Jason Aaron es un tipo del que me espero mucho. Quizás por ser el autor de auténticas joyas del medio como Scalped o Los Malditos, sé que es capaz de estar muy por encima de la media del sector y le pido más a un cómic escrito por él que a uno firmado por un autor más estándar. Y sí, es cierto, esas dos obras son tremendamente personales, pero también es un tipo capaz de brillar en cómics de franquicia. Ahí tenemos su etapa en Lobezno y la Patrulla X, quizás el mejor cómic de mutantes desde que se fue Grant Morrison hace ya la tira de años. O, por supuesto, su larguísima etapa en Thor, que aunque ha tenido sus momentos un poco menos inspirados, es la mejor que ha tenido el Dios del Trueno desde la partida de Dan Jurgens hace ya quince años. Probablemente por eso, por la calidad que ha demostrado que sabe tener, su debut al frente de la serie de Los Vengadores me dejó un tanto frío. Pero un inicio titubeante, lastrado por un dibujante no precisamente inspirado, no iba a ser motivo para no darle una oportunidad a uno de los guionistas más interesantes que quedan dentro de Marvel…
En este segundo número de Panini tenemos dos números americanos, y se confirma la impresión que dio en el primer número de la serie: a lo largo de esta etapa vamos a tener dos líneas temporales diferenciadas, la de los Vengadores de la prehistoria, concepto con el que Aaron ya nos cautivó en Marvel Legacy Alfa, y la del presente, con la refundación del grupo y una vuelta al clasicismo combinada con una alineación de lo más extraño con la que mirar al futuro.
El primer número, del que Panini ha tomado la portada para la edición española, está ambientado íntegramente en los orígenes míticos (y mitológicos) del grupo. Nos cuenta el origen del primer Jinete Fantasma, dando algo de color a los orígenes del personaje con un toque del Génesis de la Biblia, y nos muestra el primer villano del grupo. Sí, diría que es el primero, no consideraría a un Celestial como un villano, es más una fuerza cósmica muy por encima de nuestro nivel de comprensión. Y se empiezan a dar los primeros pasos para la unión del grupo.
Sin ser Sara Pichelli una artista que me toque especialmente la fibra, tengo que reconocer que en este número me ha gustado mucho. No sólo por comparación con el dibujo torpe de McGuinness del número del mes pasado, es que tiene algunas páginas realmente brillantes. La vida en la caverna de Fantasma y su tribu queda suficientemente retratada en un par de páginas, y la primera transformación de este personaje en el Espíritu de la Venganza me ha resultado muy potente. Por otro lado, aunque la narración es totalmente descomprimida en este número y no sabemos lo que se va a tardar en llegar al punto visto en Marvel Legacy Alfa, esta ambientación es tremendamente potente y queremos saber más de este primer grupo de héroes (¿o mitos, más bien?) del Universo Marvel.
En el segundo número volvemos al presente, y tras la historia adrenalínica con la que desembarcó Aaron en la serie, tenemos un momento de calma. Calma para afinar la alineación del grupo, para empezar a establecer relaciones entre personajes (veremos, más allá de la declaración de intenciones de este número, cómo afecta a la dinámica del grupo el historial entre Tony Stark y Carol Danvers) y para llevar al grupo a su nueva sede. A ver, que sí, que la Torre Stark era muy icónica, pero un rascacielos en Manhattan no es precisamente una ubicación que diga “Héroes más poderosos de la Tierra”, así que Aaron les muda a algo a medio camino entre la Fortaleza de la Soledad de Superman y el Sapiencial de los Guardianes de la Galaxia que ya queda bastante más espectacular.
Y en el plano artístico, si Pichelli quedaba bien en el número anterior, David Márquez se luce en este número y nos hace desear que ojalá fuera él el dibujante regular de la serie. Dicho lo cual, no queda claro quién es el dibujante regular, o si tal papel existe. En los dos próximos números, hasta el 700 americano (numeración Legacy), tenemos de nuevo a Márquez. Los dos siguientes traen de vuelta a Ed McGuinness (ugh). En el 13/703 tenemos de invitado a Andrea Sorrentino, y en los dos últimos números anunciados hasta la fecha vuelve David Márquez. Podría parecer que estamos ante una serie con dos dibujantes, Márquez y McGuinness, alternándose y con algún invitado ocasional, pero aún es pronto para suponer nada. Lo bueno es que queda claro que vamos a tener más Márquez.
La sensación que me ha dejado este segundo número de Aaron es mucho más positiva que el primero. Podría dar la sensación de que entró en la serie tirando todos los fuegos artificiales que tenía para llamar la atención, y que empieza en este segundo a tomarse las cosas con más calma, y que realmente la serie empieza aquí. Así como la lectura de La hueste final me dejó notablemente decepcionado, sin avanzar en lo que sea que Jason Aaron nos quiere contar más allá de un par de pinceladas, el número de este mes sí que me ha dejado con ganas de querer seguir leyendo esta serie mes a mes. In Aaron we trust.