Nos hacemos viejos. Los Vengadores: Guerra a través del tiempo tenía que haber sido un gran hito, a la altura de cuando Stan Lee hizo aquello de Just Imagine en DC. Tenemos un autor de la talla de Paul Levitz, responsable de una de las más legendarias y longevas etapas de la historia de DC con su trabajo en la Legión de Superhéroes, editor jefe de DC Comics entre 1989–2009 y presidente entre 2002 y 2009, en su primer trabajo para Marvel tras más de 50 años de carrera. Y encima con dibujos de Alan Davis. ¡Qué empiecen los fuegos artificiales!
¿Cómo? ¿Nadie? Bueno, a decir verdad, Los Vengadores: Guerra a través del tiempo tampoco tiene calado para ser un gran evento ni pretende serlo en ningún momento y, además, probablemente ya nos somos tantos y no tan jóvenes los que a estas alturas damos importancia al hecho de Levitz escribiendo para Marvel. Probablemente, pasado un tiempo, no se recordará este tebeo más allá de la efeméride y tal vez como una parte del recuerdo de esa ola revivalista de los últimos tiempos de Cebulski al mando de Marvel. Sin embargo, por el tiempo de tratamiento y mimo que nos encontramos en Los Vengadores: Guerra a través del tiempo, más que con Lobezno: Parche, Leyendas de la Patrulla X o Spiderman Simbionte, tendría más que ver con lo que Kurt Busiek y Pat Olliffe hicieron en Las historias jamás contadas de Spiderman.
Paul Levitz y Alan Davis nos sitúan en algún momento entre Avengers #11 y #12 (1964), con lo que Los Vengadores: Guerra a través del tiempo sucedería en el transcurso de Biblioteca Marvel Los Vengadores 2. Por más que nos pueda sugerir el título o por más que tengamos a Kang detrás en todo momento, lo que nos traen aquí no es una gran epopeya de intrincados viajes en el tiempo, paradojas y retruécanos de continuidad a lo Siempre Vengadores. Lo que Levitz y Davis nos brindan es una serie de pequeñas historias encadenadas, tal vez más al estilo de los 70 que de los 60, donde el final de una nos lleva a la otra hasta terminar con el responsable de todo, ahora sí, con una traca final a través del tiempo. Por el camino tendremos un festival de guantazos con Hulk, con el rey de los enanos o los Hombres Lava y cameos aquí y allá de otros héroes de la época.
Desde los créditos, Los Vengadores: Guerra a través del tiempo evoca años sesenta. Argumentos fruto de cúmulos de casualidades, comportamientos dados a un exceso de drama, chistes con referencias viejuners y diálogos añejos, pero también una cierta autoconsciencia con algún guiño cómplice e incluso pequeñas perlas de sutileza y algún que otro doble sentido. En su sesentidad, Levitz sabe manejar una mezcla de nostalgia y una ingeniosa visión acerca de la misma, que demuestra que algo sabe este señor de escribir tebeos.
Lo que sí que no me esperaba es tener sentimientos encontrados con el trabajo de Alan Davis, aunque no ya tanto con el acabado, que ha sido una de las cosas más comentadas de este tebeo. Si bien es cierto que entintándose a sí mismo el resultado es algo más tosco, desordenado y menos redondo de lo habitual, no es ese el quid de la cuestión. Más allá de ese look & feel final algo más vacilante, en cuanto a anatomía, movimiento, diseño y narrativa sigue siendo impecable. ¿Qué digo impecable? Sigue siendo la bomba, como siempre es Davis, pero tal vez la bomba no es lo que necesita Los Vengadores: Guerra a través del tiempo. Cierto que Davis es capaz de llevar la épica de Los Vengadores a un nivel al que Don Heck no soñaba y tal vez tampoco ese Kirby un poco más de andar por casa, que veíamos en los primeros números de los héroes más poderosos de la tierra —lejos aún de lo que estaba por dar —. Pero quizá tal vez por esto, Davis no es el dibujante más adecuado para el planteamiento de Levitz, que trata de ubicarnos en aquellos tiempos. Incluso puede ser que el color de Rachelle Rosenberg me de hasta cierto punto la razón. La suerte de tratamiento retro en paleta y render de la colorista de músculos de acero no termina de irle al trabajo mucho más volumétrico y realista de Davis y, por más que sea espectacular, casi nos queda fuera de lugar el extraordinario dibujante británico en esta Guerra a través del tiempo.
En cualquier caso, este tomo es al final un pequeño disfrute, tal vez para un tipo de lector muy determinado que peina canas — si tiene esa suerte — o tal vez para un lector más joven que ha descubierto los clásicos de la Edad de Plata Marvel más recientemente pero disfruta de disfruta de ellos igualmente. Paul Levitz y Alan Davis nos dan nostalgia, sí, pero también una cierta visión sobre la misma como sólo pueden darnos dos viejos veteranos en 2023, con un oficio y talento solo a la altura de sus respectivas carreras.