absorbidas a la vez hacen que su cabeza tenga la organización de un andén de metro en hora punta cuando hay una avería. Pero es que además, dos grupos de enemigos de la Patrulla se han puesto de acuerdo para atacar sus instalaciones a la vez. Por un lado, tenemos a los Merodeadores de Siniestro. Y por otro, los Acólitos de Magneto, dirigidos por Éxodo. Añade a todo eso algún traidor en el equipo, una importante baja en la alineación, la reaparición de hijos pródigos que han cambiado de bando… y la pregunta es que si merece la pena seguir adelante. Aunque claro, dicen que el día es más oscuro justo antes de amanecer. También dicen que cuando has tocado fondo el único camino es hacia arriba, pero el que acuñó esa frase no debía conocer la palabra «cavar».
Uno de los grandes aciertos de Mike Carey es su habilidad para poner a los personajes en situaciones donde sus decisiones importan. En Cegado por la luz, nada es lo que inicialmente parece, y cada acción tendrá sus inevitables consecuencias más adelante. Pícara, Gambito, Mística, el Hombre de Hielo… todos están atrapados en un juego de poder más grande de lo que pueden abarcar, y Carey se asegura de que notemos la sensación de que los protagonistas están sobrepasados en cada momento.
Al dibujo tenemos a Humberto Ramos, con la colaboración puntual de Chris Bachalo y Mike Choi. Aunque asociamos inmediatamente al autor mejicano a las series arácnidas, los mutantes no le eran del todo desconocidos a estas alturas. Ya había echado una mano a Bachalo en el tomo anterior, y había estado durante unos meses al frente de la serie de Lobezno durante la época de Civil War. Con un trazo suelto y lleno de energía, Ramos aporta a la historia el ritmo trepidante que necesita un momento en el que los héroes están siendo sobrepasados por todos los frentes a la vez, interiores y exteriores. Eso sí, su narrativa visual no es precisamente impecable. En ocasiones, seguir la acción puede ser un desafío, y hay que esforzarse en entender lo que está ocurriendo en según qué páginas.
Como preludio a Complejo de Mesías, este tomo siembra las semillas de lo que será uno de los eventos más importantes en la historia reciente de los mutantes. Pero Cegado por la luz no es solo una pieza del puzzle; funciona razonablemente bien como una historia independiente, con sensación constante de peligro inminente. Quizás no sea el punto álgido de la era Carey, pero como un interludio hasta que lleguen Especie en peligro y Complejo de Mesías, funciona sin problemas.