La segunda y última parte de la colección compartida por el guerrero que vino del futuro con el Mercenario Bocazas. Cable & Masacre pasan por la Guerra Civil Superheroica, se deshacen de los cadáveres en el armario e incluso afrontan la desaparición de uno de ellos, en esta mítica serie que sirvió de puente hacia una nueva edad dorada de ambos personajes.
Decíamos en la reseña del volumen anterior de esta colección que juntar a Masacre y a Cable en una misma serie respondía a la necesidad de buscar el humor y el drama a partir del conflicto. La reconversión de Cable de soldado a mesías era la consecuencia inevitable de la magnificación de sus poderes mutantes. Con una telepatía y una telequinesis prácticamente ilimitadas, Cable es ahora un ser casi omnipotente y omnisciente con la misión de transformar el mundo. Pero, como todos sabemos, hay mucho interés en mantener el statu quo actual, y el gobierno de los EEUU no se va a quedar de brazos cruzados ante la aparición de un nuevo régimen (aunque sea al otro lado del océano) que puede desestabilizar su monopolio de impartición de democracia y libertad en el mundo. Imaginaos a Greta Thunberg con superpoderes. En vez de entrar en la sede de las Naciones Unidas gritando «¿Cómo os atrevéis?», lo haría al grito de «¡Morid, bastardos contaminantes!» Pero estoy desvariando…
En esta segunda mitad de la colección Cable & Masacre el guionista Fabian Nicieza (Thunderbolts, Cable & Masacre 1) usa hábilmente su poder mutante de subirse a la cresta del evento o crossover del momento. Empezamos aquí con La Sangre de Apocalipsis, que nos trae el regreso del megalomaníano mutante egipcio, narrándonos su primer enfrentamiento con el Cable viajero del tiempo hace miles de años. La sangre derramada de Apocalipsis será usada por su consejero Ozymandias (nada que ver con el personaje de Watchmen) para traerle de vuelta, en lo que se puede llamar la precuela del evento mutante relatado por Peter Milligan y Salvador Larroca en las páginas de X-Men 182-187 USA. A continuación da comienzo la historia que servirá de telón de fondo para el resto de historias de este volumen: el villano antinacionalista Sin Banderas se ha hecho con el control del pequeño país de Europa del este llamado Rumekistán (país ficticio, como otros que aparecen en los cómics Marvel tipo Latveria, Wakanda o Canadá). Sin Banderas pretende derrocar a gobernantes corruptos de todo el mundo e instaurar un régimen mundial sin países, banderas ni himnos. En Rumekistán se organiza un movimiento de resistencia que cuenta con la ayuda de Masacre, mientras que la Guardia de Ultimatum de Sin Banderas tiene la ayuda de la mercenaria mutante Dominó, amiga/enemiga/amante ocasional de Cable. El conflicto está servido entre ambos antihéroes, hasta que la aparición de Cable y la caída de Sin Banderas llevan a aquél a hacerse con el gobierno del país, en su continuo empeño de mejorar el mundo.
Entramos luego en el evento Civil War, con Masacre siendo reclutado por el gobierno para ayudar a hacer entrar en razón a los superhéroes aún no registrados en el Acta. Pocas cosas hay que le gusten más a Masacre que una placa oficial, a excepción de una bandeja de chimichangas y un maratón de Las chicas de oro, así que no dudará en enfrentarse con los Vengadores de los Grandes Lagos (recibiendo en consecuencia una sonora paliza de manos de la Imbatible Chica Ardilla), Daredevil, el Capitán América y hasta con el mismo Cable, que también está en contra del Registro. El posicionarse Cable en contra del Gobierno de los EEUU es la gota que colma el vaso, por si no fuera bastante con su refugio en el océano Pacífico para gente de toda condición, nacionalidad y religión con intereses por mejorar el mundo. De modo que envían a Rumekistán a un grupo de mercenarios llamado Media Docena, que incluye entre otros a Dominó, Solo y Anaconda para reventar las infraestructuras del país y así crear el caos y desestabilizar el gobierno de Cable. Tras un número en el que vemos cómo se ahonda en la relación entre Cable y Masacre, implantando el primero un mensaje subliminal en la mente del segundo, llega el turno de la violencia gratuita y sin sentido, al tratar de recuperar Masacre su estatus como mercenario a sueldo. Y no se le ocurre formar mejor de hacerlo que derrotando al maestro de mercenarios: el Supervisor.
