Cuando llegamos a los cómics que se incluyen en Biblioteca Conan: Las Crónicas de Conan 2 ya había pasado la novedad. Como comentábamos al hablar del volumen inaugural, esta nueva etapa de Dark Horse que nació en 2003 surgía como la respuesta a lo que las historias de Robert E. Howard y sus continuadores precisaban para el nuevo siglo, con reglas distintas de las que se aplicaban en 1970, pero con un Kurt Busiek al timón que nunca dejaba de tener un pie en aquellos tiempos.
Podríamos decir que a la altura del número 20 americano con el que se inician Las Crónicas de Conan 2 ya estábamos en velocidad crucero y tanto Busiek como Cary Nord estaban maduros y con la fórmula asumida… tal vez hasta tal punto que el momento de partir ya se podía empezar a sentir cerca. Es por eso que a mitad de este tomo perderemos a Busiek en las labores literarias y, aunque habrá que esperar a la siguiente entrega, Nord terminará abandonando también. Es por eso que irá llegando el relevo y, con ellos, su propia manera de hacer las cosas. Puede que no nos lleguemos a encontrar nunca con una ruptura y los encargados tratarán de ser siempre respetuosos con la labor de sus antecesores, pero poco a poco iremos viendo que cada uno tiene su propia identidad.
Es por eso que Biblioteca Conan: Las Crónicas de Conan 2, con Kurt Busiek, Mike Mignola, Timothy Truman, Cary Nord y varios autores invitados termina por ser una especie de tomo de transición. Afortunadamente, aunque con insertos de otros dibujantes, tenemos en todo el volumen al canadiense Cary Nord a la batuta gráfica para dar coherencia y continuidad, pero a los guiones tras despedir a Busiek y un inserto de Mignola mientras buscan al siguiente guionista regular, será Truman quien terminará recogiendo el testigo. Sea, sin embargo, por la coherencia gráfica, por la profesionalidad de sus autores o por esa fidelidad a la idea de crónica que se había marcado desde el inicio, este volumen nunca se llega a sentir como un collage Frankenstein, sino como una evolución natural y gradual.
La base de Las Crónicas de Conan 2 sigue siendo hacer una ordenación cronológica de los relatos de Howard rellenando los huecos de cosecha de los encargados de la adaptación. Ya comentamos cómo, en su día, el escritor original saltaba atrás y adelante en la biografía de Conan sin orden, concierto ni solución de continuidad y, aunque en Marvel ya existía ese propósito de organización y secuencia, el celo con el que lo trabajan en estos cómics es especialmente meticuloso, gracias en parte a que el siglo XXI trasciende ya del todo el formato episódico. .
Así pues, comenzamos adaptando La torre del elefante, el tercer relato de Conan escrito por Howard en 1933. Aprovechando que dejábamos a nuestro cimmerio favorito en Zamora en el tomo anterior esta tenía que ser su próxima parada. Es esta la tercera vez que se adapta esta historia, corriendo las dos primeras a cargo de la pluma de Roy Thomas. La primera de ellas en Conan the Barbarian #4 (1971), con Barry Windsor Smith, y la segunda seis años más tarde en Savage Sword of Conan #24, con John Buscema. La mayor diferencia es que esta vez, con los usos del siglo, se pueden permitir tres números americanos para recrearse en el desarrollo del relato. Además cabe destacar que a Busiek y Nord, se une el veterano Michael Kaluta para una secuencia de flashback y, como no podía ser de otro modo, está soberbio.
A su término, será el turno de un nuevo capítulo de la niñez-adolescencia de Conan, de nuevo con Greg Ruth dibujando, antes de volver con el equipo titular, que aprovecha para presentar a Néstor, personaje que servirá de nexo con El salón de los muertos, la siguiente narración de Howard que contiene este tomo, donde sería presentado.
Antes de esto sin embargo, tenemos ya a Timothy Truman, pero acompañando a Busiek con sus lápices. Truman fue un autor con una popularidad más que considerable en los años 80, pero que había ido cayendo en el olvido hasta su regreso a Conan este siglo. Tal vez haya quien recuerde su Hawkworld para DC, pero apostaría a que no son tantos los tienen en su memoria Scout, Grimjack u otros de sus trabajos en independientes. Resulta curioso que siendo el próximo guionista regular se presente como dibujante en dos números, casi como presentación para todos los lectores del nuevo siglo que no tuvieron el placer.
Busiek, sin embargo, no nos dejará sin brindarnos un magnífico relato de homenaje a Howard por su centenario con un Eric Powell que, como es habitual, está tremendo y un capítulo más del joven Conan, antes de dejar que Mike Mignola adapte durante tres números El salón de los muertos. Tal vez haya a quien no le termine de sonar el título y es que Howard nunca llegó a publicar esta historia. Se trata de un relato que dejó apenas esbozado, sin acabar, y que se publicaría finalmente en 1967 terminado por Lyon Sprague de Camp. Mignola, sin embargo, decide prescindir del aporte de este continuador de Howard y quedarse solo con las notas originales, tal y como ya hicieron antes en Conan the Barbarian #8 (1971) Roy Thomas y Barry Smith. Pese a que Cary Nord mantiene la identidad, Mignola hace prevalecer sus personalidad girando mucho más hacia esa mezcla de acción y terror lovecraftiano que lo caracteriza, con montones de sus fetiches más conocidos.
Y es justo después en este punto donde Timothy Truman se hará ya con las riendas del guion durante los años siguientes. Truman continúa con la propuesta de Busiek, con el príncipe y el visir leyendo las Crónicas Nemedias y manteniendo el tono. Incluso parte de la figura de Néstor, cultivada en los números anteriores, para hacer de él motor de su trama. De hecho, los números que culminan Biblioteca Conan: Las Crónicas de Conan 2 son de nuevo una transición desde su etapa zamorana hacia Villanos en la casa, el próximo relato, ya de cara al siguiente tomo. Pero más allá de su propósito continuista, ya observamos un estilo menos verboso que el de Busiek, con más énfasis en la acción e incluso algún leve toque de humor, que estaba ausente hasta ahora. Perdemos tal vez algo de esa grandiosidad épica, pero ganamos en fluidez y ligereza.
Aprovechará también para dejarnos bien claras sus filias desde el inicio con un primer acercamiento al Conan rey, que retomará en adelante, y le faltará tiempo para mencionar a Kull de Valusia.
No podemos cerrar sin mencionar la lástima por ir a perder tan pronto a Nord. Es ahora cuando realmente él y Dave Stewart están completamente compenetrados. Nord descubre que menos es más y su dibujo, más inacabado ahora, luce más suelto y mejor integrado con un tratamiento de color de Stewart que ya ha trascendido esa primer fase experimental y consigue un resultado impresionante. Y eso que Nord lo tiene difícil cuando le ponen al lado otros dibujantes como Greg Ruth, Eric Powell o Michael Kaluta y es que gráficamente Las Crónicas de Conan 2 luce un nivel excepcional, empañado, si cabe, sólo por el número final de Rafael Kayanan, narrativamente más torpe y visualmente farragoso.
Las Crónicas de Conan siguen evolucionando y pronto tendremos la siguiente etapa con entidad propia, con un Truman ya asentado y el argentino Tomás Giorello a los lápices, pero como decían al final de la inmortal película del 82, «esa es otra historia».