Tres años hace ya desde que Las Meninas se llevó el Premio Nacional de Cómic y todavía lo tenía pendiente. Puede que fuera en parte porque las malas lenguas lo tachaban de pretencioso. Y puede que las lenguas sean malas pero no mentirosas Las Meninas de Santiago García y Javier Olivares es un tebeo pretencioso y aún así magnífico.
Las meninas recorre la figura de Diego Velázquez a través de su vida, su obra y su proyección. Foucault, Picasso, Dalí, Goya, Buero Vallejo y otros grandes de las artes, las letras y el pensamiento se unirán de algún modo a este viaje por la biografía del artista para darnos una semblanza detallada del gran pintor del siglo de oro español. En cualquier caso, todo esto no será sino un vehículo para otro retrato aún mayor: el del Arte con mayúscula.
Cuando se parte con una meta tan imposible como ésta (miriadas de pensadores y estetas lo llevan intentando milenios), cuando se toma al que probablemente sea el artista más importante de la historia española y se deconstruye para volver a construir y contarlo todo del modo más complejo y ostentoso posible, la palabra pretencioso se puede quedar pequeña.
Sin embargo, el equipo García-Olivares consigue un cómic de lectura fluida y agradable, cuya complejidad (sobre todo formal) se digiere con facilidad y, consiga o no capturar la esencia de ese escurridizo Arte, la experiencia de leer Las Meninas se antoja del todo satisfactoria.
Pese a que existe una línea principal y cronológica con respecto a la vida del pintor, el planteamiento narrativo de Santiago García y Javier Olivares está deliberadamente barajado, fragmentando y desordenando la historia en busca de una secuencialidad que no está en la biografía o en la Historia sino en el desarrollo de la idea que se trata de transmitir. Saltos adelante y atrás, cambios de escenario, de protagonista, de estilo gráfico, de tono, narrativa… todo vale y en cierto modo dinamiza la lectura para evitar lo que podría haber resultado muy duro.
Que arrancar con Foucault y casi lanzarte a la cara lo elevado que será el propósito de Las Meninas no espante a nadie (como casi hizo conmigo). A pesar de sus pretensiones, esta historia de historias está trabajada con equilibrio e ingenio, con una exhaustiva labor de documentación pero no lo suficiente como para no permitir toques personales y licencias. Es casi como si supiera el cenagal en el que está metiendo al lector y le echara una mano cada cierto tiempo. Si de algo peca Las Meninas es de un exceso de construcción, de cálculo, pero el mimo con el que la historia queda dosificada compensa una cierta frialdad.
Las paradas en Foucault, Picaso y todos los demás funcionan de algún modo en una doble dirección. Se trata de autores fuertemente influidos por Velázquez. No obstante, su obra (sea literaria o plástica) ha indagado en las ideas del pintor y las ha completado de algún modo, añadiendo facetas a su figura. Por eso, no deja de resultar irónico, si es que no es intencionado, que Las Meninas sea al fin y al cabo una obra influida por Velázquez, que a su vez reúne todas las ideas de tantos artistas para crear una semblanza que, en su globalidad, podría resultar una nueva faceta más. En caso de no tratarse de algo casual o irónico, intentad decirme que mentía acerca de las pretensiones de Las Meninas.
Las Meninas no está libre de errores, lo que por otra parte es difícil de evitar cuando se trata de abarcar eso que los hombres llaman Arte. Aludir al fuego interior y demás ideas huidizas no deja de resultar un tanto tópica y más cuando la metáfora del espejo que utilizan aquí los autores, por más manida que pueda parecer, encaja de manera tan absolutamente perfecta.
Las fronteras entre guión y dibujo son ciertamente difusas en este tomo y la aportación de guionista y dibujante es difícil de precisar. De todos modos, hay una cosa clara: con un dibujante más frío, probablemente Las Meninas habría sido una obra completamente diferente. Afortunadamente, tenemos a un Olivares realmente versátil y juguetón, que disfruta de la naturaleza cambiante del tebeo y aporta el toque visceral (aunque para nada exento de cálculo) sin el que hubiéramos caído en la distancia y la indiferencia.
No estoy seguro de si Las Meninas sale airoso de ese cometido imposible y pretencioso al que aspira, pero sí puedo decir que Santiago García y Javier Olivares nos dan un cómic trabajado con esmero y cuya experiencia lectora es bastante más gratificante de lo que mis prejuicios iniciales dictaban.