Cuando nos hablan de espías de ficción, es posible que el primer nombre que nos venga a la cabeza sea el eterno James Bond. Escarbando un poco más, también aparecerán Jason Bourne, Ethan Hunt o incluso el Harry Rehnquist de Mentiras Arriesgadas. Todos ellos protagonizan películas con una buena cantidad de escenas de acción y villanos con planes grandilocuentes, estando en ocasiones más cerca de la ciencia ficción que de la realidad. Lena no es así. Es un cómic de espías, pero con un enfoque más cercano al mundo en el que vivimos. Aquí no vamos a encontrar armas de fuego escondidas en bolígrafos, ni peleas en paracaídas, ni villanos que quieren conquistar el mundo a través de los teléfonos móviles. En el mundo de Lena, el poder es el conocimiento, y las peleas son dialécticas.
Hélène Desrosières, Lena, es una mujer que perdió tiempo atrás a su marido Antoine y a su hijo Sylvain en un atentado en Sudán mientras ella estaba en Francia. Desde entonces, lleva un tiempo trabajando en serivicios de inteligencia, como un agente que realiza parte de los trabajos que se le encargan pero sin conocer la imagen completa de la misión en la que está metida. Y así se va recorriendo medio mundo en una huida hacia delante con la que intenta escapar de la tragedia de su pasado, la que le ha despojado de su sonrisa, manteniendo su cabeza ocupada camino a Siria pasando por Alemania, Hungría, Rumanía, Ucrania y Turquía.
En el segundo álbum, Lena recibe el encargo de infiltrarse en una célula terrorista islámica, en un álbum publicado cinco años antes de los atentados en París. Aunque su misión es desmantelarla y evitar el atentado que está preparando, entra en contacto con tres mujeres que están siendo entrenadas y convenientemente condicionadas para su futura inmolación, mostrando el otro lado de estos deplorables actos. Ante un atentado terrorista, siempre pensamos en las víctimas inocentes, pero en ocasiones las personas-bomba también son víctimas.
La trilogía de Lena cierra con el álbum más político de los tres. Lena en el brasero está ambientado en una conferencia de paz secreta en Canadá, con representantes de múltiples países, que tiene como objetivo pacificar el avispero que es Oriente Medio. Cada representante tiene su agenda, y todos desconfían de todos. Burócratas, diplomáticos y quién sabe qué más, Lena tiene que velar por la buena marcha de este proceso.
Como es habitual en la obra de Pierre Christin (Valerian, Leyendas de hoy) nos encontramos en Lena con una fuerte carga social y política. En este caso, pone el foco en el problema del terrorismo islámico, con las oportunas reflexiones sobre fanatismo y machismo, pero sin cometer el error de enunciar un discurso racista, en el cual es fácil caer cuando se tratan temas tan complejos y espinosos. Además de tratar el tema con toda la objetividad que es posible, consigue el guionista también mantener un fascinante estado de emoción, incluso tensión, casi constante en la obra, algo a priori complejo teniendo en cuenta que las escenas de acción son contadísimas y que la práctica totalidad de las escenas de este álbum sean diálogos entre los múltiples personajes que por ella pasan. De nuevo, hay que aplaudir el trabajo de este escritor.
Al dibujo tenemos a André Juillard (Pluma al viento, Las 7 vidas del gavilán), con un trazo muy elegante, cercano a la línea clara, y que consigue que incluso escenas de personas sentadas hablando sean interesantes visualmente, pese a que podían haber caído en la trampa de limitarse a bustos parlantes. Los personajes son perfectamente reconocibles, expresivos cuando hace falta o hieráticos en según qué ocasiones. Además, el trabajo y documentación de los escenarios en los que se desarrolla la trama es impecable.
La edición de Norma es impecable en el apartado físico. Tenemos un tomo en cartoné de generosas dimensiones (23’5 x 31) con un papel de buena calidad, y traducción y rotulación a las que no se puede poner ningún pero. Sin embargo, sí hay que señalar que es un volumen que además de no tener ningún extra ni artículos, ni siquiera incluye las portadas originales de la obra.
Aunque el principio resulte quizás un poco lento, la obra rápidamente coge ritmo y nos presenta tres escenas fascinantes, complejas en su planificación y crudas, muy crudas. Si lo que vas buscando es un héroe de acción trajeado, pasa de largo, Lena no es para ti. Pero si tienes el estómago para enfrentarte a una historia dura, tan dura como el mundo en el que vivimos, dale una oportunidad. No te decepcionará.
