Hemos comentado en varias ocasiones anteriores que, aunque este segundo regreso de Chris Claremont a los títulos X en Reload está bastante por debajo de su etapa clásica, es claramente superior a lo que hizo en su primera vuelta a casa durante Revolution. Una buena parte de la responsabilidad de esta mejora lo tiene el estar acompañado de un dibujante como Alan Davis, que aún está por dibujar una página mala desde que empezó su carrera hace más de cuarenta años. Además, juntos firmaron uno de los grandes hitos de la historia de la franquicia mutante en los primeros números de Excalibur. Vamos a ver qué nos encontramos en Congelado, tercer tomo de la recopilación que Panini está haciendo de La Imposible Patrulla-X durante esta etapa.
En Congelado tenemos un total de siete números. Los primeros cinco, dibujados por Alan Davis, forman un arco argumental llamado El fin del mundo, la parte principal del tomo, que está dibujado íntegramente por el dibujante titular de la serie. Los dos números restantes forman una historia corta sin título que tiene como villano principal a Mojo y está dibujado por el sustituto Tom Raney.
En El fin del Mundo, Claremont y Davis nos llevan hasta la Tierra Salvaje, una de las ubicaciones clásicas por las que se han movido los X-Men. Y tan clásico como es este lugar son las tramas que nos plantea el guionista en esta historia. Arrancamos con la resurrección de Mariposa Mental, que había muerto en Valencia algo más de tres años, básicamente para llamar la atención sobre la nueva serie X-Treme X-Men. A las muertes y resurrecciones con puerta giratoria, sumamos a Rachel Grey siendo víctima de control mental, a Tormenta físicamente inmovilizada desatando sus traumas (señor Claremont, igual habría que hacerse mirar esos fetiches)… y dinosaurios. Muchos dinosaurios. Entre ellos se encuentran los Hauk’ka, una especie de reptiles humanoides que han evolucionado desde los dinosaurios como los humanos de los monos. Estamos ante una raza que nunca antes había aparecido en ningún cómic Marvel y nunca ha vuelto a aparecer tras este arco. No es que hayan sido unos personajes especialmente memorables, de la misma forma que no lo ha sido la idea de convertir a Rachel en un reptil. Al menos, cuando convirtió a Kitty Pryde en un Lobo de Guerra tuvo su gracia.
Así contado, esta historia no parece gran cosa. Y efectivamente, no lo es. Pero tenemos a un Alan Davis a su inmenso y habitual nivel que nos consigue fascinar con cada página. Y lo que en manos menos capaces habría quedado poco inspirado, en manos de Davis es alucinante. ¿La Patrulla X peleándose con unos reptiles humanoides y un T-Rex con brazos mecánicos? Mira arriba, mira.
La segunda parte del tomo arranca con uno de esos números que sirven para hacernos ver que los tebeos mutantes están interrelacionados. Por un lado, tenemos la primera aparición de Coloso en la serie desde su chusco fallecimiento cuatro años antes, después de haber resucitado (de forma similarmente chusca) en La Increíble Patrulla-X de Joss Whedon y John Cassaday. También, tras haber desaparecido Lobezno desde unos números atrás, se habla de él como un enemigo. Es una referencia a lo que estaba ocurriendo en estos momentos en su serie regular: estaba en mitad del arco argumental Enemigo del Estado, de Mark Millar y John Romita Jr. Contextualizado ya lo que está ocurriendo en el Mutanteverso, aparecen Mojo y Espiral como antagonistas de una historia sin demasiada coherencia en la que hacen acto de presencia una versión propiedad de Mojo de los Exiliados (como curiosidad, poco después de dejar Uncanny X-Men, Chris Claremont acabaría de guionista de Exiliados) y la Patrulla y aledaños acaban convertidos, una vez más, en los Peques X. La historia no está especialmente inspirada ni es original, transitando por caminos que nos suenan de haberlos visto antes, pero aquí no tenemos a un dibujante de la talla de Alan Davis embelleciendo una historia floja y conquistándonos con lo visual. Aquí tenemos a un Tom Raney que hace dos números totalmente olvidables, poniendo a personajes femeninos en poses absurdamente hipersexualizadas y ni siquiera guardando coherencia con los diseños de Davis en los números anteriores. Por poner un ejemplo ejemplo, el Bishop de Raney abulta la mitad que el de Davis e impone con su presencia la cuarta parte.
La sensación que nos deja este tomo es la misma que llevamos teniendo desde el principio de este Reload de Claremont. Las historias son bastante del montón a poco que rasques, haciendo torcer el gesto con cosas como la resurrección gratuita de Mariposa Mental, los fetiches sadomasoquistas o unos villanos totalmente olvidables. Y es una lástima que incluso Mojo, que tan buenos resultados ha dado en las manos del guionista inglés en el pasado, resulte descafeinado. Si no fuera por el arte de Alan Davis, nadie se acordaría de estos tebeos a día de hoy. La buena noticia es que en el próximo tomo, volveremos a tener sus dibujos. La mala, que es el último en el que le veremos.