Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Los Pizzlys, de Jérémie Moreau

Los Pizzlys, de Jérémie Moreau
Guion
Jérémie Moreau
Dibujo
Jérémie Moreau
Traducción
Marina Borrás Ferrá
Formato
Cartoné. 22 x 29 cm. 200 páginas. Color
Precio
39,50 €
Editorial
Norma Editorial . Octubre 2024
Edición original
Les Pizzlys (Delcourt)

Ojalá hubiera leído Los Pizzlys antes de grabar el podcast de Lo mejor de 2025, porque se habría colado en mi top sin ninguna duda. Tal vez, visto de lo que ha sido capaz Jérémie Moreau en La saga de Grimr o Penss y los pliegues del mundo debería haberle dado antes la oportunidad, pero sirva esta reseña como propósito de enmienda.

Y aunque Moreau ha dibujado obras de muy diverso calado, las dos mencionadas no lo han sido al azar o simplemente por ser tal vez sus títulos más sonados. Los Pizzlys guarda en común con ellas algunas claves que comenzamos a ver ya como pequeños tics, obsesiones o simplemente ideas sobre las que explorar por parte del autor.

Los Pizzlys, de Jérémie Moreau

Antes de meternos un poco más dentro de la obra, cabe mencionar a modo de curiosidad y por si, como quien escribe, no lo sabíais, que «pizzly» no es una palabra que se haya inventado Moreau ni tampoco un nombre propio — si bien juega con ello al darle esa mayúscula que casi lo convierte en un apellido —. «Pizzly» es el término que en castellano se ha venido a traducir como «oso grolar». Se trata de una especie híbrida entre el oso polar y el oso grizzly, que hasta hace bien poco sólo se había dado en cautividad. Con el calentamiento global, estas dos especies, que tendían a no mezclarse, se están cruzando en su entorno natural… o lo que queda de él. Esta es la idea que sirve a Moreau como punto de partida para Los Pizzlys.

Y todo comienza con Nathan, un joven que está al cargo de sus dos hermanos menores desde que murió su madre y sobrevive como puede en París como conductor de Uber. Un día, víctima de unos extraños vértigos que lo asaltan, tendrá un accidente y cuando todo parece perdido, surgirá una disparatada oportunidad, como un caprichoso designio del destino: mudarse a Alaska y dejar todo atrás.

En una primera capa, Los Pizzlys nos habla del redescubrimiento del hombre con la naturaleza inmensa y mágica que los rodea, pero esto es solo el principio. Quien ya haya leído antes a Jérémie Moreau ya debería saber que, de un modo u otro, la naturaleza como ese gigantesco ente indómito que nos envuelve de un modo que va más allá de lo puramente físico, es una de las constantes en su trabajo. Y sí, en parte Los Pizzlys tiene algo de ese relato que hemos leído más de una vez sobre la decadencia de la civilización, la degradación de la naturaleza y la vuelta a las raíces en contacto con esta. No obstante, no me atrevería a asegurar si esta es la columna vertebral de la historia o solamente el hilo a través del cual se articula otro montón de ideas.

Los Pizzlys, de Jérémie Moreau

Cada uno de los tres protagonistas encaja de un modo diferente su nueva vida y cada uno es un elemento simbólico distinto. Hay una historia de primer plano en Los Pizzlys y Moreau nos da todo lo necesario para que, como lectores, podamos elegir quedarnos en ese primer nivel y tener una experiencia de lectura completa y totalmente satisfactoria. Sin embargo, hay toda una suerte de juegos metafóricos, a veces muy sutiles y hasta huidizos y un despliegue de lenguaje poético que nos anima a ir un poco más allá dentro de sus capas de significado.

Los Pizzlys nos exhorta a redescubrir nuestra realidad, basada en los sistemas de medición y representación de la cultura occidental, como un constructo mucho menos realista de lo que creemos. Así, abraza una especie de mística y aprovecha cada recurso a su alcance para acercarnos a ella: los propios vértigos de Nathan, sueños, visiones, cuentos o incluso dibujos dentro de dibujos. Hay toda una serie de referencias directas a esta parte de la historia, como ese internet de sueños que se menciona en un momento determinado y sobre todo esa especie de poesía que aparece subyacente en cada rincón de Los Pizzlys. Hay mucho en este tebeo que no se ve a primera vista pese a que puedes sentir que está ahí, un poco casi como esa naturaleza que no terminamos de comprender pero que sabemos que nos rodea inmensa, más allá de nuestro entendimiento y que de algún modo nos seduce.

Los Pizzlys, de Jérémie Moreau

Hay un momento en Los Pizzlys donde se habla de los sueños como un regreso a la edad mítica y es como si ese fuese el camino que quiere marcarnos Moreau. Es por eso también que en esta obra hay toda una serie de decisiones gráficas y narrativas que se toman rápidamente como algo natural, pero que sin duda son premeditadas y distintas de lo que vemos en otros trabajos del autor: esos ojos completamente en negro casi sin mirada, esa paleta de tonos fluorescentes o ese trabajo de linea que casi podríamos situar a medio camino entre La saga de Grimr o Penss y los pliegues del mundo, pero con énfasis esta vez en la precisión por encima del gesto… hay toda una serie de detalles en los que tal vez el mayor talento de Moreau es conseguir que pasen desapercibidos en una primera lectura, pese a lo extremo de muchos de estos planteamientos.

Y es que en definitiva podríamos decir que Los Pizzlys en una historia profundamente evocadora, que nos insta a ahondar en su misterio que aparece vestido con la apariencia de una aventura. Y es que a estas alturas y con esta obra, se consolida la idea de que con cada nuevo tebeo de Jérémie Moreau siempre hay algo más allá de la historieta de primer término y de algún modo sabe cómo guiarnos, sin aparentes exigencias, solo dejando que la lectura se abra camino de manera natural con un talento al que no es fácil encontrar parangón en el panorama actual.