Cuatro años ha necesitado Luis Durán para terminar su siguiente obra desde que concluyó su titánica Orlando y el juego, un proyecto en el que estuvo diez años embarcado. Los pájaros que al surcar el alba es una obra que mezcla intriga con costumbrismo, pero narrada con un lirismo absoluto, haciendo que su lectura sea toda una experiencia que invita a repetir. Tengo que reconocer (con algo de vergüenza) que esta es la primera obra que leo de su autor, a pesar de las veces que Alain nos ha intentado «meter en vereda» a toda la redacción tortera. Como dice el refrán, más vale tarde que nunca, y para mí, gracias a esta obra editada por Dolmen, ha sido toda una experiencia descubrir a su autor. Apuntadme a la religión Duranista, que desde hoy cuenta con otro adepto entre sus filas…
La obra se ambienta en un pequeño pueblo del Madrid de los años 60, y salta entre varios personajes, entre los cuales destacan dos principalmente: una escritora que decide voluntariamente ingresar en una institución psiquiátrica para documentarse sobre su próxima novela, y un sereno que recorre noche tras noche el pueblo y gracias al cual iremos conociendo a los variopintos personajes que habitan esta pequeña población, como una comadrona, un relojero, el sereno de otra localidad vecina, un enterrador gallego cuya esposa está a punto de dar a luz, o un tipo sonámbulo que noche tras noche se escapa a la plaza del pueblo a dar discursos en diferentes idiomas.
A través de estos dos personajes, aparentemente inconexos, Durán nos cuenta dos historias, de diferentes que son, hasta tienen géneros distintos. La de Abril, la escritora, es un thriller a todas luces, con un ingreso que se mantiene en absoluta confidencialidad entre el psiquiatra del centro y ella, lo cual provoca suspicacias en la enfermera jefe del centro. La trama puede llegar a recordarnos a Los renglones torcidos de Dios o incluso Alguien voló sobre el nido del cuco, por ese tratamiento de una institución deshumanizada, en la que se acumulaban 150 personas diagnosticadas de enfermedades mentales, puntualizando que no siempre se trataban de patologías que justificasen un ingreso en una institución como esa. En el otro extremo tenemos el día a día de Saturnino, uno de los últimos serenos, que empiezan a oír rumores provenientes del extranjero de un invento nuevo con el cual la gente pulsa un botón y puede hablar con el dueño de cada casa, sin necesidad de que el sereno abra la puerta para que pueda acceder.
La trama de Saturnino permite hacer de guía para el lector, a través de la cual irá conociendo al resto de personajes, y conocer cómo era aquella época. El sereno es un hombre honrado, bueno y responsable, hasta pecar de inocente, al que todos conocen y recurren por su persistente disponibilidad, y de cuya bondad algunos se llegan a aprovechar. Habla con la gente, reflexiona sobre el paso del tiempo (enfatizado en las conversaciones con el relojero) y es a través de esos diálogos como llegamos un punto importante de la historia, como la frase que da título a la propia obra. Y es que esos pájaros que surcan el alba son como Saturnino, el punto en común de los numerosos personajes que protagonizan esta obra. Cada uno es de un modo, pero seas más rico o más pobre, loco o cuerdo, culto o iletrado… todos miramos el mismo cielo y la senda que van dejando los pájaros al volar.
Las metáforas y el simbolismo no solo se encuentran en las tramas y diálogos, sino también en el terreno gráfico. El dibujo de Durán es rotundo, muy tridimensional gracias al volumen que aportan las tramas de rayado lineal o cruzado al más puro estilo Robert Crumb. A pesar de que en sus últimas obras había apostado por el color, en esta se regresa al blanco y negro, dotando de atmósfera y aportando una conexión inconsciente con el pasado. Destaca además el uso del autor de la luz para las escenas nocturnas y para las de la institución psiquiátrica, en las que el blanco y negro cobra mucha relevancia y se convierte en un elemento narrativo muy potente. Hay elementos recurrentes como los pájaros en el cielo o esas bolitas de papel que hace la enfermera y que se acumulan como piezas de un juego en el que las piezas comparten el mismo tablero.
En definitiva, Los pájaros que al surcar el alba es una obra repleta de poesía en la que encontraremos historias cruzadas donde se mezclan personajes muy diferentes que comparten un mismo escenario. Como una metáfora de la vida misma, en nuestra vidas se cruzan personajes de todo tipo, pero al final el tiempo pasa por todos y caminamos bajo el mismo cielo. Con un dibujo rotundo y muy atmosférico, los cuatro años que ha necesitado el autor han merecido por completo la pena. Y como descubrir a Luis Durán me ha llevado tanto tiempo… ahora toca empezar a recuperar toda su obra, me queda mucha lectura por redescubrir, y os invito a hacer lo mismo. No vais a arrepentiros.
Lo mejor: La mezcla de personajes y géneros narradas con maestría y un trasfondo de poesía fabulosos.
Lo peor: Haber necesitado tanto tiempo para descubrir a Luis Durán.