No miento a nadie si digo que tenía unas ganas locas de echarle el guante a esta nueva edición de Lady Snowblood. Cometí el error de dejar pasar la obra la primera vez que vio la luz en nuestro país, allá por el lejano año 2006. Ahora, Planeta Cómic vuelve a lanzar el manga de Kazuo Koike y Kazuo Kamimura en formato cartoné.
Kazuo Koike es un viejo conocido de mis estanterías, pues por ahí andan Crying Freeman, Lobo Solitario y su cachorro o Asa el ejecutor. Aunque no la había leído, sí que conocía bastante el manga de Lady Snowblood por ser una de las principales inspiraciones de Quentin Tarantino para las dos entregas de Kill Bill y porque hace unos añitos pude ver la primera película de imagen real (de 1973) que adaptó la obra, protagonizada por la actriz y cantante Meiko Kaji. Al parecer la cinta fue uno de los primeros live action alabados por la crítica. Años más tarde ya puedo comparar por mi mismo.
Lady Snowblood. La venganza es un plato que se sirve frío
Este adictivo (entre otros muchos calificativos) seinen comenzó su publicación en la revista Weekly Playboy de Shueisha en 1972, llamando la atención gracias a su protagonista. Una femme fatale en toda regla que en manos de sus autores se convirtió en toda una leyenda. En Lady Snowblood, Koike y Kamimura gozaron de una libertad total para narrar una epopeya tan cruda, sádica y brutal como quisieron.
No son pocas las escenas de violencia descarnada o de sexo explícito. En estas últimas Kamimura se muestra como un maestro de la sutileza, insinuando más que enseñando, a la hora de relatar las partes más escabrosas. Por citar solo un ejemplo, el segundo volumen abre con una historia que deja a la protagonista completamente cubierta de semen, pero creedme, es mucho mayor el dramatismo que la carga erótica del capítulo.
Eres la hija del rencor, tuya será mi venganza
Lady Snowblood es la historia de Yuki, hija de Osayo Kashima. Fue su madre la causante de que el devenir vital de la protagonista sea ajusticiar por su propia mano a los asesinos de su padre. No contaré más detalles porque el catalizador de la obra me sorprendió por su fiereza y crueldad, cuyo enfermizo comienzo, que explica la determinación cuasi divina de Yuki, me dio escalofríos. Estamos ante una historia de odio y rencor a la altura de Antígona de Sófocles o de La venganza del Conde de Monte Cristo de Alejandro Dumas.
El grueso de la historia de Lady Snowblood se desarrolla en el siglo XIX en plena etapa de transición tras el final de la era Edo, antiguo nombre de la ciudad hoy conocida como Tokyo. Una época de transición en la que Oriente comenzó su apertura a algunas costumbres, tácticas comerciales e inventos occidentales. Koike, un obsesivo perfeccionista a la hora de documentarse, mezcla situaciones reales con hechos claramente ficticios. Me ha resultado especialmente interesante la manera en que son representados algunos otros clanes criminales como la Yakuza o el gremio de carteristas. Este último de peso capital en la trama.
Por lo general, la obra está segmentada en capítulos cortos en los que Yuki acepta diversos trabajos como sicaria. Los autores dosifican con eficacia la información sobre la verdadera venganza contra los asesinos de su familia. Si bien es cierto que a partir de la segunda mitad del tomo final los acontecimientos comienzan a ganar ritmo en busca de su lógica y esperable conclusión. Un desenlace que no busca sorprender al lector con un plot twist imposible. La intención de los mangakas es ofrecer un final coherente que sacie la sed de revancha de Yuki. Como suele decirse, lo importante es el viaje.
Si alguien piensa que Lady Snowblood es un manga que pueda resultar repetitivo por abusar de la acción, se equivoca completamente. Cada encargo aceptado por Yuki se resuelve de manera más imaginativa que el anterior. Este espíritu de la venganza es tan fascinante que su inteligencia y belleza son tan letales como su pericia con la espada.
Koike ofrece abundante información en sus páginas, así como en sus diálogos, pero cuando llega el momento de ofrecer un duelo, las páginas se vuelven mudas para que Kazuo Kamimura pueda desplegar todo su arte. Las coreografías de la obra tienen una belleza casi poética, dotando a las ejecuciones de una gran espectacularidad gráfica. Kamimura, ferviente seguidor del estilo Gekida, hace de Lady Snowblood una extensión de su propio ser debido a la naturalidad y exactitud con la que plasma la figura femenina, pasando esta de resultar sensual a letal con apenas un par de trazos.
En definitiva, Lady Snowblood es un thriller que engancha desde su primer capítulo. Sus casi mil páginas invitan a ser devoradas de manera obsesiva cada cierto tiempo. De hecho, no creo que tarde mucho en volver a leerlo.
Planeta Cómic ha reeditado los dos primeros volúmenes de la obra, faltaría una secuela que, en principio, debería estar disponible este mismo año. La única pega que le pongo a su edición es que no ha corregido los mismos errores gramaticales que ya incluía su aventura editorial previa.