La inmensa mayoría de lo que encontramos cada mes en nuestros proveedores habituales de viñetas es ficción. Cierto que existen otros géneros como la autobiografía, la divulgación o, sí, la Historia. Sin embargo, en el terreno histórico parecen más atractivas o comerciales las grandes batallas que lo que en teoría tendría que pillarnos más de cerca a los aficionados a los tebeos. Por fortuna, existen cómics como Los Profesionales, El invierno del dibujante, Los locos del gekiga, Joe Shuster. Una historia a la sombra de Superman o este que os traemos hoy: La verdadera historia de Futurópolis.
En boca de una de sus protagonistas, Florence Cestac, seremos testigos de la formación y crecimiento de esta editorial histórica, desde que Cestac y Étienne Robial llegaban a París vendiendo basura en mercadillos a principios de los 70, hasta que vendieron la editorial a Gallimard y Robial terminaba por abandonar en 1994. En La verdadera historia de Futurópolis, asistiremos a la compra de la librería que daría comienzo a todo, las primeras convenciones, las primeras ediciones de métodos caseros, el crecimiento y profesionalización, las noches de trabajo, el éxito y el hundimiento… todo lo necesario para conocer esta clásica editorial que, aunque muy distinta y en otras manos, continúa a día de hoy.
Todo ello nos lo cuenta de primera mano Florence Cestac, toda una institución en Francia, quien fue fundadora, librera, maquetista, encargada de prensa, editora y autora en Futurópolis. Pese a no tener prácticamente obra publicada en castellano, más allá de historietas sueltas en cabeceras clásicas como Totem, Cairo o El Víbora, sus característicos narizones y su personaje estrella, Harry Mickson, la hacen reconocible a nivel internacional. Cestac es a día de hoy la única mujer en ganar el Gran Premio de Angouleme, junto con Claire Bretecher, con lo que sin duda es historia viva de la BD.
Cestac es una figura clave del humor para jóvenes y adultos en Francia y con humor nos cuenta La verdadera historia de Futurópolis, repleta de pequeñas anécdotas. He de admitir, sin embargo, que las 104 páginas del tomo se quedan escasas para contar todo lo que hace falta. El resultado es que se lee en un suspiro, pero nunca dejamos de ser apenas unos espectadores de una historia que tiene mucha prisa por contarse. Podemos entrever el sentimiento de comunidad que generó Futurópolis, pero apenas tenemos un momento para hacernos con los personajes y mezclarnos con ellos ni llegamos a sentir la pesadumbre de los malos momentos.
Por más que La verdadera historia de Futurópolis esté dibujado con la maestría de la que solo una veterana del calado de Cestac es capaz, resulta complicado evitar que esta obra sepa a poco. Una obra que nos habla del papel en el mundo de la BD de figuras como Robial o la misma Cestac, que envuelve a autores como Jacques Tardi, Edmund Baudoin o Charlie Schlingo y, aunque algo más de refilón, a Phillipe Druillet, Enki Bilal, toda L’Association, Vaughn Bodé o hasta el mismísimo Robert Crumb, tendría que haber sido completamente épica y sí, es divertida, es instructiva y sin duda es ideal para llegar a todo el mundo, independientemente de lo metido que esté en el mundillo. No obstante, se antoja un tanto lineal y básica. No se me entienda mal, La verdadera historia de Futurópolis cumple lo que promete. Queda perfectamente claro todo lo que ocurrió y el enorme valor histórico que tienen los acontecimientos que aquí se narran, pero la sensación de que hay mucho petróleo que no se ha extraído se queda desafortunadamente aferrada al finalizar el tomo.