Es muy posible que «inclasificable» sea una palabra de la que se abusa para definir algunas obras, pero cuando hablamos de Las aventuras del Capitán Torrezno: Anamnesis y, en general, de toda esta saga del micromundo que nos viene contando Santiago Valenzuela desde hace más de 20 años, podríamos hasta quedarnos cortos.
En realidad, el personaje del Capitán Torrezno nace en la escena fanzinera underground unos años antes de que comenzara esta gran historia prevista en tres actos, que arrancó en 2001 con Horizontes lejanos. A día de hoy aún no hemos acabado el primero de ellos, aunque parece ser que Anamnesis será su penúltimo capítulo y cerraría en algún momento del año que viene.
A todo esto se añade una trayectoria editorial bastante accidentada en Las aventuras del Capitán Torrezno. Más allá de las historias del personaje en fanzines, con el nuevo siglo comienza a editarse esta gran epopeya con Edicions De Ponent, donde se publicarán los siete primeros volúmenes entre 2001 y 2010 antes de pasar a Panini. Es en esos momentos cuando el trabajo de Valenzuela comienza a despuntar con las nominaciones a los Premios del Salón de Barcelona en 2004, por Extramuros, y el Premio Nacional en 2011, por Plaza Elíptica. Con Panini, Valenzuela sacará los tres tomos siguientes entre 2012 y 2018 y, finalmente ahora, continúa de la mano de Astiberri. Tal vez a alguno puedan no cuadrarle las cuentas, ya que en el nuevo plan de reedición de Las aventuras del Capitán Torrezno por parte de Astiberri, Anamnesis es el séptimo capítulo y no el undécimo, como teóricamente tocaba. El motivo es que los cuatro primeros tomos de esta nueva edición serán dobles, lo que nos deja Anamnesis en séptimo lugar.
En cualquier caso, han pasado 5 años desde que vimos un nuevo volumen de esta serie y es muy posible que el título de Anamnesis se mueva en más de un sentido. Aunque hoy en día ha quedado relegado al lenguaje médico, Anamnesis en filosofía platónica se le llama, como se puede leer en la contra, al «acto de desolvidar», algo así como recordar eso que siempre estuvo ahí pero no sabíamos. No creo que se trate tanto de tener que releer las más de 1600 páginas que preceden a este volumen y aún más teniendo en cuenta que, por más que partiera con un carácter más aventurero, Las aventuras del Capitán Torrezno siempre se ha caracterizado por ser un tebeo denso, con toneladas de información, muchas cosas que se dan por sabidas y a las que tenemos que subir en marcha dejándonos llevar.
De vez en cuando, Santiago Valenzuela se encarga de darnos señales de que todo está atado en ese torrente de información, como un guiño al lector para que le siga el juego por más que pueda perderse en algún momento. De algún modo, parece como si el autor contara con estos cinco años — y con una pandemia en medio — en blanco y quisiera hacernos partícipes de esa Anamnesis, de esa recapitulación que nos viene casi como una revelación a cada lector, no solo de lo ya habíamos leído, sino de lo que descubrimos que ya estaba ahí al recibir nuevos detalles. Pero olvidaos de resúmenes de capítulo anterior o muletas al lector, lo único que Valenzuela nos deja de apoyo es que el propio Torrezno no empieza este volumen mucho mejor que nosotros y vamos ubicando la historia, la realidad o niveles de realidad y la ensoñación, cada cosa en su sitio en el transcurso de la misma. Vamos poniendo las piezas que ya teníamos en nuestra memoria, aunque tal vez un tanto perdidas, para encajar este espectáculo en tres pistas como mínimo. Al comenzar Anamnesis, estamos en plena guerra en el gran mundo diminuto de Las aventuras del Capitán Torrezno, asistiendo en directo al nacimiento de un nuevo imperio. Tenemos, por otra parte, a los técnicos envueltos en una conspiración dentro de una conspiración dentro de otras tantas y, finalmente, tenemos a Torrezno en un viaje surreal que dice ser real y que tendremos que descubrir con él sea lo que sea.
Una guerra orquestada para perpetuarse sin sentido, conspiranoias que dejan al terraplanismo como un juego de niños, templos religiosos en bombonas de butano, reinos, mundos, estados de conciencia y niveles de realidad y hasta escenas de una Segunda Venida de Cristo. Todo forma parte de ese gran entramado que desde el inicio nos da a entender que hay algo más grande aún que lo que se nos cuenta. Torrezno es una especie de John Difool en el Incal, un personaje vehículo, que en muchas ocasiones está tan superado como el lector por la magnitud de lo que sucede. Valenzuela se regodea en la construcción de los detalles de su mundo, nos abruma con detalles de su política, religión y cultura o con los nombres de cada lugar, implantando además en los lectores esa idea de que hay algo más allá. Pero es que Anamnesis es algo más que una promesa y ya muchas de las piezas empiezan a encajar, ya sea a nivel argumental o directamente porque a un nivel inconsciente ya somos cómplices de su juego.
Este crisol de imaginación que es Las aventuras del Capitán Torrezno es además capaz de mezclar lo más insospechado. La variopinta combinación de géneros y tonos de esta saga permite que en Anamnesis podemos ligar la filosofía platónica, la épica legendaria y la imaginación más a lo bestia con lo más mundano y con ese humor de sonrisita de medio lado que está presente en toda la obra.
Decíamos al principio que Las aventuras del Capitán Torrezno se ganan el adjetivo de inclasificables y son tan difíciles de clasificar como de definir. Por eso es harto complicado emparentar esta obra con alguna otra pero, salvando las enormes distancias y diferencias entre ambas, nunca he podido evitar ver al leerlo unas cuantas semejanzas con el Cerebus de Dave Sim. Su naturaleza cercana al underground, la sobredosis de información y texto, la ironía, las guerras, religiones y políticas absurdas, la escala de la historia y el reparto… hasta podríamos ver en la figura de Sansón esa parodia superheroica con la que también arrancaba Sim al inicio. En cualquier caso, insisto en que hay tantos puntos en común como diferencias y, si nos empeñamos, tal vez también se pueden ver en Valenzuela puntos en común con Terry Gilliam o influencias incluso de El Señor de los Anillos o hasta La Biblia.
Lo curioso es que algo tan grande siga siendo representado con un aspecto visual que apenas ha variado del look de sus fanzines de los noventa. Por más que haya limado ciertas aristas, y que haya ido incorporando y ampliando el uso de distintos tipos de grises, Valenzuela sigue más empeñado en cómo contar su historia, que en los aspectos más puramente estéticos de su estilo. Anamnesis tiene algunos de los experimentos narrativos más bestias con los que ha lanzado Valenzuela en casi 25 años y, aunque tal vez no todos funcionen e incluso haya algún momento donde tengamos que volver atrás para leer una página, el contexto que nos propone Anamnesis es sin duda el más adecuado para lanzarse a la piscina narrativa y, si es preciso, fallar sin que la historia se resienta en exceso.
Si todos los libros de Las aventuras del Capitán Torrezno son densos, abrumadores y ambiciosos, Anamnesis eleva las apuestas un paso más allá, pero sacando músculo de vez en cuando para dejar ver que no va de farol. Y si durante las doscientas y pico páginas anteriores ya hemos ido encajando piezas y descubriendo algo más grande, el gran momento del mago destapando las cartas está en ese epílogo metatextual, que insisto que solo se puede catalogar como magia. Por más imposible que pudiera parecer, Valenzuela demuestra que en su cabeza estaba todo — citando a cierto personaje de Anamnesis y a otro algo más infame de nuestra Historia— «atado y bien atado».