Pues ya estamos aquí. Comentábamos hace tiempo que Reload, el relanzamiento de las series mutantes de 2004, supuso una mejora respecto a lo que había meses antes, pero que no llegó a ser todo lo bueno que se esperaba. Ni Peter Milligan estuvo al nivel de lo que hizo con X-Statix ni Chris Claremont consiguió replicar los momentos de gloria que tuvo en los 70 y los 80 en Uncanny X-Men. Pero tras una temporada, fueron reemplazados por Mike Carey y Ed Brubaker, y aquí sí que llegó un nuevo momento dorado en las series X. A Brubaker ya le dimos la bienvenida en Génesis Mortal, y ahora, en Ascensión y caída del Imperio Shi’Ar, empiezan sus dos años al frente de una de las dos series principales de la Patrulla-X.
Tras más de diez años trabajando en DC, Ed Brubaker desembarca en Marvel en enero de 2005 para relanzar al Capitán América tras Vengadores Desunidos. Durante ese primer año, retrocontinuidad mediante, trae de vuelta a Bucky Barnes convertido en una versión oscura y violenta del Capi. Pese al rechazo inicial que produjo en el fandom -no olvidemos que Bucky era uno de los pocos personajes no resucitables de la editorial, junto a Gwen Stacy, el Tío Ben y el Capitán Marvel-, acabó resultando una de las mejores etapas que ha tenido el Capitán América en su extensa historia. Unido este dato al hecho de que en DC había escrito memorables series como Catwoman, Sleeper o Gotham Central, su nueva casa confía casi ciegamente en él y le encarga revitalizar a unos mutantes que no terminaban de despegar. Justo un año después del primer número del quinto volumen de Capitán América aparece el primero de Génesis mortal, y, de nuevo, usa la retrocontinuidad para poner las fichas que quería en la posición que necesitaba en el tablero.
Ascensión y caída del Imperio Shi’Ar es una historia dentro de un género que no es ajeno a la franquicia mutante pero no es precisamente de las más habituales. Estamos ante una historia de ambientación cósmica, pero más cercana a una space opera que a las reflexiones filosóficas de Jim Starlin. Este es el tono que se apreciaría en las historias espaciales de la editorial durante los siguientes años, desde la llegada de Aniquilación (cuyo prólogo en la serie de Drax el Destructor aparecería unos meses antes de la llegada de Brubaker a Uncanny X-Men) y el advenimiento de Dan Abnett y Andy Lanning. Tanto es así, que tres años después llegaría el evento Reino de Reyes y muchos de los personajes que vemos en este arco argumental tendrían un papel fundamental en el evento en cuestión.
Gabriel Summers, Vulcano, se ha conseguido recuperar de su enfrentamiento con Krakoa. Ya vivo y en plenitud de facultades, tiene cuentas que saldar. Los Shi’Ar asesinaron a su madre cuando estaba embarazada de él, le extrajeron del vientre su cadáver y le hicieron madurar artificialmente para poder venderlo como un esclavo. Todo eso unido a haber estado al borde de la muerte le ha dejado dominado por la ira. A priori, una única persona contra todo un imperio intergaláctico no parece gran problema… pero es que Vulcano es uno de los cuatro mutantes con un nivel de poder por encima de Omega que han existido. Y claro, en esas condiciones, sí que es una amenaza. Por mucho que su ira sea comprensible, no tenemos que perder de vista que Gabriel es el claro villano de la historia. Es una oleada de destrucción sin control y hay que ponerle freno de alguna forma.
En el lado de los mutantes que van en su busca, tenemos una alineación atípica. Xavier se va al espacio con Kaos y Polaris, tras su ruptura como pareja, Rondador Nocturno, Sendero de Guerra, Darwin -el otro superviviente de la Génesis Mortal– y Rachel Grey, que acaba de pasar por el trauma de ver asesinada a toda su familia adoptiva, y que empezará una relación con un Shi’Ar que tiene restos de la fuerza Fénix. En resumen, por mucho espacio exterior y batallas de naves espaciales que tengamos por aquí, tenemos una historia que en esencia es clara deudora de la etapa clásica de Chris Claremont: acción, personajes extraños y una buena dosis de culebroneo.
Lo que no funciona tan bien es la parte artística. Tenemos por aquí al malayo Billy Tan -con algún fill in ocasional de Clayton Henry– con un estilo que pretende ser una versión oscura de lo que se hacía en Top Cow, el sello Image en el que debutó profesionalmente en el mercado americano. No es que sea confuso, pero no es ningún prodigio de composición ni de narrativa. Tampoco ayuda especialmente el color digital, lleno de esos degradados y esos brillos que tan de moda estaban hace veinte años.
Quizás Ascensión y caída del Imperio Shi’Ar no esté entre las historias más memorables de los mutantes en lo que llevamos de siglo, pero sí que marca un cambio de dirección de una franquicia que languidecía sin una dirección especialmente emocionante. Visto con perspectiva, en esta ocasión la editorial acertó. Estaba por venir Advenimiento, Complejo de Mesías, y un buen puñado de historias que marcaron una época realmente memorable para los mutantes.