Durante el año pasado, Marvel estuvo celebrando su 80 aniversario mediante una serie de especiales nostálgicos que echaban la vista atrás al pasado de la editorial. Pero había otro 80 «aniversario» que celebrar: justo 80 años después de 2019 llegará el año 2099, el que durante una temporada fue el futuro oficial del Universo Marvel. Y entre ese dato prácticamente aleatorio que probablemente nadie haya tenido en cuenta y la reciente tradición de la editorial de hacer remakes cortitos de grandes eventos, como Aniquilación, Actos de Venganza o Atlantis Ataca… ¿por qué no un puñado de números ambientados en ese futuro? Aviso: este no es el 2099 de tus padres. O el tuyo cuando eras joven, vamos.
La estructura de este microevento es la que lleva repitiendo la editorial desde hace bastante tiempo y tan bien le está funcionando: un especial Alfa, un puñado de especiales o series limitadas desarrollando distintos aspectos de la trama o el entorno presentado, y un especial Omega cerrando los cabos sueltos. Esta tradición empezó en La era de Apocalipsis, en los ya lejanos años 90, y la hemos visto por última vez el año pasado, en La era de Hombre X. Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Bueno, el problema es que en este caso, no funciona. Al menos, no funciona si vienes como un lector veterano esperando revisitar un terreno conocido.
Quizás ese sea el principal problema que tiene este remake/reboot/homenaje o lo que sea que pretende ser esta colección de especiales. Ni es continuista con las series de los años 90 ni es totalmente rupturista, que podría haber sido un movimiento que habría tenido su gracia también. Se queda en una extraña tierra de nadie que no termina de funcionar.
Los especiales Alfa y Omega que, como es de esperar, abren y cierran la saga -o lo que sea- nos plantean un vistazo general de este 2099 y una historia general esbozada a grandes rasgos. Cada uno de los especiales que hay entre medias se centra en presentar un personaje y una parte del mundo en el que viven. Y ese es el principal problema que tiene esta historia: en nueve números pretende definir un mundo, señalarnos las diferencias que hay con la anterior versión de ese entorno y las relaciones con el Universo Marvel del presente, y además presentarnos nada menos que siete personajes (o grupos) protagonistas. Sin intención aparente de continuidad, con lo que lo que vemos es lo que hay. Y claro, es demasiado ambicioso para el espacio del que dispone y la cosa queda superficial y apresurada. Si al menos a cada personaje le hubiera dedicado una serie limitada, como ocurrió en La era de Hombre X, aunque hubiera intentado abarcar menos personajes, todo habría quedado un poquito más definido.
De los especiales de entre medias, tenemos alguno de nueva creación, como los 4F, que ya no son una copia/clon o lo que fuera la versión futura anterior del grupo, sino un desangelado gender swap cifi, el injustificable Conan que, inesperadamente, resulta ser uno de los números mejor orquestados de la saga -es lo que pasa cuando pones a un tipo con oficio como Gerry Duggan- aunque resulte un poco sonrojante la sobreexplotación del personaje que está haciendo Marvel en entornos totalmente incoherentes, o Veneno, que pasa de ser un simbionte unido a un psicópata a una chica a la que inyectan un aparente intento de cura de una enfermedad que tiene extraños efectos secundarios.
También hay algún número que intenta ser homenajear a las versiones clásicas de la línea con algún tipo de cambio pretendidamente sorprendente, como Punisher, en el que Jake Gallows pasa de ser el héroe al villano, o el Doctor Muerte, cuya identidad… bueno, dejemos que sea el lector quien lo descubra, que es posiblemente el mejor número de toda la serie. De nuevo: con buenos autores salen buenos tebeos. En este caso, la responsabilidad es de Chip Zdarsky, escritor del que somos cada día más fans en esta casa.
En el punto medio tenemos los que son razonablemente fieles a los originales, pero con aportes personales de los nuevos autores, como Spiderman, en el que Nick Spencer aboceta la versión más fiel al original que tenemos, y Motorista Fantasma, en el que Ed Brisson recupera a un Zero Cochrane que tuvo menos protagonismo del que merecía en su día.
¿El resultado final? Pues lo dicho, que quien mucho abarca, poco aprieta. Por mucho homenaje a las películas de Star Trek de Abrams que haya -nada sutil ni disimulado, ya lo veran quienes lo lean- no deja de ser un reboot sin alma de una parcela de la editorial que no lo necesitaba. Rescatar del olvido una línea entera para cambiarla de arriba a abajo en un trabajo mediocre y volver a mandarla al limbo de los personajes no utilizados era totalmente innecesario. Única y exclusivamente para completistas.