En general, suelo estar satisfecho con la forma que tiene Panini de editar los tebeos.
A veces toman decisiones que se me escapan, incluso que me parecen contrarias a toda lógica. Pero, eh, se supone que hay una cabeza pensante a la que pagan por ello. En tiempos, renumeraban las colecciones cada dos por tres, pero parece ser que la política ahora es no renumerar ni cuando hace falta. Supongo que las renumeraciones recurrentes previas tenían que ver con el mil veces dicho «los números uno siempre venden», pero hacía complicado seguir las series. Lo de ahora… se me escapa. ¿Quizás sea que, en estos tiempos de crisis, un último número de una serie es un buen momento para dejar de comprar? Ni idea. Pero lo de que Groot herede la numeración de Mapache Cohete o que Magneto continúe con la de X-Men… lo dicho, ellos sabrán. Mí no comprende.
Tampoco es que importe demasiado.
El caso es que hay una serie regular de Magneto que no está relacionada con las demás series mutantes (al menos, de momento) con unos autores que, aunque hagan un trabajo de calidad, no son precisamente comerciales. Y se está editando en castellano. En grapa. Pues oye, si el precio que hay que pagar para ello es que en lugar de en un número 1 la serie empiece en un número 53… bienvenido sea.
Formatos aparte, vamos con el tebeo.
Hace tiempo, mucho tiempo, que no compro tebeos por personajes. La mayoría de lo que compro es por autores, o por arcos argumentales que me llamen la atención, o por recomendaciones. Pero lo de comprar por personaje hace que te toque tragarte el Batman de John Layman o los 4F de Matt Fraction. En este caso, no se daba ninguna de las posibilidades anteriores.
¿Magneto? Pues hombre, es un personaje interesante. Pero… ¿da para ser protagonista absoluto de su propia colección regular? Buf. Pues cuesta creerlo. ¿Y los autores? Pues del guionista, Cullen Bunn, había leído sus números de Veneno, convirtiendo la entretenidísima serie que empezó Rick Remender en una colección anodina que seguía por costumbre, el espantoso relanzamiento de Lobo, nuestro querido Czarniano… y poco más. No es, a priori, un guionista que inspirara la más mínima confianza. Y el dibujante, el granadino Gabriel Hernández Walta, no me sonaba de nada, aunque algo sí que he leído suyo como Unwritten o Age Of X.
¿Y por qué me dio por comprar este Magneto, entonces? Un impulso, ni más ni menos. Lo vi en mi tienda habitual, lo cogí para echarle un vistazo y me llamó poderosamente la atención.
Magneto, la serie, arranca en el punto en el que Magneto, el personaje, abandonó a los X-Men para empezar sus correrías en solitario. Y lo que encontramos es, a la vez, totalmente nuevo pero sonando a conocido.
El personaje, a lo largo de sus recién cumplidos 52 años de historia, ha pasado por múltiples enfoques, desde el villano megalómano hasta el personaje redimido, pasando por el terrorista racial y el más estereotípico antihéroe. Y la versión que tenemos en esta andadura del personaje es… una mezcla de todos ellos. En una historia de tintes detectivescos, nos encontramos con un tipo que ya está harto. Harto de un sueño de convivencia que nunca llega, harto de ser considerado un terrorista por defender a su especie, y harto de rodearse de criminales sólo por compartir un objetivo. Así que Max (¿cuándo cambió de nombre? ¿no se llamaba Erik?) empieza a investigar crímenes contra la especie mutante. Y a los culpables que va encontrando les da el tratamiento que él considera que merecen, convirtiéndose en una especie de Punisher mutante, mostrándonos el punto de vista del asesino y los motivos por los que él considera que ser un asesino desalmado es correcto. La historia es totalmente cruda, descarnada, sin la más mínima concesión. Habría sido un gran aporte a la línea MAX si siguiera en activo… y el dibujo de Walta ayuda a ello.
Lamentablemente, esta serie ya ha sido cancelada por la llegada de Secret Wars (aquí nos ha llegado con un cierto retraso), pero después de leer los dos primeros números triples publicados en España, abarcando entre ambos Infame, el primer arco argumental, he de decir que ha sido una inesperada y agradable sorpresa. Estaré ahí mes a mes hasta que acabe.