La sombra de la cucaracha es el título con el que llega la primera novela gráfica de la autora argentina Gato Fernández. Publicada en su país de origen como El golpe de la cucaracha, se trataría de una traducción más o menos literal de la expresión francesa le coup de cafard que viene a significar encontrarse en un estado de suma tristeza o depresión.

Gato Fernández no trae un relato de tintes autobiográficos que cuenta en clave de realismo mágico los abusos que sufrió de niña por parte de su padre. Por más que esta sea su primera novela gráfica, no estamos hablando de una autora principiante, ya que desde hace más de una década viene publicando historias cortas en distintas publicaciones argentinas, como Clítoris o Fierro. Gato Fernández es además discípula del mítico Carlos Trillo, con lo que le sobran avales.

En la casa hay fantasmas es el subtítulo del primer volumen de los cuatro que completarán La sombra de la cucaracha y en él se nos presentan primeros años de Lucía, el trasunto de la autora para esta obra. Lucía, como muchos otros niños de su edad, tiene un mundo interior muy activo. Sin embargo, en este caso sus ensoñaciones serán la respuesta a lo que sucede en su casa en forma de fantasías simbólicas. Lucía vive con un padre irascible, violento y abusador, una abuela más preocupada de las buenas formas y tradiciones que de los problemas que tiene a su lado, una madre psicoanalista, que tampoco parece ver lo que tiene delante y su hermano mayor, que parece ser el único personaje positivo de la obra..

Lucía vivirá entre sus ensoñaciones en un bar de alterne, sus ratones antropomorfos y sus conversaciones con Dios, que habita en su bidé, con la inocencia y esa aparente capacidad infinita para sobreponerse que parecen tener los niños. Sin embargo, iremos viendo pequeños detalles que nos van dejando ver la huella permanente que los abusos terminan dejando y suponemos que veremos aún más en sucesivos volúmenes.

En cualquier caso, las 104 páginas de La sombra de la cucaracha: En la casa hay fantasmas terminan con sensación de historia completa, a la vez que nos dan una muestra de lo que Gato Fernández podría depararnos en el futuro. Su estilo desgarbado de línea sin variaciones de grosor y la práctica ausencia de mancha aportan un movimiento casi de animación en línea al tono caricaturesco que se elige. Y recordad que aunque estemos acostumbrados a la caricatura de carácter humorístico o desenfadado, no es esta sino una herramienta de síntesis para transmitir emociones, todas las emociones, y si los momentos divertidos resultan graciosos, cuando nos vamos al extremo contrario, resultan terribles.

Buen debut el que nos brinda Gato Fernández en el mundo de la novela gráfica y gran debut también de su obra en España de la mano de Astiberri.