¡Última entrega! Jirobê y Tarôbe son dos hombres que tras toda una vida dedicada a un leal propósito, en el ocaso de sus vidas se plantean el sentido de vivir mientras viajan por tierras japonesas intentando sobrevivir al hambre y provocando la ira de dios y de Buda. Abatidos por el frío y el hambre, tras conformarse a morir, llegarán al han de Owari donde las habilidades de shinobi salvarán a esta tierra de una crisis.
Si recordáis, habíamos dejado a nuestra extraña pareja al final del tomo anterior en medio de un combate protegiendo a un asesino de un grupo de cazarrecompensas. En su afán por hacer todo el mal posible para ofender a Dios y a Buda, se habían convertido en obstruyerrecompensas, toda una cabriola de razonamiento lógico. La intención de Jirobê y Tarôbe se resume finalmente en tratar de que los cazarrecompensas dejen su vida errante y sienten la cabeza formando una familia, para evitar convertirse en ellos mismos: hombres que han dedicado toda la vida a su misión, sin tener tiempo ni ocasión para el amor o la familia. Sólo ahora, en el ocaso de su vida, han dejado de ser peones de su obligación para tomar las riendas de su destino, aunque ese destino se haya truncado y les haya convertido en aventureros errantes.
El azar les llevará para trabajar para el han (territorio) de Owari, enfrentado al shogunato, pese a ser ambos de la familia Tokugawa. Aquí, el magistrado les otorgará un estatus preferente, un elevado estipendio y sendas mansiones con sirvientes y criadas, a cambio de su asesoramiento para detener la entrada de espías del shôgun. Las habilidades ninja de Jirobê le serán de gran ayuda para prever cómo planean entrar los espías shinobi. Con unas técnicas tan increíbles como (según nuestra mentalidad occidental) irrisorias, Jirobê frustra los planes del shogunato, ganándose la admiración y el respeto del magistrado y los samurais de Owari. Habiendo encontrado, en estos últimos años de su vida, la aparente satisfacción de una vida acomodada, Jirobê y Tarôbe no hallan el consuelo que buscaban en su viaje, lo que les llevará a esperar la llegada de la primavera en los caminos de Japón.
Kazuo Koike y Goseki Kojima culminan en este volumen la epopeya de estos dos ancianos en búsqueda de la felicidad que se les había sido negada en su juventud. Con escasos momentos de sosiego y alegría, nuestros protagonistas han vivido los más duros sinsabores al perder a sus mujeres amadas, cuando parecía que iban a alcanzar su ansiada meta. Sus desvaríos, cubiertos por una pátina de fina lógica, les han llevado a renegar de los dioses y de Buda, orinando y mancillando las estatuas en templos y caminos. Han cometido asesinatos, robos e incluso violaciones, todo en aras de causar el mayor mal posible para vengarse de los crueles hados. Pero sin embargo, en el fondo de su alma yace aún la férrea voluntad de dos hombres que en su juventud juraron proteger a sus señores, lo que les llevará a enfrentarse a no pocos dilemas.
Koike despliega su enciclopédico conocimiento de las costumbres y tradiciones del Japón feudal, además de hacer uso de una fértil imaginación para urdir las tretas y técnicas ninja que habrán de ser detectadas por Jirobê para sus nuevos señores. Kojima, por su parte, sigue siendo el maestro de la narrativa oriental, con sus detallados retazos de costumbrismo japonés. Sus dibujos de kimonos, castillos y paisajes son, con apenas unos trazos y sombreados, de lo mejorcito que se ha visto en el manga.
Llegó la primavera es una de las obras menos conocidas de Koike y Kojima, que alcanzaron fama internacional con El lobo solitario y su cachorro, pero cuya bibliografía cuenta también con grandes aciertos como Hanzô, el camino del asesino, El hombre sediento o Kasajirô el clava-tatamis.