Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Los Picapiedra, de Mark Russell y Steve Pugh

Los Picapiedra, de Mark Russell y Steve Pugh
Guion
Mark Russell
Dibujo
Steve Pugh, Rick Leonardi, Scott Hanna
Tinta
Steve Pugh, Scott Hanna
Color
Chris Chuckry, Steve Buccellato
Traducción
Guillermo Ruiz Carreras
Formato
Cartoné, 368 páginas
Precio
43.50 €
Editorial
ECC Ediciones. 2024
Edición original
The Flintstones 1-12, Booster Gold/The Flinstones Special USA

Una de las formas más intelectualmente satisfactorias de ciencia ficción, al menos para el que suscribe, es la que usa el entorno futurista para hacer reflexiones  sobre la sociedad actual. Como señala el popular meme, Orwell escribió 1984 como una advertencia, no como un puñetero manual de instrucciones. Pero no es la ciencia ficción el único género con el que se puede hacer ese tipo de literatura: en Los Picapiedra, Mark Russell y Steve Pugh hacen lo mismo con los populares personajes provenientes de los dibujos animados que muchos de los lectores de cómics actuales vimos de niños.

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Los vimos de niños, pero Los Picapiedra no era una serie infantil. No del todo, al menos. Echando la vista atrás, nos damos cuenta que se trataban temas muy adultos, que pasaban por debajo del radar de los espectadores más jóvenes, como los conflictos familiares, la infertilidad o la ludopatía. Los más jóvenes teníamos a Pebbles y Bam-Bam, el troncomóvil y dinosaurios por todas partes. Eh, nadie buscaba rigor histórico. En cierto modo, era una serie con varios niveles, haciendo décadas antes que los Simpson algo muy parecido a lo que hicieron los Simpson.

Justo cincuenta años después del final de la serie de televisión original, y tras haber pasado por ocho editoriales de cómics, DC lanza una nueva serie de los cavernícolas más famosos de la ficción. Para ello, contrata al desconocido por entonces Mark Russell, que sólo había firmado hasta el momento una serie de cómics, un relanzamiento de Prez Rickard que debía durar doce números pero fue cancelado en el sexto. Su compañero de viaje a la Edad de Piedra era Steve Pugh, un viejo conocido de los lectores de series de Vertigo como Animal Man, Predicador o Hellblazer. A priori, un escritor cuya primera obra había sido un fracaso y un dibujante conocido por obras de terror no eran la mayor garantía para retomar unos personajes de dibujos animados que tendría que apelar a la nostalgia de los potenciales lectores… pero el resultado final fue una serie nominada en los Eisner, éxito de crítica y, sin duda, la mejor de todas las que formaron parte del experimento Hanna-Barbera Beyond. Y, por supuesto, fue la obra que hizo que Mark Russell pasara de ser un desconocido a un tipo al que había que prestar atención.

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Los Picapiedra, el cómic, tiene un espíritu muy similar al de la serie de animación de los sesenta y, a la vez, es muy diferente. Estamos ante una colección de escenas cotidianas de la vida en Piedradura que sirven principalmente para hacer reflexionar al lector sobre en qué nos hemos convertido y qué es lo que estamos haciendo mal. No, no es un cómic oscuro e introspectivo, aunque la respuesta al filosófico «quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos» no es del todo optimista en algunos momentos. Pero en esencia, estamos ante un cómic de humor. Pero no un humor orientado al gag y a la risa fácil -aunque también hay hueco para ello en algunos momentos-, sino un humor con la punta muy afilada cuyo objetivo es hacernos ver que, como el emperador, estamos desnudos.

La mayor parte de las críticas que Russell vierte en Los Picapiedra tienen que ver con nuestras estructuras sociales. Así, la clase política en general, la religión o incluso el capitalismo como concepto -personalizado en un matón de colegio- se llevan la mayor parte de los bofetones intelectuales del escritor americano, pero en algún caso también tenemos comentarios positivos de alguna de estas ideas. Puede que las religiones -en general- sean un conjunto de cuentos difíciles de creer, pero hay personas con inquietudes espirituales a las que estos cuentos les hacen mucho bien. Y la contraposición entre ciencia (personificada en una versión troglodita de Carl Sagan) y religión que plantea es… interesante.

Pero no sólo de entes abstractos nos habla aquí Mark Russell. También hay sitio el consumismo, la homofobia, la gentrificación, los genocidios, el estrés post traumático, la xenofobia, las redes clientelares, la diferencia de enfoque ante temas morales dependiendo de si tienes el poder o no… abre un periódico cualquiera de cualquier fecha por cualquier página. Posiblemente encuentres algo relacionado con lo que leas en esta obra.

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El trabajo de Russell es simplemente perfecto en su intención, pero su compañero, Steve Pugh, ayuda a que la obra sea completamente redonda. Tiene un estilo mucho más limpio que el que le hemos visto en otras obras, anteriores y posteriores, quedándose a medio camino entre el cartoon original y su estilo personal, que es claramente reconocible a lo largo de la serie. Consigue un equilibrio perfecto entre humor y cotidianidad, que necesita una obra de estas características. Un enfoque más orientado en una dirección o en la otra habría hecho que no hubiera sido tan impecable.

A los doce números de la serie original se añade el especial Booster Gold/The Flinstones, escrito también por Mark Russell y dibujado en esta ocasión por Rick Leonardi, que también había firmado un número de la serie principal. En esta ocasión, estamos ante un cómic de entretenimiento sin pretensiones, en el que Booster Gold viaja a Piedradura para evitar una invasión alienígena que tiene lugar en su presente mientras está teniendo una cita de Tinder. Una curiosidad simpática, pero muy por debajo de los doce números previos.

Se completa el tomo con una sección de extras formada por portadas alternativas de autores como Walter Simonson, Howard Cahykin o Dustin Nguyen, estudios de personajes y lápices y bocetos de portadas. El formato, por cierto, es en cartoné y tamaño comic book, sin la reducción de tamaño que tuvo el anterior integral.

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A estas alturas, cinco años y pico después de su primera edición en castellano, la voz se habrá corrido ya sobre la espectacular calidad que tiene esta obra. Quizás alguien que no sepa lo que se va a encontrar aquí pueda ignorarlo pensando en que va a ser un entretenimiento ligerito, pero no puede estar más equivocado. Es uno de los mejores tebeos que se han hecho en los últimos años, y totalmente recomendable para todo lector que disfrute de la crítica social con un punto de mala leche. Sea lector de cómics habitualmente o no.