Pero qué bueno es Alan Davis. En Casa Tortas somos todos fans confesos de este autor inglés, como ya hemos dicho en múltiples ocasiones y hemos reiterado dedicándole un podcast de casi siete horas a su extensa carrera. Es de los escasísimos dibujantes cuya sola presencia en un cómic justifica su compra, independientemente de historia, personajes o guionista. Y si encima es un cómic como La herida más cruel, que abre con una la doble splash que tenemos más abajo, ya nos tiene conquistados desde la primera página.
Tenemos en esta segunda entrega de La imposible Patrulla-X dos arcos argumentales aparecidos en Uncanny X-Men, que además de continuar cronológicamente la serie tienen en común la recuperación de dos personajes femeninos que no eran precisamente de primera fila. En el primero, La herida más cruel, que da título al tomo, Chris Claremont introduce en la serie principal de los mutantes a X-23, un personaje procedente de la serie de animación X-Men: Evolution que había debutado poco antes en los cómics como prostituta mutante unos meses antes en la muy oscura y muy recomendable NYX, de Joe Quesada y Joshua Middleton. Aquí, la futura Lobezna actúa como antagonista de la gente X en el tradicional enfrentamiento que precede a la colaboración entre superhéroes que se encuentran por primera vez. X-23 debuta en Uncanny vistiendo el peculiar traje de Colmillo de la Guardia Imperial Shi’ar, que Lobezno llevó en el nº 107 de X-Men allá por 1977. De fondo, tenemos los SXE de Claremont y el Barrio Mutante de Nueva York.
Para la segunda historia, ¡Tras el Fuego Infernal!, Alan Davis se toma un descanso y le sustituye Andy Park. En este arco argumental de tres números, la Patrulla se enfrenta al Club Fuego Infernal en una historia que nos suena a ya vista anteriormente : politiqueo, puñaladas traperas y cambios en la directiva de la organización de Sebastian Shaw. Tiene un cierto protagonismo en esta historia Sabia, un personaje al que Claremont tiene especial cariño pero que a casi nadie más le dice nada. Se puede destacar argumentalmente aquí la relación entre Emma Frost y Rachel Summers. La tensión entre la hija de Jean Grey de Tierra-811 y la nueva pareja de Scott Summers le da una profundidad a la historia más allá del recital de mamporros tradicional del cómic superheroico. Claremont está en esta época lejos de sus mejores momentos, pero la caracterización de personajes sigue siendo uno de sus puntos fuertes.
Cerramos el tomo con X-Men nº 165, un número que no pertenece a esta serie pero tiene un cierto sentido su publicación en este tomo. Hasta el nº 164, el guionista fue Chuck Austen, y a partir del 166, es Peter Milligan, cuya etapa veremos en Marvel Must-Have: Patrulla-X a partir de mayo. El 165 es un fill-in navideño escrito por Chris Claremont, tan simpático como intrascendente. Tenemos al dibujo en este número a Salvador Larroca, dibujante regular de la serie por entonces, en uno de los mejores momentos de su carrera.
Técnicamente, la serie La Imposible Patrulla-X dentro de la línea Marvel Must-Have no está centrada en Alan Davis, sino en la época Reload, guionizada inicialmente por Chris Claremont y posteriormente por Ed Brubaker, pero es el dibujante principal de los primeros tomos de esta colección. Aunque la verdad es que el artista destaca en su labor tanto que termina ensombreciendo la labor del guionista -que dejó atrás sus mejores años y no está especialmente inspirado, dicho sea de paso- y a sus sustitutos. Andy Park, responsable de tres de los seis números del tomo, hace un trabajo simplemente correcto, sin llegar a emocionar en ningún momento y nos deja la poderosa sensación de que Claremont se apoya mucho en el dibujante, y que cuando es una luminaria de la talla de Davis salen tebeos muy disfrutables, pero cuando el artista que le acompaña no es brillante nos quedamos con la sensación de estar leyendo tebeos que llegan incluso a hacerse plomizos.
Como decíamos antes, tenemos en esta vuelta de Chris Claremont a la serie que le dio la fama a un guionista venido a menos, que intenta darnos momentos como aquellos con los que nos conquistó décadas atrás (Rondador haciendo de espadachín, fiestas navideñas, culebrones sentimentales…) pero se queda corto. Salva la lectura un Alan Davis por el que no pasan los años y hace un trabajo magnífico. No son ni de lejos los mejores tebeos mutantes de lo que llevamos de siglo, pero cuando tenemos al artista principal son todo un regalo para la vista.