Voy a empezar con una declaración que seguramente será polémica para mucha gente: de los nueve Omnigolds que Panini ha editado de la Imposible Patrulla X de Chris Claremont. La Masacre Mutante es mi favorito. Sí, adoro la saga de Fénix Oscura, me chifla Días del futuro pasado. Pero algo tienen estos números que los hace especiales. En mi caso es que fueron los primeros tebeos mutis que leí de prestado cuando era un chaval que no levantaba los ojos de Conan, Transformers y similares.
La Imposible Patrulla X recibiendo hasta en el carné de identidad
También ayuda el hecho de que el patriarca mutante lleva al extremo la frase popularizada por Robert Kirkman en The Walking Dead: “Nacidos para sufrir”. El guionista inglés eleva el drama hasta la enésima potencia en unos tebeos sumamente intensos. En ellos, la Patrulla X recibe su mayor derrota hasta la fecha. Las hostias que reciben Coloso, Rondador Nocturno o Gatasombra duelen porque somos testigos de como unos villanos, aparentemente menores, consiguen diezmar las filas del grupo.
Era 1986, Marvel Comics estaba celebrando su veinticinco aniversario y había que hacer cosas grandes. La Imposible Patrulla X era el título estrella por lo que era lógico que fuera el epicentro del primer crossover de la editorial. Un evento endiabladamente bien hecho para cuya lectura no era necesario leer todos los tie-in de X-Factor, Thor o Power Pack. Ahora bien, si los leías pillabas muchos detallitos interesantes que de otra forma se escaparía.
Imagino que para Chris Claremont elegir qué hacer con la Imposible Patrulla X a estas alturas de la película sería complicado. No obstante, una vez más, volvió a sacar el conejo de la chistera con una carnicería cuyas consecuencias devengarían en una remodelación del equipo al que se incorporaron tantas nuevas caras como bajas había tenido.
La Masacre Mutante también sirvió a Claremont para un doble propósito. En primer lugar, sirvió para barrer un poco la franquicia y devolver a los mutantes en general (no solo a la Imposible Patrulla X) a su status quo de colectivo marginal. Categoría que habían ido abandonando poco a poco según iban surgiendo nuevos personajes y los Morlocks eran, literalmente, cientos. Por otro lado, la Imposible Patrulla X siempre fue un grupo que servía de metáfora del mundo real, por lo que la intención del escritor bien pudo ser establecer un paralelismo con los genocidios llevados a cabo por tiranos movidos por el miedo y/o el odio.
La historia resulta directa, dura, violenta o cruda, con algunos momentos realmente salvajes. Me gustaría destacar que aquí fuimos testigos de una gran historia que no abusó de fuegos de artificio tales como revelaciones de última hora (lo de que Gambito fue el verdadero culpable fue algo que Scott Lobdell se sacó de la manga una década más tarde) o muertes innecesarias de personajes principales que no tardarán en volver al ruedo.
Escenas como la persecución de Dientes de Sable (introducido aquí como enemigo de Lobezno) sobre Mariposa Mental (que se había incorporado al equipo cinco minutos antes como quien dice), ver a Coloso asesinar sin contemplaciones a un enemigo o a Lobezno dudar de sus propios sentidos, dejaron huella. Encima la plantilla de dibujantes incluyó a John Romita Jr, Barry Windsor-Smith, Rick Leonardi o Alan Davis. Menudo lujo.
Bueno, creo que ha quedado bastante claro que he gozado como un gorrino en un charco de caca con esta relectura. Pero ojo, todavía hay mucha tela que cortar en este séptimo tomo de la Imposible Patrulla X.
Sin ir más lejos, tras el preludio a la Masacre Mutante, el tomo empieza con una saga de dos números anuales de Nuevos Mutantes (el dos) y de la Imposible Patrulla X (el diez) que presenta a Mojo como gran némesis del homo superior. También supone la puerta de incorporación de Longshot y Mariposa Mental al equipo y cuenta con el arte del mencionado Alan Davis y de Arthur Adams, que nació para dibujar a los Bebés-X.
Tras la historia principal, seremos testigos de un puñado de aventuras ligeras protagonizadas por diferentes desbandadas de Patrulleros. Algunos deberán enfrentarse al Juggernaut en una divertida escaramuza. Luego tendremos a otros siendo cazados por unos debutantes Comando Escarlata, Super Sabre y Muro de Piedra. Variedad al gusto del consumidor.
La guinda del pastel la ponen dos miniseries donde se enfrentaron a los 4 Fantásticos y a los Vengadores respectivamente. No era la primera vez que la Imposible Patrulla X compartía miniserie con otra formación, pues dos años antes se publicó la anhelada limited imposible de reeditar junto a los Micronautas (vale, y en 1982 el cruce con los Jóvenes Titanes, pero eso fue un prestigio).
La primera me parece la más interesante. Con dibujos de Jon Bogdanove, Claremont supo usar las consecuencias de la Masacre Mutante como excusa argumental para darse de tollinas con Los 4 Fantásticos. La miniserie realmente lo que hace es jugar con la idea de que para que un grupo funcione debe primar la confianza entre sus miembros. Nuestro querido guionista nos ofreció una miniserie que jugaba con los claroscuros de las verdaderas intenciones de Reed Richards a la hora de hacer el viaje que les dio sus poderes a la primera familia del Universo Marvel. La resolución baja un poco los enteros, pero tampoco podía trastocar nada demasiado, ya sabes, no te cagues en el cajón de arena ajeno.
La miniserie de Los Vengadores está firmada por Roger Stern a los guiones y un espectacular Marc Silvestri a los lápices. Argumentalmente es algo más pobre con la Imposible Patrulla X, los Súper Guardianes Soviéticos y los Héroes más poderosos de la Tierra queriendo llevar a Magneto a juicio por sus crímenes (los mutis no, que era su líder en esa rara y convulsa época). Al final todo queda en un desfile de enfrentamientos tópicos y típicos de lo más disfrutón.
Como viene siendo habitual en Panini. La edición de este séptimo volumen de la Imposible Patrulla X viene cargadito de extras como artículos, guiones originales, pin ups, páginas originales, bocetos o portadas inéditas.
No creo que tarde en volver a leerlo.
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