Hace unos meses comentábamos por aquí que la etapa de Ta-Nehisi Coates en Marvel terminó de manera deslucida, pasando a la posteridad con más pena que gloria. Ni su etapa en Pantera Negra, ni la del Capitán América (que finiquitamos en esta reseña) estuvieron para nada a la altura de las expectativas. Podríamos enumerar muchas causas. Personalmente creo que la principal es que al escritor y periodista no parece que le interesen lo más mínimo los superhéroes.
Coates comenzó su etapa en el Capi rindiendo homenaje y recuperando elementos de muchas etapas pasadas: Rick Remender, Nick Spencer, Ed Brubaker o Mark Gruenwald. Tras unos primeros números muy endebles, donde trató de hacer un tebeo de superhéroes al uso, pero sin olvidar sus señas de identidad. El guionista acabó por el anterior volumen devolviendo a la primera plana al asesino Azote, una trama que resolverá de manera veloz para centrarse en el argumento en el que focalizará toda su atención hasta la resolución del número treinta y último de su estancia en la serie.
Pues bien, “Todos mueren jóvenes” nos ofrece una quincena de capítulos en los que Coates endereza el rumbo y el tono de la colección cuando se dedica a hacer lo que sabe, lo que le gusta y deja de emular a escritores pasados. Se nota mucho lo que el autor de “El baile del agua” quería hacer cuando aceptó escribir Capitán América. Esto no es otra cosa que trasladar al noveno arte el oscuro período que estaba atravesando su país bajo el mandato presidencial de Donald Trump.
Para ello, usa a Cráneo Rojo como hilo conductor de un escalofriante paralelismo que, ahora sí, hace que esta serie sea realmente interesante de leer, especialmente sí se hace de una sentada, ya que el ritmo de grapa mensual es un lastre con el que Coates no está acostumbrado a trabajar.
La América en la que se desarrolla la historia ha dejado de creer en el Capitán América (culpable ante la opinión pública de los acontecimientos de “Imperio Secreto”). Ante este clima de desconfianza surge la figura de Alexander Lukin/Cráneo Rojo que ofrece a la plana mayor del pueblo americano la oportunidad de resurgir, de dignificarse, de que su único credo sea el trabajo duro y la palabra de Dios. Juntos harán grande a América una vez más. Al igual que sucede con la política auténtica, buena parte de los acontecimientos se alejan de grandes urbes para desarrollarse en los estados centrales y más “llanos” del país.
Me ha gustado mucho la manera en la que Cráneo Rojo ataca a Steve Rogers. Aquí Coates se muestra muy acertado al evitar el manido enfrentamiento maniqueísta entre el bien y el mal que se salda con una batalla de opereta. Lo que pretende el autor es atacar la idea de lo que representa el Capi, acabar con el sueño americano, en definitiva, matar la idea. Un plan que de salir bien es más peligroso y letal que un ataque físico.
Esto centra la mayor parte del espacio de estos quince números. En segundo plano quedan Sharon Carter (aunque su arco pendiente desde la etapa de Spencer queda resuelto), Peggy, las Hijas de la Libertad, el Hulk Rojo e incluso Selene, la que parecía la gran villana de esta etapa. Estos elementos casi parecen más imposiciones editoriales que ideas del propio Coates que, como hemos dicho, empieza a brillar cuando despliega su propio arsenal, que le ha hecho convertirse en uno de los periodistas más reivindicativos en cuestión de derechos sociales y humanos, así como merecedor de numerosos galardones.
Por momentos, esta colección adquiere la dimensión de un thriller político. La resolución del conflicto entre el héroe y el villano puede resultar totalmente anticlimática y tramposa (especialmente esto último), pero no por ello menos lógica y consecuente con lo que se nos había contado hasta el momento. Es cierto que adolece la falta de cualquier elemento superheroico, pero no puede parecer más brillante e interesante. Si llegáis a leerlo, ya veréis a qué me refiero.
Un inciso, el número 25 de la cabecera incluye una historia adicional de Anthony Falcone y Michael Cho que es sencillamente deliciosa. El Capi acude al entierro de un viejo amigo dando un discurso retrospectivo de lo que significa el verdadero “sueño americano”. Ojalá toda la etapa de Coates hubiera estado a este nivel.
Algo que tenemos que lamentar en este segundo volumen es el apartado artístico. Mientras que tenemos a Leonard Kirk haciendo algún que otro número de manera solvente (aunque sin demasiadas brillanteces) y al siempre estupendo Daniel Acuña, también nos encontramos con la mayoría de los números dibujados por Jason Masters y Bob Quinn, autores que distan mucho de ser dibujantes de primera fila cuyo estilo descuidado y poco atractivo le ha restado muchos enteros al resultado final.
En definitiva, este Capitán América de Ta-Nehisi Coates no es el desastre que pintaba pero, pese a que se endereza en su segunda mitad, no deja de ser un tiro al agua, una oportunidad perdida de hacer algo memorable y diferente con uno de los mayores iconos de Marvel.