Es la hora de las tortas!!!

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Lo que más me gusta son los monstruos 2

Lo que más me gusta son los monstruos 2
Guion
Emil Ferris
Dibujo
Emil Ferris
Traducción
Montserrat Meneses Vilar
Formato
Rústica con solapas. 420 páginas. Color
Precio
39,90€
Editorial
Reservoir Books . Abril 2024
Edición original
My favorite thing is monsters 2 (Fantagraphics)

Nada menos que 6 años hemos tardado en ver Lo que más me gusta son los monstruos 2. La continuación de la que era la exitosa ópera prima en cómic de Emil Ferris se ha hecho esperar y tal vez nos llega ahora con algo menos de ruido. Cuando salió la primera parte cosechó tres premios Eisner, dos Ignatz y una nominación a los Hugo y nombres como Art Spiegelman, Alison Bechdel o Chris Ware cantaban alabanzas. Sorprende, tal vez por eso, que esta segunda parte no ha sido siquiera nominada en los premios Eisner de este año.

Cuando salió la primera parte venía rodeada de una aureola de leyenda, no solo por las críticas, sino también porque venir con una historia detrás de superación de una enfermedad por parte de la autora, por su sorprendente estética de virtuoso crosshatching de bolígrafo, que destilaba ecos de la EC y el underground setentero, y por una narrativa muy poco convencional. Tal vez todas estas cosas y tras 6 años de espera ya no resultan tan novedosas y Lo que más me gusta son los monstruos 2 no está sonando tanto como lo hizo su predecesora. Se antoja, no obstante, una secuela completamente digna con todo lo bueno y lo malo que eso implica, con sus luces y sus sombras

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Karen Reyes está ahora bajo la tutela de su hermano Deeze y de algún modo toca hacerse mayor. Obviamente continúa el misterio de la muerte de su vecina, Anka, o el que rodea a su propio hermano, pero es ahora cuando nos centramos en los propios cambios que están sucediendo en Karen y el lugar que está apareciendo para nuevos sentimientos y experiencias.

Tal vez lo primero que llama la atención de Lo que más me gusta son los monstruos 2 es la forma de abordar la homosexualidad de Karen. Lo que antes orbitaba en el terreno de la metáfora y de una cierta sutileza, se aborda ahora de manera mucho más directa. Donde antes los monstruos eran de manera mucho más abierta los diferentes, casi en cualquier ámbito, ahora se orienta de manera mucho más preeminente en el espacio de la homosexualidad, en el momento en que Karen descubra el amor.

No deja de ser curioso que a medida que Karen crece y se producen cambios en ella, tanto a nivel físico como psicológico, la manera de abordar los distintos temas de la obra se vuelve más directa y simple, cada vez con menor lugar para ambigüedades e interpretaciones. Aparecen otras ideas, no obstante, ya que la aparición de la cuestión de la sexualidad en Karen nos brinda un nuevo ángulo ingenuo de descubrimiento casi mágico, que contrasta con lo que significa en la figura de Deeze.

Aún hay lugar para esas ideas sobre ser diferente más allá de la sexualidad. Ahí están el sentimiento de aceptación y de grupo, los odios e intolerancias y el cómo somos nosotros quienes creamos monstruos en los otros. Sin embargo, todo esto son ideas ahora en un mayor segundo plano.

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Por otro lado, ya teníamos en el tomo anterior esa especie de estructura que era un poco un viaje del héroe o una especie de Divina comedia, en la que Karen va acompañada por el Virgilio que le toque, sea Deeze, el cerebro o Shelley, en su periplo de descubrimiento. La visión de Karen nos sirve también a nosotros a modo de contraste ante los sinsentidos cotidianos. Bajo su prisma, tenemos esa visión infantil e ingenua acompañada casi de una suerte de mezcla de pensamiento mágico y lógica aplastante un poco mafaldiano, que por poco convencional, deja en evidencia lo que siempre estuvo ahí.

Pero Lo que más me gusta son los monstruos 2 no es solo una especie de peculiar coming of age. Obviamente el aspecto costumbrista es capital pero coquetea descaradamente con el noir. Ahí están la historia de Anka, que pierde cierto protagonismo, pero sigue ahí, o el oscuro misterio que rodea a Deeze. Algo tiene que decir también el ambiente de este barrio del Chicago de los 60 repleto de prostitutas, policías corruptos y mafiosos o incluso la eminente presencia del tema de la muerte de uno u otro modo en toda la obra.

Aunque sea por medio del homenaje y el uso de la metáfora, también el género de terror tiene su pequeño lugar, aunque paradójicamente es casi lo menos aterrador, ya que Ferris nos da una visión del mismo amable, romántica y desbordante de cariño por el género, mientras que los temas sociales de la época en que se ambienta, como la guerra de Vietnam o las revueltas juveniles son exploradas de un modo mucho más lúgubre.

No obstante, más allá de los tema que aborda, Lo que más me gusta son los monstruos 2 y que ya abordaba su primera parte, tal vez lo que más llamó la atención en su momento fue la peculiar forma en que los dibujos de Emil Ferris nos los contaban. Su peculiar estilo a medio cambio entre el virtuosismo pictórico y el underground con un planteamiento narrativo muy fuera de los márgenes canónicos, suponía una visión refrescante y diferente cuando debutó en 2018. En esta segunda entrega hay pequeñas diferencias y tal vez podríamos decir evoluciones, pero básicamente transitamos los mismos caminos. Sin embargo, la propuesta, por conocida, ya no resulta tan rompedora, lo que quizá deja un poco más en evidencia sus flaquezas.

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Emil Ferris es una artista de más de sesenta años, lo que implica que, por más que debutara en el mundo de los cómics hace bien poco, tiene una dilatada experiencia en el mundo de la ilustración. Esto implica que cuando se pone a reproducir a boli una pintura de Toulouse-Lautrec o elaborar una de sus portadas homenaje a las viejas revistas de terror, el resultado es espectacular. Sin embargo, al venir de un medio ajeno a los cómics, para bien y para mal, los enfoques narrativos pueden resultar un tanto chocantes. Lo profusamente verboso de su planteamiento, que cae frecuentemente en la sobrenarración; los esquemas de página caóticos, que hasta deben caer en el anacronismo de las flechas indicativas, o incluso cierta disonancia entre lo que dice y cómo lo representa hace que a veces leer Lo que más me gusta son los monstruos 2 puede resultar un tanto incómodo.

En cualquier caso, es en estas ocasiones donde una visión ajena y menos constreñida por las reglas del canon genera nuevas vías y, aunque ya no resulta tal vez tan exótico como en la primera entrega, sigue teniendo una especie de encanto neoundergound, reforzado con esa espontaneidad de la idea de cuaderno de dibujo. Tal vez cuesta encontrar un propósito para el despliegue de virtuosismo gráfico, pero hay evidentes cambios de registro, con lo que los momentos de barroquismo no están ahí de manera fortuita. Tal vez el ritmo narrativo resulta un tanto irregular, pero tiene un sello profundamente personal. Lo que más me gusta son los monstruos 2 está lleno de un montón de cosas que podríamos llamar errores bajo el prisma de ciertos cánones, pero no hay duda de que precisamente por eso supone una experiencia de lectura muy distinta de lo que estamos acostumbrados.

Con sus luces y sus sombras, Lo que más me gusta son los monstruos ha marcado un hito en el cómic del siglo XXI y, ahora que ha terminado, quién sabe los caminos por los que nos sorprenderá una Emil Ferris que esperamos que siga explorando el medio del cómic.