A día de hoy, Ed Brubaker es uno de los guionistas más reputados del cómic mainstream norteamericano. En algo más de una década ha conseguido convertir el noir en una lectura obligatoria entre el lector medio, hacer cosas interesantes con el universo de Jim Lee en Image, resucitar a un personaje con retrocontinuidad y, en lugar de levantar las iras del fandom, conseguir su aclamación… Pero no siempre ha sido la superestrella que es hoy. Cuando Marvel contrató sus servicios en 2004, ya había hecho en DC un buen puñado de obras que habían resultado éxitos de crítica y público, pero aún no había ganado ninguno de los siete premios Eisner que tiene a día de hoy ni habíamos visto su nombre en pantallas de cine. No parecía una apuesta demasiado arriesgada poner en sus manos la serie del Capitán América y, unos meses después, Uncanny X-Men, dos de las series fundacionales del Universo Marvel. Con Los Extremistas llegamos al tercer tomo de la recopilación en Marvel Must-Have de su etapa de unos tres años en los mutantes.
Si en Ascensión y caída del imperio Shi’ar Brubaker nos llevó al espacio exterior, en Los Extremistas nos hace bajar a las alcantarillas. Unas alcantarillas tanto reales como metafóricas, que nos llevan a los lugares moralmente más turbios de la sociedad estadounidense de principios de siglo. En esta historia, vemos a los Morlocks de Máscara totalmente radicalizados, y no sólo son ya el escalafón más bajo de la sociedad, sino que están incluso adoptando una actitud cuasi terrorista. Teniendo en cuenta además que esta nueva actitud viene dirigida por un Máscara con actitud cuasi mesiánica, que sigue un texto profético, escrito por Qwerty, una mutante con poderes precognitivos antes del Día M. Eso sí, la interpretación del texto puede llevar a la paz o a la respuesta violenta según los ojos del lector.
Resulta bastante obvio que esta historia, publicada en 2007, pocos años después de los atentados terroristas del 11-S, está hablando del clima de paranoia y el miedo a los grupos religiosos radicalizados que había en Estados Unidos en la primera década del siglo. Un clima que, en cierto modo, se ha normalizado y asentado en una sociedad que llegó a convertir en presidente a una persona como Donald Trump. abiertamente racista y xenófoba. Pero Brubaker no nos cuenta aquí una historia maniquea de buenos y malos como suele ser habitual en el cómic superheroico. Digamos que el tono en el que se mueve la historia es fundamentalmente el gris, precisamente en esa ambigüedad moral en el que tan bien se desenvuelve el guionista.
Porque sí, Máscara y los Morlocks que vemos en esta historia no dejan de ser un grupo casi terrorista. Pero también son un grupo de población marginado, recluido en las zonas más bajas de la ciudad, donde no quiere vivir nadie. Son los diferentes, los otros, la gente de la que no se fía nadie porque no son como nosotros. La sociedad los teme y los rechaza, y eso hace que se radicalicen. Pero también vemos aquí las respuestas desproporcionadas, la represión totalmente fuera de lugar. Un retrato de un país en el que hay una profunda fractura social, en el que se había decidido que la Patriot Act, que debería haber cumplido su recorrido un año antes de la publicación de estos números, iba a prolongarse en algunos puntos de forma casi permanente. Y así seguimos a día de hoy.
En el plano puramente superheroico, los efectos del Día M se siguen notando, pero poco a poco parece que se van deshaciendo. Aún no ha nacido ningún mutante nuevo -para eso habría que esperar unos meses aún-, pero algunos de los que los perdieron ya los están recuperando. Es en estas páginas de subtrama donde se contextualiza esta historia en el momento editorial en el que salió. Si no fuera por ellas, Los Extremistas podría haber salido en cualquier momento entre finales de 2001 y principios de 2021.
En el dibujo tenemos de invitado a Salvador Larroca, con el estilo nuevo con el que le habíamos visto meses antes en New Universal. En esta época, en lugar de hacer un trabajo de línea puro como era característico en el autor tiempo atrás, da volumen y sombras directamente con el lápiz, como se aprecia en la sección de extras, en la que se incluyen varias páginas en blanco y negro. Sin embargo, es cierto que en algunos momentos, especialmente en las escenas más cargadas de diálogo, su arte puede parecer un tanto estático. Esto se debe, en parte, al uso excesivo de primeros planos y encuadres cerrados, que restan dinamismo a estas secuencias.
Los Extremistas es una historia que tiene todos los elementos para ser una saga memorable: intriga, dilemas morales y escenas de acción. Sin embargo, el resultado final es algo desigual. Mientras que Ed Brubaker consigue generar tensión, el desarrollo de la trama no siempre está a la altura de lo que pretende. Los personajes están bien representados, pero algunos de los temas más profundos, como la división dentro de la sociedad mutante y los dilemas éticos que enfrentan los héroes, se tratan de manera quizás demasiado superficial.
En resumen, es una saga entretenida, que ofrece interesantes puntos de reflexión, pero que no alcanza el nivel de otras historias del guionista. Aún así, su lectura es más que recomendable para llegar con todo el bagaje de lectura posible a Complejo de Mesías y Advenimiento, uno de los puntos álgidos de la franquicia mutante durante lo que llevamos de siglo.