Menuda sorpresa nos ha dado ECC recuperando “Litchi Hikari Club” de Usamaru Furuya. Uno de los más inclasificables e interesantes que nos ha dado el Seinen (aunque en muchos casos bordea o traspasa las fronteras del Ero-Guro) en lo que va de siglo. No es la primera vez que se publica en nuestro país, pues EDT (anteriormente conocida como Glénat) ya lo editó en su última etapa editorial, en la que buscaba un mercado diferente tras la pérdida de los derechos de Shueisha.
Posteriormente, otras editoriales como Milky Way han editado obras de Furuya en España. Pero ninguna tan importante e influyente como “Litchi Hikari Club”, que vuelve a las librerías en una edición con encuadernación en flexibook y tamaño A5. El mismo que usa ECC para la reedición de la obra de Junji Ito.
“Litchi Hikari Club” no es una obra completamente original de Usamaru Furuya. Se trata de una adaptación de una obra de teatro de la compañía Tokyo Grand Guignol estrenada en el país del sol naciente en 1985. Su carácter transgresor y polémico fue tal que, inevitablemente, ha terminado permeando en otros medios como el noveno arte. Fue adaptada al manga en 2006 y publicada de forma serializada en la revista “Erotics F” de Ohta Shuppan.
“Litchi Hikari Club” gira en torno a un grupo de chavales adolescentes que aman la belleza y la juventud, aborreciendo por completo todo lo opuesto a estos preceptos. Furuya no da mucho contexto a lo que sucede fuera de las paredes de la nave industrial abandonada donde se reúne el club. Es el lector el que debe terminar de crear las piezas con las que se completa el puzzle, puesto que el mangaka prefiere centrarse en todo lo que sucede de “puertas para adentro”.
El grupito de chavales del Club Hikari es liderado por Zera. El cabeza visible de la joven organización es tan carismático como despiadado, y sus súbditos le adoran como si se tratase de una deidad.
Me gusta pensar en la obra como la respuesta japonesa a las historias juveniles centradas en adolescentes que provienen desde “El Señor de las Moscas” hasta “Los Juegos del Hambre”. Furya desviste por completo la esencia de este tipo de narraciones, les quita el romanticismo y las revisiona con una visceralidad total en la que todo es posible.
“Litchi Hikari Club” ofrece una ensalada de conceptos, ideas e influencias de lo más variopinta. Empieza con las muy evidentes como es la obra “Frankenstein” de Mary Shelley. Otras son inevitables, como los mangas de Maruo o Kago, pasando a otras más cinematográficas como son “La naranja mecánica” de Stanley Kubrick o “Saló o los 120 días de Sodoma” de Pier Paolo Pasolini, donde la violencia cobra un protagonismo inusitado en pos de reforzar la historia que quiere contarse.
Y es que las páginas de “Litchi Hikari Club” no están hechas para todos los paladares. Muchos lectores pueden encontrar repulsiva la persecución de la idea de la belleza que llevan al extremo este grupo de varones de corta edad. Una confrontación de egos difícil de describir en la que seremos testigos del gusto por el sadismo y la perversión de la que hace gala el autor.
Otro punto a favor es el excelente dibujo que se marca Furuya. De manera muy inteligente crea un contraste entre lo desolado y desfavorecido que son los fondos, arquitectura o tecnología, comparados con los rasgos bellos y delicados de cada personaje que aparece en el manga. Otra herramienta más que busca polarizar al lector y que a buen seguro no dejará indiferente a nadie.
Sexo sin un ápice de romanticismo, luchas de poder encarnizadas, violencia nada poética y un puñado de muertes que a más de uno le harán apartar la mirada, como decíamos más arriba, es lo que ofrece (entre muchas otras cosas) la lectura de este apasionante manga que te atrapa desde la primera página. No voy a contar más sobre el argumento porque, creedme, es mejor que lo descubráis vosotros mismos si decidís darle una oportunidad a “Litchi Hikari Club”.
Como siempre, muchas gracias a la gente de Distrito Manga por facilitar todos los datos sobre está edición, la original japonesa y la anterior de Glénat.