Es prácticamente seguro que si le mencionas Los Pitufos a cualquiera de los que fuimos niños en los años 80 nos salga una amplia sonrisa nostálgica. Ya sea por los tebeos de la Colección Olé de Bruguera de setenta y cinco pesetas o por la serie de dibujos animados de los sábados después del telediario, los pequeños personajes azules creados por el belga Peyo son parte importante de nuestra infancia, y seguro que muchos de los que pasan de los cuarenta y están leyendo esto ya están tarareando mentalmente eso de “en un bello país que muy lejos está”. Los que conservan los tebeos originales los tendrán muy probablemente ajados por el paso del tiempo, y bastantes de nosotros hemos ido comprando ediciones posteriores, ya sea en formato álbum o en los integrales que ha ido sacando Norma Editorial a lo largo de los últimos años.

Peyo falleció en 1992, meses después de lanzar el cuadragésimo álbum de la serie, El pitufo financiero. Pero estos adorables personajes no cayeron en el olvido. Su hijo, Thierry Culliford, tomó el relevo de su padre, al principio como guionista y posteriormente como coordinador, y a día de hoy sigue saliendo material nuevo. Hoy vamos a mencionar las tiras cómicas producidas por Estudio Peyo entre 1998 y 2003, recopiladas en cinco álbumes y posteriormente en un lujoso volumen integral de 248 páginas.

Los magistrales álbumes clásicos de Los Pitufos tenían estructura de historia larga, aunque entre medias nos encontrábamos con gags puntuales y recurrentes que, aunque no formaban parte de la historia, daban color a la vida diaria de la Aldea Pitufa y personalidad a sus diminutos habitantes. Así, era habitual ver al Pitufo Bromista repartir paquetes explosivos, al Pitufo Goloso comiendo tartas en cuanto tenía la ocasión, al Pitufo Perezoso echándose la siesta o al Pitufo Filósofo dando la brasa y siendo el pelota oficial de Papá Pitufo. Y eso es exactamente lo que nos encontramos en estas tiras cómicas: ese tipo de gags recurrentes que caracterizan a los personajes habituales, en hábiles tiras de tres viñetas, con la conocida complicación que tiene crear una situación y resolverla de forma eficaz en tan reducido espacio.

Quizás el mayor problema que se le pueda poner a esta obra es el habitual en material de estas características.Estas tiras no fueron publicadas en álbumes, sino en la revista Schtroumpf a lo largo de los años, y no fueron concebidas para leer más de seiscientas de ellas de golpe. Este formato se resiente en una lectura intensiva, aunque si se leen unas pocas páginas, se deja reposar y se retoma el libro pasadas unas horas, o al día siguiente, resulta una pequeña delicia que gustará revisitar de vez en cuando.

Por supuesto, Los Pitufos son un cómic enfocado a un público infantil, y son los niños los que más los disfrutarán. Pero también los adultos que quedaron maravillados ante este imaginativo mundo cuarenta años atrás también disfrutarán de este tomo. El público objetivo es, muy posiblemente, los padres que recuerdan a estas criaturas azules con muchísimo cariño y quieren pasar el testigo a sus hijos. Es una obra atemporal que puede ser disfrutada sin problemas por varias generaciones.