Alicia Jaraba es uno de esos nombres que se ha abierto paso gracias al boca a boca que levantó su Yo soy la Malinche, obra que fue una de las mejores consideradas el pasado año y que ha hecho apostar a Nuevo Nueve por publicar sin dudar su siguiente trabajo en el mercado francés, incluso antes de que estuviera terminada. Así lo explica la propia autora en los agradecimientos de Lejos, una historia de relaciones de pareja en la que la autora ha plasmado su propia experiencia con el buceo y la incorpora como un elemento simbólico en el propio relato.
Ulises y Amanda son una pareja que lleva muchos años juntos pero se encuentran en un punto muy delicado de sus vidas. Ella está a punto de aceptar un trabajo en Francia, mientras que él se ve arrastrado por el trabajo de su pareja. Eligen ir de vacaciones al Cabo de Gata, para practicar submarinismo, la pasión de Ulises. Como es sabido, las vacaciones y el aumento de tiempo juntos en una pareja, afila los roces de la convivencia. Al cargo de conciencia de Amanda por haberle dedicado menos tiempo a su pareja en el último año, en el que ha estado centrada en la preparación de su tesis, se le suma la sensación de Ulises de ir a remolque de las necesidades laborales de ella.
Lo mejor que puedo decir de Lejos es que he tenido muy presente en todo momento a Zidrou. Alicia Jaraba construye una historia costumbrista, de relaciones personales, de miedos, inseguridades, decisiones… y lo hace mientras nos cuenta una historia casi de aventuras. Puede que la asociación con el belga me llegue condicionada por su Los buenos veranos, serie con la que Lejos comparte mucho. No solo por contarnos anécdotas veraniegas que recurren a nuestros propios recuerdos, con la típica avería del coche o un error a la hora de reservar en el camping, sino porque utiliza asuntos cotidianos para hablarnos de temas mucho más profundos, como el modo en que cedemos o nos enrocamos en relaciones de pareja.
Jaraba construye dos personajes antagónicos, ella insegura, miedosa por todo, y con la necesidad de controlar hasta el último detalle. Él aventurero, con ganas de improvisar y el ego herido por tener que adaptarse a ella continuamente. El elemento catártico de la historia es François, un abuelete aficionado a la ornitología que se cruzará en el camino de la pareja y le ofrecerá un vehículo para poder llegar a su destino. Otra de las metáforas que tiene la historia, puesto que el vehículo resulta ser tanto literal como figurado, ya que su presencia servirá para que Amanda reflexione sobre los esfuerzos que hace por su relación y si le merece la pena sacrificar una o la otra.
No es la única de las metáforas, puesto que el submarinismo es utilizado como esa manera presente de superar los propios miedos de la protagonista. Y es que Amanda tiene pánico al agua, ese «medio extraño que cambia todas las reglas», y para ella las clases de submarinismo a la que se ha comprometido para contentar a Ulises le suponen un esfuerzo que le atenaza tanto como el propio destino al que parece abocado esa relación en el que los caminos de ambos parecen más paralelos de lo que debieran. La obra está planteada de una manera valiente, puesto que la primera impresión que puede dar al echar un vistazo global a la relación entre ambos, es que Amanda se somete a las inseguridades de un tipo que no consigue encontrar su sitio. Sin embargo, la historia acaba mostrando cómo las relaciones son cosa de dos, en la que hay que hacer sacrificios pero sin dejar de respetar nuestros propios anhelos.
En definitiva, Lejos es una obra que confirma que Alicia Jaraba es una autora que merece ser seguida de cerca, por su sensibilidad y por la capacidad que tiene para contar historias de personajes que desprenden realismo y tridimensionalidad. Lejos es una obra que aborda las dificultades de las relaciones sentimentales y, como dicen en la propia contraportada, reflexiona sobre la importancia de aprender a estar solo para saber vivir en pareja. Con una estructura que se apoya en una lista de propuestas para realizar durante las vacaciones, la obra tiene un ritmo fantástico y deja con una sensación de buen rollo incluso en los momentos más dramáticos, algo que también suele conseguir el citado Zidrou.
Lo mejor: Historia cotidiana contada naturalmente sin que le reste un mínimo de realismo. Personajes muy creíbles y tridimensionales.
Lo peor: Los numerosos errores tipográficos de la edición, incomprensibles.