Batallita tonta sobre Mi Mamá está en America y ha conocido a Buffalo Bill… Mira que es bonito plantarte delante de la estantería, dirigirte a la parte dónde la capa de polvo es más gruesa (sip, soy un guarro que no limpia) y sacar un ejemplar de ésa zona que llevas años sin visitar. A veces la relectura te horroriza hasta el punto de pensar bajo qué extrañas circunstancias fuiste capaz de adquirir según qué cosas. En otras ocasiones desistes de releer porque con un simple vistazo recuerdas a la perfección el tomo y no te merece la pena perder el tiempo. Pero, en cambio, siempre se da la particular circunstancia de que a pesar de sabértelo de memoria, QUIERES releer el tebeo, porque deseas revivir lo que te transmitió su lectura.
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Siempre que hablo con mis amigos les comento que yo soy muy malo reseñando cosas. No soy capaz de encasillar el dibujo de ningún autor dentro de alguna corriente, o de hacer comparaciones pseudo culturales de influencias o escuelas de pensamiento en determinados guionistas.
Normalmente cuando le hablo a alguien de una película, libro o comic salgo por el camino del medio contando un poco el argumento y después le digo lo que ha sido para mí. Lo que me ha transmitido, lo que he pensado o sentido en el proceso. Suelo ser más emocional que cerebral, y ése punto de subjetividad no es bueno en una reseña. A no ser que conozcas a quién se lo cuentas y sepas que tenéis gustos afines.

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La forma de contar la historia, mediante textos breves respaldados por los dibujos simples y limpios, casi infantiles, ayuda más aún a meterse en la piel del protagonista. Incluso el tipo de letra utilizado nos ayuda a ello. Nos da la sensación de que es realmente un crío el que nos cuenta la historia.
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Para terminar comentar que existe una versión animada que lamentablemente nunca ha visto la luz por nuestros lares. De todas formas si tienen curiosidad pueden echar un ojo en éste enlace.