Mientras dejamos a Cable ocupado gobernando Rumekistán y la isla artificial de Providence, es Masacre quien vivirá aventuras que le llevarán a ser encogido por partículas Pym y ser convertido en el llavero del Rino, a introducirse en una base de Hydra para rescatar a Alex Hayden (Agente X), donde conocerá a su nuevo mejor amigo el Bob, el agente de Hydra y a volver a batirse el cobre con T-Ray, su némesis. Cable regresa varios números después para ayudar a la Patrulla-X a enfrentarse a la criatura alienígena Hecatombre, un enfrentamiento que se alterna entre las páginas de esta colección y la del grupo de mutantes. Todo esto culminará en el sacrificio definitivo de Cable para salvar las vidas de todos los habitantes de Providence, algo que dejará a Masacre solo y abatido.
Sin embargo, esto servirá para dar un nuevo aire a la colección, puesto que las intervenciones de Cable en esta cabecera resultaban demasiado trascendentales y metafísicas, y lastraban el factor cómico que debería llevar una colección cuyo título lleva el nombre de Masacre. Así pues, los siguientes números no tendrán a Masacre como protagonista en solitario, sino que contarán con intervenciones de muchos otros personajes Marvel, como Lobezno (cómo no), el Capitán América y Bucky, los Cuatro Fantásticos (los clásicos y los de la época, con Pantera Negra y Tormenta), el Doctor Extraño, el Hermano Vudú y Kazar. Estas historias llevarán a Masacre y a su nuevo amigo Bob al interior de una base de Hydra, a los campos de batalla europeos durante la Segunda Guerra Mundial, a los Reinos Ultraterrenos, a los pantanos de Luisiana y a la Tierra Salvaje, para terminar derrotando a un ejército de dinosaurios infectados por el ectosimbionte Veneno. En definitiva, mucho más divertida esta última etapa que la compartida con Cable, ¿no creéis?
El guionista Fabian Nicieza está aquí acompañado de artistas con los que ya compartió páginas en esta o en otras colecciones, como Lan Medina (Cable & Masacre 1, El Castigador: Las viudas), Ron Lim (Veneno: Protector Letal, La Guerra del Infinito), Staz Johnson (Batman / Aliens II) y Reilly Brown (Asombroso Spiderman: El fantasma de Jean DeWolff, Spiderman / Masacre), y con la colaboración puntual del legendario entintador Klaus Janson (Daredevil: El fin de los días, El Castigador: Zona de Guerra). Esta colección que llegó a durar 50 entregas, y que sorprendió a todos los que pensaban que no pasaría de ser una miniserie de 6 números, contó también en esta segunda mitad con portadas de Rob Liefeld, Amanda Conner y un joven Skottie Young, antes de especializarse en dibujar versiones infantiles de personajes Marvel.
Cable & Masacre sirvió para apuntalar la popularidad de estos dos personajes que se quieren pero tampoco se soportan (¿es que hay alguien en el Universo Marvel capaz de soportar a cualquiera de los dos?), y que pese a recuperar toda la gracia en los últimos 8 números, tras la muerte de Cable, no sirvió para remontar las ventas, que son, al fin y al cabo, las que hacen que una serie se mantenga. De todos es sabido que las muertes en el Universo Marvel no son definitivas, y que Cable no tardaría en regresar, de modo que el final de la colección mantuvo un espíritu divertido y esperanzador, con Masacre rodeado de sus amigos viendo la televisión, lo que nos daba a entender que no tardaríamos en volver a saber de este personaje. Y, afortunadamente, así fue.
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